Tiene de western, de duelos épicos, de crónica furibunda de la izquierda peruana. Y hay cabezas rotas, sangre y discursos maniqueos, pero también exaltado amor por la poesía pensada como instrumento de cambio social. “Hora Zero. Una historia” es un notable ensayo de cerca de 500 páginas sobre la gestación, desarrollo y diversas agonías de un grupo poético fundamental para la literatura peruana de la segunda mitad del siglo XX.
De la abundancia de sus hallazgos gráficos, sus autores, los escritores José Carlos Yrigoyen y Carlos Torres Rotondo, eligieron para la portada de su libro, lo que ellos llaman “la plancha presidencial”: es marzo 1970 en Chiclayo, y sentados en el borde de una vereda, miran a la cámara Juan Ramirez Ruiz, Jorde Pimentel y Enrique Verástegui. Ninguno pasa los 25 años. En la imagen hay una inocencia que conmueve. Quién diría que esa banda haría estallar la idea de poesía que se entendía entonces.
Como señala Carlos Torres Rotondo, grupos literarios hubo a lo largo de la historia con mayor o menor fortuna. Sin embargo, ninguno ha durado lo que Hora Zero, fundado en agosto de 1968 y cuya primera etapa se cierra con estrépito a mediados de 1973, para luego resurgir tras dolorosas divisiones en 1977 y dar pelea, incluso en la política partidaria, por otros siete años. Tiempos en los que, por un lado se vive con intensidad la acción colectiva, y por otro lado la creación poética como un ejercicio individual y solitario. Así, el lector es llevado por estas tensiones, entre el discurso que exalta lo comunitario y el juego individual del artista, mientras se sueña cambiar el mundo a furiosos y coordinados golpes de poesía.
“Ninguno de los logros grupales de Hora Zero, como son su manifiesto “Palabras urgentes”, o sus contundentes acciones públicas hasta ahora recordadas, habría sobrevivido sin la calidad individual de sus poetas miembros”, reconoce José Carlos Yrigoyen. En efecto, como explica el escritor y crítico, más allá de haber sido un movimiento colectivo orgánico, de su cierto éxito mediático, y de sus polémicas, lo que permanece es la huella de las propuestas artísticas de tres poetas fundamentales como Jorge Pimentel, Juan Ramírez Ruiz y Enrique Verástegui, rodeados por una serie de muy buenos colegas. “Sin esa combinación, no habrían tenido la resonancia y el mito que hasta hoy prevalece”, añade.
“Con sus contradicciones y sus variaciones personales. Hay en los poetas de Hora Zero ciertos principios comunes que pueden distinguirse. Es cierto que “Tromba de Agosto” de Jorge Pimentel puede parecer muy diferente a “Las armas molidas” de Juan Ramírez Ruiz o a “Ángelus Novus” de Enrique Verástegui, pero la propuesta del poema integral acuñada por ellos, y la mirada popular están allí, a veces de manera evidente y otras de forma más subrepticia”, señala Yrigoyen.
Hasta ahora, los únicos que se habían preocupado por recoger la historia de Hora Zero eran los propios miembros de este movimiento. Como el grupo tenía casi como una estructura partidaria, llevaban actas y memorias de sus actividades. ¿Cómo ven esa historia oficial de Hora Zero?
José Carlos Yrigoyen: Es cierto, había en el grupo una estructura partidaria, y toda estructura partidaria tiene una versión oficial, que es el libro de Tulio Mora “Los broches mayores del sonido”, donde rescata los momentos más halagüeños de Hora Zero, dando una perspectiva del grupo. Pero como buena historia oficial, tiene poca autocrítica y algo de sesgo. Nosotros quisimos partir de una visión muy distinta, equidistante tanto de esa visión oficial como de las visiones negacionistas y revisionistas. Nosotros quisimos desmitificar la historia oficial, no porque estemos en contra de Hora Zero, (de hecho lo admiramos) si no porque no queremos confundir la admiración con acriticismo. Lo que uno quiere debe ser auscultado y cuestionado. Y para hallar verdades cruzamos versiones, documentos, recortes periodísticos. Lo que no ha podido ser probado, lo advertimos y proponemos una aproximación. Nunca aseveramos nada que no tenga un material que lo sostenga.
