Hablar de Cuba nos remite a las páginas de “El siglo de las luces” de Alejo Carpentier, monumental novela alimentada con los conflictos propios a las revoluciones: la injusticia que las detona, sus inicios idealistas, pero también la intolerancia, el sectarismo, las traiciones en su implementación. Significa también leer la poesía de Reinaldo Arenas y su brutal autobiografía “Antes que anochezca”, así como la impertinente nostalgia de las novelas de Guillermo Cabrera Infante.
Pero más allá de autores clásicos como Lydia Cabrera, Lezama Lima, Severo Sarduy, maestros de toda la vida, actualmente son muchos los autores cubanos que vienen contándonos la historia reciente de Cuba, denunciando cómo la mordaza castrista sigue vigente sesenta y dos años después, desde que Fidel Castro llegara al poder el 1 de enero de 1959. Son escritores y escritoras disidentes muchos de los cuales no pudieron o no pueden publicar en su isla, viéndose obligados a editar fuera del país.
Ficciones sobre las históricas restricciones, las carencias y las limitaciones de un régimen anquilosado que han motivado las actuales protestas y que vuelven a encender la esperanza por la libertad. Y mientras en la calle los ciudadanos cubanos dan la pelea, para los lectores que buscan un mapa urbano, emocional y político de La Habana contemporánea ofrecemos 10 rutas distintas, diez visiones de un país que coinciden en su propósito de dar cuenta sobre el desgaste de viejos ideales, y denuncian una dictadura que ha enterrado los principios fundamentales de la revolución.
“Tres tristes tigres” de Guillermo Cabrera Infante (1967)
Una recreación nostálgica de La Habana de 1958, y en especial de su vida nocturna. Este clásico cubano recrea y mitifica a la ciudad y reescribe su cultura a través de una galería de voces, registrando las más diversas formas del habla cubana. A decir del español Juan Cruz, estamos frente a un libro mayor e insólito, del boom latinoamericano, aunque su autor no llegara a los cánones de aquella explosión. En 1964 el libro mereció el premio Biblioteca Breve, pero tuvo que enfrentar la censura franquista. Pero incluso con los recortes, el libro circuló clandestinamente en la isla.
“El lobo, el bosque y el hombre nuevo” de Senel Paz (1990)
Mientras toma una copa de helado en el Coppelia, David tiene un encuentro inesperado. Debe compartir la mesa con Diego, que busca entablar conversación y que finalmente lo convence de acompañarlo a su casa. El primer encuentro entre ambos provoca desconfianza en David, quien le habla de él a un compañero de la universidad, quien investiga y descubre que se trata de un intelectual investigado por el gobierno. Sin embargo, las frecuentes visitas, el tiempo que comienzan a compartir, su interés en la cultura y los valores humanos del anfitrión, van transformando su sectaria manera de percibir la realidad. Pero Diego tiene sus propios problemas: por sus críticas posturas políticas, es expulsado del trabajo y decide, entristecido, irse del país. Sobre este relato, el director Tomás Gutiérrez Alea construyó el guion de “Fresa y chocolate” (1993) un filme convertido en referente de la cultura queer, que denunció la cerrazón del régimen a la diversidad sexual.
“Antes de que anochezca” de Reinaldo Arenas (1992)
El poeta disidente hace un repaso a su vida marcada por su condición homosexual. Su relato nace de los bajos fondos de La Habana, mientras que en los capítulos del exilio confiesa las dificultades de vivir fuera de su isla. El suyo es un testimonio atroz sobre la deriva del régimen de Castro, a quien culpó de su suicidio en la carta encontrada en su departamento en Nueva York, en 1990. El actor español Javier Bardem lo encarnó en el filme homónimo dirigido por Julian Schnabel en 2001.
“Informe contra mí mismo”, de Eliseo Alberto (1997)
Memoria del escritor y de los suyos. Considerado uno de los mejores escritores cubanos de los últimos tiempos, Alberto falleció tempranamente a causa de las complicaciones sufridas tras un trasplante de riñón en la capital de México, donde vivía exiliado durante dos décadas. En su libro, nos muestra una Habana que rezumaba libertad, cuajada de prostitutas, artistas, homosexuales, delirados o mentirosos. Hijo de Eliseo Diego, uno de los grandes poetas de la isla, el escritor y periodista escribió también guiones para el cine, entre ellos el de la cinta “Guantanamera” (1995), del cubano Tomás Gutiérrez Alea, una mirada a través del humor negro de la situación de la Cuba de finales de siglo XX.
