Mario Molina. (Foto: Difusión)
Mario Molina. (Foto: Difusión)
Czar Gutiérrez

Comprime el diafragma, acerca el rostro cetrino al micrófono y separa los labios: un torrencial fraseo vernacular, atravesado de préstamos lingüísticos e interpolaciones enriquecidas con vocablos del español, inunda el cielo electromagnético de la onda corta. Disparado en vertical, la voz del hombre rebota en la ionósfera y se desploma sobre mesetas, acantilados, desfiladeros, abras y cordilleras.

Corren los años sesenta y la potencia de Radio Tahuantinsuyo del Cusco suple la ausencia de alguna red de radioaficionados. Así, Mario Molina Almanza (Chumbivilcas, 1936), más conocido como Walaycho Qorilazo, se convierte en algo más que el puente aéreo de la región inca: no solo es el guía y conector de arrieros y caminantes; es un subyugante animador ganoso, resuelto y dicharachero que estimula la autoctonía, pone en el aire conjuntos musicales en vivo y derrama el ‘runa simi’ en su más exquisita versión oral.

Con el cambio de siglo y convertido en el héroe cultural de la región, Molina Almanza colgaría momentáneamente los micrófonos, postularía a una curul independiente y se convertiría temporalmente en padre de la patria. Luego de lo cual volvería al éter para cubrir el cielo de la capital con intrincadas armonías de cornetas, wakawaqras, pitos, flautas y tambores; con los diestros sopladores de cuernos waqrapukus y la grave sonoridad de los qorilazos, esos vaqueros altoandinos de alma insurrecta y dicción dulce.

LAZO DE ORO
“Conocí a Walaycho cuando era niño. Su voz se escuchaba con absoluta nitidez río abajo, en las remotas comunidades indígenas, por arriendos y chicherías”, dice el poeta Odi Gonzales (Calca, 1962), con seguridad nuestro estudioso más esclarecido del quechua. “Molina Almanza habla una variante cusqueña del Alto Urubamba. Su léxico entreteje un testimonio elocuente y llano, con estructuras e inflexiones propias del habla sur andina: uso de direccionales, conectores, diminutivos, onomatopeyas, apócopes y un sinfín de recursos provenientes de las estrategias narrativas orales”.

Ya convertido en catedrático de la Universidad de Nueva York, Gonzales vino a Lima el 2006 y, apenas se encontró con Molina Almanza, le rogó que aceptara como obsequio una grabadora conectable a una PC. La idea del profesor era la misma que en 1982 animó a los antropólogos cusqueños Ricardo Valderrama y Carmen Escalante: recopilar, transcribir y publicar uno de los libros peruanos más estudiados y traducidos en el mundo y menos leídos en el Perú: la autobiografía, en ese caso, del cargador de bultos Gregorio Condori y su esposa Asunta Quispe, de ocupación vivandera. Traducido al inglés en 1996 por Paul H. Gelles y Gabriela Martínez, aquel libro es un aparato icónico que resuena en el volumen que nos ocupa: “Walaycho Qorilazo. Memoria oral quechua en Los Andes. Mario Molina Almanza” recopila, transcribe, traduce y estudia con lupa el estatuto bilingüe del ex locutor radial, cuya dicción quechua de cinco vocales y dos semivocales se resiste al habla monolingüe. Articula perfectamente las palabras castellanas (pronuncia ‘caballo’ y no ‘kawallu’, por ejemplo) entendiendo que la dicción bilingüe de los mestizos es tan legítima como la del monolingüe. “No pocas veces concurren las interferencias idiomáticas, propias de su bilingüismo. Por momentos, las historias de Walaycho resuenan como las narraciones del personaje Palacitos de ‘Los ríos profundos’ o viceversa”, señala Gonzales.

HABLANTE NETO Y NATO
El hibridismo, en tanto resultado de los esfuerzos por atravesar un puente entre dos idiomas, importa pérdidas invaluables. Nuestros quechuahablantes, por ejemplo, al asimilar lexemas y expresiones, dejan que las formas sintácticas de su idioma se modifiquen para acercarse más a las del idioma europeo. Por eso el quechua de Walaycho es particularmente valioso, el de los mestizos que mixturan quechua y español. De los que, como Gregorio Condori, despliegan gran cantidad de verbos y formas que no están en los primeros diccionarios del siglo XVI ni en los modernos.

Preservada por tradición oral, el libro de Gonzales atesora la belleza de un idioma minucioso, sintético y limpio de retórica en 240 páginas perfectamente acompañadas por un CD: allí está más viva que nunca la voz del entrañable locutor cuyo trabajo le permitió urdir un laborioso pero contundente ‘speech’ para remontar, otra vez, cumbres nevadas, ríos, quebradas, fértiles tierras.

​Más información

Lugar: C.C. Inca Garcilaso.
Dirección: Jr. Ucayali 391, Lima.
Fecha: Jueves 4 de enero del 2018.
Hora: 7 p.m.
Ingreso libre.

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