Carlos Torres Rotondo: Este libro ha sido muy especial para mí, porque las fuentes han sido muchas y muy variadas. Hemos entrevistado a todos los personajes que siguen vivos, tanto principales como secundarios. Nos planteamos buscar todo lo que se ha escrito sobre Hora Zero, hasta la última bibliografía para dar una visión poliédrica de la historia.
Tulio Mora decía que Hora Zero fue el único grupo poético de dimensión nacional. Ustedes muestran que la organización que hubo en Chiclayo, en Chimbote, en Pucallpa, se basó en contactos muy informales, marcadamente centralistas.
Carlos Torres Rotondo: Incluso así sigue siendo el grupo más grande y descentralizado.
José Carlos Yrigoyen: Es cierto que ese es el mito más grande: que esas filiales tuvieron una actividad prolongada. Pero entiendo que no se trata de una versión articulada, con filiales activas constantemente. Tenemos suficientes pruebas para rebatir eso. Hora Zero en Chiclayo duró solo 48 horas, pero dejó una revista, algo tangible. Hubo un intento de descentralizar, como fue el caso de Hora Zero Oriente y en Chimbote.
Carlos Torres Rotondo. El mismo hecho de que Hora Zero haya sido fundado por estudiantes provincianos de diferentes procedencias, y que dieran cuenta de una realidad que no había sido poetizada antes, eso ya habla de una democratización. Ya en la primera publicación de Hora Zero lo demuestra: allí publican Jorge Najar, que es de la selva, Juan Ramírez Ruiz de Chiclayo, Mario Luna, de Chimbote, etc.
José Carlos Yrigoyen: Fue la primera vez que chicos de provincias, que 10 años antes no habrían sido tomados en cuenta para los medios ni para el canon, pudieron ser cabeza de una organización. Es el caso de Juan Ramírez Ruiz, que era un poeta de Chiclayo, o Mario Luna, Jorge Nájar, Jose Carlos Rodríguez y el propio Enrique Verástegui, que venían de realidades que antes no tenían un lugar en la poesía peruana. Mucho de eso, es importante decirlo, tiene que ver con la confluencia histórica del velasquismo y de Hora Zero. El movimiento llega en un momento de efervescencia y reivindicación que, sin duda alguna, sirve para su estallido y su irradiación. Creo que ese es uno de sus mayores aportes desde el punto de vista histórico.
Carlos Torres Rotondo: El hecho de que vengan de la Universidad Villarreal, que como decía Rosas Ribeyro, “se veía desde San Marcos como un pueblo joven”, te dice que aquí hay otro sector poético que intenta visibilizarse.
José Carlos Yrigoyen: Y que lo logra de la noche a la mañana. Yo no he visto en la poesía peruana una presentación en sociedad tan fulminante y que haya golpeado tanto a la literatura peruana, en todo el sentido de la palabra, como lo hizo Hora Zero.
Hablemos del manifiesto “Palabras urgentes”, el primero publicado por Hora Zero. Ustedes lo analizan contrastándolo con el discurso ofrecido previamente por Velasco al asumir el poder. Las ruptura planteada por este manifiesto poético ya formaba parte del discurso político de entonces...
José Carlos Yrigoyen: Por supuesto. Ese ánimo reivindicativo del velasquismo, de cambiar las estructuras del país lo más rápido posible, es algo que Hora Zero asume desde un comienzo. Y creo que la comparación es impresionante. Cuando veíamos el discurso de Velasco y lo confrontábamos con “Palabras urgentes”, nos dábamos cuenta de que había momentos en que resultaba casi una paráfrasis.
Carlos Torres Rotondo: Velasco pone la mitad. La otra mitad es la generación del 68.
José Carlos Yrigoyen: Hora Zero nace bajo la Primavera de Praga, la matanza de Tlatelolco, los hippies de California. Estaban en el momento indicado, en el lugar indicado. Todo cuadraba: Los sesentas, Velasco y un ánimo de cambiar estructuras.
Carlos Torres Rotondo: Pero con talento. Si uno piensa en otros grupos literarios de la época, los únicos con los que Hora Zero podría tener cierta relación son los Infrarrealistas y la “literatura de la onda”, ambos de México. En ellos está también esa modernidad tercermundista pop. Son los únicos referentes.
