Los buenos humoristas gráficos siempre son bienvenidos en las fiestas literarias. Y pocas horas antes de partir al Hay Festival de Arequipa, el argentino Liniers recuerda la emoción primera que significó para él sus lecturas de infancia: una combinación de angustia y seguridad al seguir el suspenso de las historias bajo las sábanas de su cama. Por supuesto, en su famosa tira “Macanudo” sobran las referencias literarias. Ahí está su pequeña Enriqueta leyendo a Julio Verne y a Mark Twain. Hoy, Ricardo Siri (Buenos Aires, 1973) elige a Stephen King como una de sus mayores adicciones. “Algún día me voy a cruzar con ese tipo y le voy a pegar un buen susto”, promete como quien espera una revancha.
—Un colega de Luces le preguntó a Stephen King a qué le tenían miedo los estadounidenses, y él respondió lacónicamente: “¡A todo!”.
Es una muy buena respuesta. Muy descriptiva de los ‘Asustados Unidos’. Le tienen miedo a su propia gente, a la gente de fuera, a los homosexuales, a la gente de color, a lo que hay en la comida... Por eso eligieron a Donald Trump, pensando que será el papá malo que le va a pegar a los tipos que les generan miedo. Ya tendrán más cosas qué temer dentro de poco...
—Recuerdo una historieta tuya donde contabas un encuentro con un tipo disfrazado de pollo en el baño de la Feria del Libro de Lima. ¿Es la mirada del extranjero que advierte el absurdo en que vivimos los peruanos?
Es América Latina, ¿viste?
—Quizás sea chauvinista, pero creo que el absurdo peruano alcanza niveles únicos. ¿Cómo lo adviertes?
Yo lo disfruto mucho. Lo del pollo me ocurrió la primera vez que vine. Era mi primera feria del libro, cuando presentaba el tercer número de “Macanudo”. Recuerdo que llegué a firmar libros, me senté en una mesa y se hizo una cola larga. Yo me sentía feliz. Pasaba el tiempo y seguía viniendo gente. Eventualmente, cerraron la feria y me pusieron un policía al lado. El policía miraba y me decía; “¡Liniers, firme, no dibuje! ¡Firme, no dibuje! Y yo trataba de explicarle que hacía el dibujo porque me daba vergüenza firmar solamente. ¡Esa situación no me ha sucedido en ninguna parte! Pero es lindo. Lo necesito, lo disfruto. Perú tiene un colorcito que disfruto mucho.
—Profundicemos: ¿de qué color hablamos?
No sé si sea una cuestión de caos. Mira que he estado en ciudades caóticas como Buenos Aires, donde hay tremendo quilombo. Pero el hecho de que un taxi vaya por las calles de Lima tocando la bocina a la gente es una locura. Para manejar aquí necesitás tener un sexto sentido, ver más allá de la realidad.
—Has incorporado a Picasso como personaje de tu tira “Macanudo”. Él decía que le tomó toda su vida aprender a dibujar como niño. En tu trabajo, no solo dibujas como niño, sino que también buscas pensar como ellos...
Es justamente eso. Cuando Picasso decía que dibujaba como un niño, no era por colocar un ojo arriba y otro abajo en sus retratos, sino pintar con el coraje, con el valor de un niño.
—La sensibilidad infantil siempre ha estado presente en tu trabajo, pero creo que este ha pegado un salto al incorporar las conversaciones con tus pequeñas hijas...
Es que todos cambiamos. El día que te dan a tu hijo, lo descubres como el ser más frágil del universo. Y te dices: si a este globito le pasa cualquier cosa, se me acaba la vida. Es una experiencia hipertransformadora.
—¿Crees que “Peanuts” es a “Mafalda” como “Calvin y Hobbes” es a “Macanudo”?
Creo que Charles M. Schulz y Oscar Steimberg tuvieron mucha influencia sobre Quino. Seguramente el esqueleto de “Mafalda” es el “Peanuts” de Schulz. En mi caso, si solo fuera Enriqueta, el esqueleto sería “Calvin y Hobbes”. Pero en “Macanudo” hay muchos personajes. Pienso que su base tiene más que ver con Monty Python. Creo que lo rupturista de “Macanudo” dentro del mundo de la historieta es eso: es una tira que no tiene un tipo de humor fijo.
—¿Eso explica que “Macanudo” haya llegado a las doce ediciones?
¡Seguro! Si hubiera solo dibujado tiras de pingüinos, al tercer libro habría terminado odiándolos. Pero aquí, si me canso de alguno, invento otro. Para mí los 10 años era un hito grande: por “Seinfeld”, por “Mafalda”, por “Calvin y Hobbes”, por los Beatles, que duraron una década. ¡No voy a durar los 50 años de Schulz dibujando a Charlie Brown, pero ya pasé los 10!
—Uno de tus nuevos personajes creados para la tira es, curiosamente, la muerte. ¿Cómo nace?
¡La Guadalupe! Viajé a México para un recital, estuvimos en Aguas Calientes, el pueblo de José Guadalupe Posada. Soy fanático suyo. Me encanta el humor mexicano tan bestia, en el que la muerte está siempre a la vuelta de la esquina. Recorrí el museo que conserva su obra, y pensaba cómo pude haber tenido 9 años con “Macanudo” sin tener algo que represente a la muerte y su fiesta. En “Macanudo” no hay certezas, es el antilibro de autoayuda. Yo no sé qué darle a la gente para que sea feliz. Solo sé las cosas que a mí me intrigan y me generan cuestionamientos. Y las analizo allí, en dibujitos.
—Dicen que con Donald Trump como presidente de EE.UU. se terminan los tiempos de la corrección política. Siendo conocido por tu humor amable, que evita la confrontación, ¿crees que se vienen tiempos en que deberemos ser más radicales?
¡Claro! ¡Vuelve el punk! Todo está muy cerca de convulsionar. Yo tengo mi lado oscuro, lo que pasa es que en “Macanudo” hago un gran esfuerzo para ser optimista. El diario todos los días te da una patada a la nuca, y pienso que está bien que en 10 cm de tira cómica haya algo de optimismo. Pero fuera de “Macanudo” siempre me voy al otro lado, soy el que se porta mal. En EE.UU. suenan dos canciones: la de su cultura, tan autocrítica, que encuentras en “Los Simpson”, en Bob Dylan, en la literatura. Y la otra, la del fascismo puro y el militarismo. Políticamente es un país muy jodido. Se viene un cambio de registro en todo sentido, con una derecha extrema que se siente muy empoderada, racista, xenófoba, hiperreligiosa, y que cree que es el momento de decir lo que quiere decir.