“El rey de La Habana” de Pedro Juan Gutiérrez (1999)
Obra maestra por su sinceridad, por la capacidad para mostrar la cruel realidad cubana con una prosa hipnótica. El escritor cubano se sumerge en los bajos fondos habaneros con atención y minuciosidad, conocedor de todas las particularidades de su fauna callejera. Este libro termina siendo una radiografía de los males que, visto desde las clases populares, afectan a una sociedad sujeta por su sistema político durante el llamado Periodo Especial. La miseria y los agujeros en la protección social de un Estado que se pretende justo, pero que conduce a su población a la degradación y a la parálisis.
“La novela de mi vida” de Leonardo Padura (2002)
Retrato de la corrupción moral de una sociedad mediocre que expulsa al exilio a los mejores, a los que no se doblegan. En dos historias paralelas, el escritor cubano cuenta la aventura contemporánea de Fernando Terry, un investigador exiliado que vuelve a Cuba atraído por el posible descubrimiento de una autobiografía inédita de José María Heredia en los archivos de una logia masónica. Su historia se enlaza con la del propio José María Heredia, que muere exiliado en México en 1839, ofreciendo entre ambas paralelismos insospechados. Ambos relatos dialogan y reflejan la sensación de que destacar está castigado y que para permanecer en Cuba (sea la época que sea) es necesario no levantar cabeza. Como si en Cuba la Historia se cebara en el destino individual de cualquiera que destaque por su talento, a golpes de delaciones, exilios e intrigas políticas.
“Todos se van” de Wendy Guerra (2006)
Parte de un diario personal que abarca la infancia y adolescencia de Nieve Guerra, niña cubana en un tiempo en el que el Estado, muy por encima de sus padres, decidía su suerte, su destino y el de sus contemporáneos. Es el retrato de una generación, de una excepcionalidad, de un momento “de emergencia” que se prolonga durante años y del que todos tratan de escapar, en un avión, en un barco o por medio del arte o de la literatura. Es también un canto a la vida, a las sensaciones y a la esperanza de encontrar en los demás un refugio donde esconderse de los naufragios de la vida.
“El hombre que amaba a los perros” de Leonardo Padura (2009)
No podríamos elegir solo un libro del maestro Padura. Esta es quizás su novela más elogiada por la crítica: a la muerte de su mujer, Iván, responsable de una veterinaria en La Habana, recuerda un episodio de su vida en 1977, cuando conoció a un enigmático hombre que paseaba por la playa en compañía de dos hermosos galgos rusos. Este hombre le revela confidencias que se centran en la figura del asesino de Trotski y el crimen político que supuso su muerte. Padura va reconstruyendo la historia del asesino de Trotski, Ramón Mercader, mientras el misterioso personaje comienza a compartir con el protagonista una serie de singulares confidencias. Estas historias completan su sentido cuando sobre ellas Iván proyecta sus problemas vitales en la Cuba contemporánea.
“La fiesta vigilada” de Antonio José Ponte (2007)
Un ataque directo al castrismo. La capital cubana en ruinas se convierte en una metáfora para hablar de un régimen decadente. Ponte nos habla de los cambios que trajo el triunfo de la revolución a la isla, básicamente en mayor burocracia y falsas acusaciones de espionaje. Su caso es el de un disidente atípico: sin escándalo, con finos poemas, relatos y ensayos vinculados a la desvencijada situación cubana: los exiliados y los que se quedan, las ruinas de la ciudad, la diaria desgracia, todo visto con desencanto y lucidez.
Cuba libre: vivir y escribir en La Habana de Yoani Sánchez (2010)
El libro recoge los posts del celebrado y disidente blog “Generación Y”, desde su inicio en abril del 2007 hasta octubre del 2009. La periodista suma aquí textos difíciles de clasificar, “posts” extraídos de su contexto digital, pero que al materializarse en el papel dan cuenta del grito indignado de una nueva generación harta de vivir en dictadura. Cada texto presenta una sugerente conexión entre ideología y las angustias de la vida cotidiana, decisiones del partido único y la vida del cubano común. Sánchez nos habla de la mala calidad del pan, del adoctrinamiento de los niños en la escuela o de la lucha cotidiana para acceder a Internet. Una valiente opositora al régimen que, sin victimizarse, denuncia las injusticias vistas a su alrededor con un personalísimo enfoque de género.
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