Se ha escrito mucho de la geografía de bares en el Centro de Lima que recorrían los artistas de la época. Lo que no se sabía era esa convivencia comunitaria, a manera de okupas, en una casa del centro de Lima. ¿Eran tan monacal la convivencia como se recuerda?
José Carlos Yrigoyen: Es la casa del Jirón Huancavelica. Hay una cosa muy conventual en el trabajo de Hora Zero, con unas verdaderas orgías de trabajo. Había un trabajo poético que se realizaba en comunidad. Cada uno hacía lo suyo, ciertamente, pero en máquinas de escribir comunitarias, compartiendo un interés por el estudio y por los libros robados para aprender las nuevas tendencias del estructuralismo. Ese estudio y esa creación los distraía genuinamente de cuestiones más mundanas y carnales.
Carlos Torres Rotondo: Al principio, los de Hora Zero solo tomaban café. Después fueron entrando en la bohemia, sobre todo en la segunda etapa. Al inicio, pese a lo que uno pueda creer, fue una etapa mucho más de estudio.
El lector actual que lea este libro puede resultarle extraña esa idea de urgencia poética de los miembros del grupo, creer en la poesía como una importante herramienta de cambio social.
Carlos Torres Rotondo: Ese es el tema: para ellos, con la poesía iban a cambiar el mundo. De hecho, sí cambiaron su vida. La poesía les dio una exaltación vital que cambió su presente.
José Carlos Yrigoyen: Efectivamente, era una época en que la poesía tenía una función social, que hoy se ha perdido. Esa es la gran nostalgia que produce hojear este libro. Era una época en que la poesía ocupaba páginas de periódicos y revistas, que había incluso columnas dedicadas a desgranar chismes de poetas. Hoy pensar en eso sería surrealista, imposible.
Carlos Torres Rotondo: En los años 70 ser poeta significaba algo más de lo que significa hoy. Entonces sí había un circuito poético.
Y lectores…
José Carlos Yrigoyen: Pero también ese es uno de los mitos: que en los años setenta habían muchos lectores de poesía, que los tirajes de los libros se agotaban en semanas. Eso no es verdad. Había mayor interés y una comunidad de lectores, pero era pequeña.
Carlos Torres Rotondo. Es más, la poesía en ese entonces cumplía una función más importante dentro de la literatura peruana. Ahora el peso de la narrativa la ha arrinconado a lo mínimo.
¿Y que tan fiables resultan los testimonios de los propios poetas? ¿Cuánto deforma la nostalgia la realidad en sus declaraciones?
Carlos Torres Rotondo: Por eso tienes que entrevistar a mucha más gente y comparar las distintas versiones. Es en las grietas de las versiones cuando uno puede atisbar la realidad. Evidentemente hay muchas cosas que fallan, por eso era imperativo el trabajo de investigación en periódicos.
José Carlos Yrigoyen: Creo que todo poeta tiene derecho a crear su mitología personal. Y los poetas de Hora Zero han exprimido ese derecho mucho más que otros. Es normal que una persona tenga una versión de los hechos, pero hay poetas que tenían hasta tres. Por eso las confrontamos con otras personas que estuvieron en el mismo lugar, buscando coincidencias para intentar esbozar lo que pudo ocurrir. Uno de estos casos ocurre con el duelo de Jorge Pimentel y Antonio Cisneros.
¿Y de ese duelo vamos a hablar. Pero antes les pregunto: Juan Ramírez Ruiz y Jorge Pimentel, los fundadores de Hora Zero, son nuestros Lennon y McCartney?
José Carlos Yrigoyen: Hay una frase que nos contó Roger Santiváñez que a mí me encanta. Un día, ya peleados ambos poetas, Juan en una mesa dijo “fuimos la amistad más grande de la poesía latinoamericana” y yo creo que eso es verdad. En ese sentido, como Lennon y McCartney, había una amalgama que lograba cierta magia y que si bien luego como solistas tuvieron éxitos distintos, esa unión entre ambos ha sido irrepetible, tanto como liderazgo de un movimiento poético, como expresión de una visión nueva de la poesía peruana.
¿Cuándo creen que la amistad entre ambos comenzó a resentirse?
José Carlos Yrigoyen: Jorge Pimentel señala que fue con la publicación del mismo manifiesto “Palabras Urgentes”, al no querer Ramirez Ruiz que el resto de los miembros lo firme.
