“Nada volvió a ser igual desde que el cielo dejó de ser blanco y la sangre negra”, reza uno de los epígrafes que abren el libro. Atribuido apócrifamente a la leyenda del cine mudo Theda Bara, protagonista de Cleopatra (1917) -filme que se considera perdido-, es la referencia con la que el autor nos lleva directamente a su terreno, un universo en el que las libertades están recortadas, hay un solo diario, los individuos viven en el más gris anonimato y rutina, y los actores y actrices solo pueden protagonizar una película, para luego ser asesinados por decreto. Los secundarios deben desaparecer y dedicarse a otras tareas para nunca más acercarse a un estudio de filmación, bajo la misma amenaza. De este modo, el régimen gobernante se aseguraba que ninguna estrella de cine pudiera opacar al Padrecito, una especie de Gran Hermano que es amo y señor de aquel mundo. Sin embargo, la semilla de la revolución crecerá cuando un crítico –que es, a la vez, un censor- se percate de que una sola persona, un actor que sucumbió a la pasión por su vocación, se las arregló para aparecer en varias películas y huir de su destino mortal. Esta es la historia de Cleo (Ediciones Laertes, 2022), la distopía concebida por Hernán Migoya, el escritor que desde hace unos 15 años prefiere Lima que Barcelona.

Contenido Sugerido

Contenido GEC