Carlos Torres Rotondo: Que es también un tema con muchas versiones. Y no sabríamos quedarnos con una, debido especialmente a la ausencia de Juan. Si él estuviera vivo, habría respondido nuestras preguntas y el libro sería lo que alguna vez soñamos. Pero lamentablemente la muerte se interpuso en un accidente en 2007. Juan Ramírez Ruiz es un poeta que admiramos tremendamente. Y su silencio en el libro es muy elocuente. Dio muy pocas entrevistas.
José Carlos Yrigoyen: Hay que recordar que, en 1973, Juan Ramírez Ruiz sugiere hacer un movimiento poético subterráneo, clandestino, alternativo al oficial. Él asume esa conducta, y eso produce que haya muchas menos entrevistas a él que las que ofrecieron Jorge Pimentel, Enrique Verástegui o Tulio Mora. A partir de los años 80, su huella se vuelve más difícil de aprehender.
Cuando hablamos de los “poemas integrales”, la forma poética propuesta por el grupo, ustedes apuntan una influencia, no confesa, de la obra de Vargas Llosa. ¿Cómo así?
Carlos Torres Rotondo: Eso lo dice González Vigil, pero tiene mucho que ver.
José Carlos Yrigoyen: La coralidad, en desmedro del yo poético, el uso de recursos narrativos relacionados a la ciudad y a la modernidad, sin duda ofrecen ciertas semejanzas entre el proyecto de novela total vargasllosiana y el proyecto de poema integral de Hora Zero, con ciertas licencias evidentes. Eso me parece un apunte muy válido de González Vigil. Y eso se puede notar en el libro “Un par de vueltas sobre la realidad”, de Juan Ramírez Ruiz.
Carlos Torres Rotondo: O los mismos poemas integrales en “Kenacort y Valium 10″ de Pimentel. El hecho de recoger todas las voces, no solo con una intención polifónica sino coral, con múltiples registros de la lengua de la calle en un solo texto.
Uno de los hitos históricos más importantes del grupo es el mítico duelo poético entre Jorge Pimentel y Antonio Cisneros, que finaliza cuando uno de los miembros de Hora Zero se levanta y dispara sobre ellos con una pistola de fogueo. ¿Qué significó para ustedes esta performance? ¿Fue un exceso teatral de Jorge Pimentel? ¿Una forma de medirse con el mayor poeta de la generación anterior?
Carlos Torres Rotondo: Desde la primera entrevista en Caretas, Juan Ramírez Ruiz hablaba en contra de Antonio Cisneros, así que podríamos hablar entonces de una animadversión grupal hacia él, a quien consideraban un poeta “complaciente”.
José Carlos Yrigoyen: Cisneros en ese momento era un poeta de 29 años que, a su corta edad, había conseguido lo que otros no podrían lograr en toda una vida: el premio Casa de las Américas, el Premio Nacional, ediciones y traducciones en el extranjero. Mientras que Jorge Pimentel era un alumno con estudios inconclusos en la Villarreal y la Cantuta, que había publicado solo un libro.
Pugilísticamente hablando, no estaban en la misma categoría...
Carlos Torres Rotondo: Nadie daba nada por Pimentel, y al final le empató. Es la película “Rocky”, cuando el retador enfrenta al campeón, Apollo Creed.
José Carlos Yrigoyen: Yo aún me pregunto qué impulsó a Cisneros a aceptar el reto.
¿Por orgullo, quizás?
José Carlos Yrigoyen: Toño tenía un ego espectacular, es verdad. Y creo que Jorge Pimentel logró picarlo. Desde Cagnes-sur-mer, en la Costa Azul, Cisneros respondió a los ataques del manifiesto de Hora Zero, con lo que es hoy una frase clásica: “Compañeros: veo que el primer número de Hora Zero lo han empezado con el pie derecho. Que la próxima vez lo escriban con la mano”. Jorge tiene esa capacidad de sacar de sus casillas a la gente, Toño aceptó el duelo y creo que el ganador, a pesar de ser un empate, fue Jorge.
Carlos Torres Rotondo: En cierta manera ganó porque era el recién llegado.
¿No hizo trampa Pimentel con el recurso teatral de “disparar” hacia el estrado?
José Carlos Yrigoyen: Es un método extrapoético. Yo entiendo que, por mucha valentía que mostrara Jorge, enfrentarse en un duelo en 1972 a Toño Cisneros a cualquiera lo haría temblar un poquito. Por lo que hemos podido recopilar, Pimentel hizo una labor muy digna.
Carlos Torres Rotondo: Utilizó todas las armas que tenía a su alcance.
José Carlos Yrigoyen: Según González Vigil, que estuvo allí y yo confío en su objetividad, la impresión es que el duelo no se inclinó hacia ningún lado, a pesar de la bullanguería de Hora Zero. Hay que agregar que este duelo es una de las piedras basales de la mitología horazeriana y cuando le preguntabas a sus miembros como Eloy Jáuregui, Tulio Mora o Jorge Pimentel, te dirán que fue una victoria de 6 a 0 frente a Cisneros.
Carlos Torres Rotondo: Para ellos fue una victoria “contra la pituquería”, contra la poesía “complaciente”.
José Carlos Yrigoyen: Y no fue así. Fue un empate que puede leerse como una victoria. Pero no fue un impresionante triunfo de Jorge Pimentel. No hay evidencia de ello.
Yo lo veo como un empate con trampita...
José Carlos Yrigoyen: ¡Con la mano! (ríe)
¿Cuán mal se conserva el recuerdo del duelo poético en la medida que hay testigos que dicen que el disparo fue hacia Cisneros y otros que el arma apuntaba a Pimentel?
Carlos Torres Rotondo: ¡Hay tantas versiones sobre ese hecho!
Tenemos solo a dos personas como objetivos, no parecería muy difícil identificar a “la víctima”.
Carlos Torres Rotondo: Nosotros no estábamos muy seguros incluso de que el duelo había existido. Felizmente descubrimos las fotos.
José Carlos Yrigoyen: Yo tenía muchas versiones sobre el duelo, todas muy encontradas. Desde el lugar, que resultó ser la antigua Casa de la Cultura (Ya entonces Instututo Nacional de Cultura), hasta la manera en cómo se dio.
Carlos Torres Rotondo: ¡Solo fijar la fecha ha sido una hazaña! El 15 de marzo de 1972.
¿Y dónde encontraron el dato?
José Carlos Yrigoyen: Detrás de las fotografías que descubrimos. Fue un milagro. Y no diremos más.
En el libro, se dice que Toño Cisneros no volvió al Centro de Lima por mucho tiempo. ¿Es verdad?
Carlos Torres Rotondo: Eso lo dice Eloy Jáuregui. Pero es muy difícil saber las dimensiones de su derrota.
José Carlos Yrigoyen: Se ha exagerado mucho. El duelo fue importante, pero de allí a desterrar a Toño, no creo.
Se dice que a Jorge Pimentel lo sacaron en hombros los miembros de Hora Zero, para después expulsarlo del grupo meses después. ¿Que sucedió?
Carlos Torres Rotondo: Si buen fue hecho a título personal, el duelo fue sentido de inmediato como una victoria del grupo. Pero las rajaduras estaban desde antes. Y eso se nota en sus consecuencias.
José Carlos Yrigoyen: Pimentel llegó a ser un precoz líder de opinión. Yo tengo una conjetura, probada con documentos: luego del duelo, a Ramírez Ruiz no le gustó el personalismo de Pimentel. Y voy a darle la razón. Era evidentemente contradictorio a los principios básicos del movimiento. Su malestar está expresado en un documento de junio de 1972 en que Hora Zero deslinda de los duelos poéticos a título personal y lo considera una “desviación antirrevolucionaria”. Como dice Carlos, esas fisuras se hacen más grandes con el duelo. Fue, a la vez, victoria y mito, el comienzo del fin de la primera etapa del grupo. Todo lo que sigue será un camino hacia la ruptura final.
Carlos Torres Rotondo: Esas rajaduras empiezan a verse en el primer congreso.
Donde aíslan a Pimentel en el movimiento que él mismo había fundado. ¡Cuán parecido a la historia de la izquierda peruana!
Carlos Torres Rotondo: Creo que Hora Zero ha durado mucho más que el promedio de los partidos de la izquierda local (ríe).
José Carlos Yrigoyen: Es verdad. Esta lógica de la izquierda de demostrar quién es el más puro y el más consecuente se repite mucho en Hora Zero. El gran debate que hay ahora entre los fundadores de Hora Zero y los que continuaron en la segunda etapa es lo mismo: es la “consecuencia” de Juan Ramírez Ruiz frente a la “claudicación” del resto en la segunda etapa. Es una lógica absolutamente binaria, sin matices.
Carlos Torres Rotondo: Purista, que no reconoce nada del adversario. Que reescribe todo según su interés. Hay una facilidad en ese tipo de grupos de reescribir la historia. Y de no conceder nada.
“Hora Zero: una historia” está lleno de información, anécdotas muy divertidas y mucha ironía. Sin embargo, es también un libro muy triste. Nos habla sobre sobre los proyectos frustrados en la cultura del país. Las promesas pero terminan diluyéndose en sus contradicciones y miserias.
Carlos Torres Rotondo: Yo diría más: así funciona cualquier utopía en nuestro país. Conforme escribíamos el libro, nos reíamos con las similitudes entre Hora Zero y la historia de los partidos de izquierda. Nos repetíamos como un mantra que Hora Zero no era un partido político. Pero tiene muchas cosas que te hacen recordar a uno.
Llegamos a la disolución de la primera época y años después, tras viajes y nuevas experiencias, ¿Qué marcó la segunda época de Hora Zero?
Carlos Torres Rotondo: Ya no se trataba de irrumpir. En el relanzamiento hay como una revisión general, un nuevo canon literario, una nueva idea. Siento que hay otra dinámica, empezando por el hecho de que se arman varios frentes: por un lado, la idea de hacer un frente de Provincias, con una consistencia mayor a las anteriores. Por otro lado, su proyección internacional, una espina clavada desde la primera etapa, pero que fue solo una cáscara. Y por otro lado está el tema político, la participación del grupo en el FOCEP.
Militar en política era una consecuencia lógica para el grupo.
José Carlos Yrigoyen: En la segunda etapa, Hora Zero va más allá del manifiesto y decide tomar acciones, como participar en protestas en las luchas obreras en la época de Morales Bermúdez, formar parte orgánica del FOCEP en las elecciones para la Asamblea Constituyente. Yo entiendo que alguna gente ve esta segunda etapa como una versión más acomodaticia del grupo, pero si uno lo examina, resulta es muy interesante: hay una intención de ir más allá de la arenga para realmente hacer un análisis de la situación nacional, algo que está en su manifiesto “Contragolpe al viento”.
Carlos Torres Rotondo: Yo creo que “Contragolpe al viento” es un manifiesto que hay que reivindicar. No es tan vibrante como “Palabras urgentes”, pero sí es mucho más sensato y autocrítico, algo muy raro tratándose de ellos. En realidad, Hora Zero segunda etapa tiene, a su vez, dos etapas: en el año 78 y en el año 81. Y cada una de ellas tiene un carácter distinto.
No hemos hablado de Enrique Verástegui. ¿Cuál fue el papel que tuvo al interior del movimiento?
Carlos Torres Rotondo: En la segunda etapa noto una participación mayor que en la primera. En Hora Zero Internacional, en “Contragolpe al viento”, hay un aporte doctrinario mucho mayor. En la época en la que radica en París, desarrolló una serie de cartas y documentos inéditos súper entusiastas, en los que intentó convertirse en el teórico de la segunda etapa del movimiento. Lo que sucede es que gran parte de ese corpus teórico está inédito. Pero existe, lo hemos leído. Falta editarlo.
José Carlos Yrigoyen: La biografía de Verástegui está muy entroncada con Hora Zero. Sus primeros poemas los publica en “Hora Zero Chiclayo”, y su aparición pública coincide con los primeros meses en el movimiento. En la segunda etapa, participa de varias de las asambleas, apenas regresa de Europa se une a ellos, y participa de recitales. Sí hay una participación que él de alguna manera ha querido atenuar, pero en los hechos ves que no andaba ni tan apartado ni era tan discrepante. Aunque siempre tuvo el valor de dar su opinión, así no fuera correspondiente a la de Tulio Mora o Jorge Pimentel.
En un primer momento, el grupo era íntegramente formado por hombres. ¿Cómo enriquecen las mujeres a Hora Zero en su segunda etapa?
Una mujer que rescatamos y que nos parece muy interesante es Lucía Ocampo. Quizás fue la primera mujer que asumió papeles más decisivos dentro de la organización de Hora Zero Centro, según los dicen los propios miembros. Tuvo un final trágico, pues murió en un incendio cuyas causas se desconocen. Tiene una obra inédita muy interesante, además de una novela y un libro de ensayos. Justamente cuando alcanzaba su madurez le alcanzó la tragedia. Como ella, están María Ayala o Rosa Íñigo, que no eran simples comparsas, tenían una participación en el movimiento. Lo mismo que se percibe con Carmen Ollé y Patricia Ruiz Rosas en Lima, por supuesto.
¿Cuál creen que fue el clímax de Hora Zero en su segunda etapa?
Carlos Torres Rotondo: El recital mayor en febrero de 1981 fue un éxito. Fue el recital más importante desde los recitales iniciales de la Biblioteca Nacional. Es la última muestra importante de cómo un grupo poético podía convocar multitudes. También importante en esta época son las publicaciones: Jorge Pimentel publica “Palomino” y Carmen Ollé “Noches de adrenalina”. Es un buen final, si tenemos en cuenta que en 1983 Hora Zero deja de actuar orgánicamente como grupo.
José Carlos Yrigoyen: Es imposible fechar con exactitud el final del movimiento, pero ya para el año 1984 ya el movimiento había dejado de funcionar orgánicamente. Tulio Mora y Jorge Pimentel seguían publicando manifiestos con el membrete de Hora Zero para unir sus criterios, pero ya no era un activismo grupal. Eso sí: hay que saber separar la actividad de la vigencia. Hora Zero no está activo desde entonces, pero sí está vigente hasta ahora. Muchos grupos de los años 90 recogieron su legado de poesía social, y proletaria.
Carlos Torres Rotondo: Lo que aporta Hora Zero es un nuevo lenguaje para la poesía peruana. Lamentablemente ese lenguaje acabó siendo reciclado, convertido muchas veces en receta.
¿Dónde encontramos hoy día la influencia de Hora Zero?
José Carlos Yrigoyen: Cada cierto tiempo aparece un grupo poético de jóvenes con un manifiesto con el que quieren bajarse a todos los críticos (me ha tocado). ¡Me han retado a duelo incluso! Pero como conozco la historia, no la repito. Su vigencia está en la poesía que aparece en los años 80 y 90 en adelante. Una poeta como Victoria Guerrero, por ejemplo, tiene en sus mejores libros la impronta horazeriana, sin que ello reduzca su originalidad. En Manuel Fernández también se siente esa huella. Allí está esa vigencia, pero también en los jóvenes de la Villarreal y de San Marcos que visitaban la casa de Verástegui o la de Pimentel, o quienes veneran a Juan Ramírez Ruiz como un poeta popular, radical. Esa vigencia la podemos ver todos los días, incluso en redes sociales, donde hay páginas dedicadas a los poetas del movimiento.
Carlos Torres Rotondo: Como toda herencia, la de Hora Zero puede usarse para el bien o para el mal: está la actitud de combatir el discurso hegemónico, y la creación de un nuevo lenguaje para la poesía peruana. Hay quienes lo utilizan como receta y los que lo escuchan para encontrar una voz personal.
¿Creen que una de las deudas pendientes con Hora Zero sea la publicación de la obra de Ramírez Ruiz?
Carlos Torres Rotondo: Por supuesto. De la obra de Juan, solo se lee el primer libro. Y del segundo, “Vida perpetua” (1978), importantísimo, nadie ha leído más de dos poemas. Esa es una necesidad. Hay también otros poetas atendibles que no tienen libros publicados, como Elías Durand, o José Cerna. O los poemas de Tulio Mora previos a su primer libro. Libros de Juan Ramírez Ruiz publicados hay tres, pero hay muchos más.
José Carlos Yrigoyen: Se dice que son nueve libros...
Carlos Torres Rotondo: Y quien sabe quién los tendrá.
José Carlos Yrigoyen: En la poesía peruana hay muchísimo por rescatar. Un grupo como Hora Zero, con la importancia que ha tenido, en otros países le habrían dedicado muchas más investigaciones. Nosotros hemos escrito este libro porque creíamos que era necesaria una historia que vaya más allá de la oficial, así como del revisionismo y del negacionismo que simplemente oscurecen el panorama.
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