Cuatro personalidades de la literatura latinoamericana, sin proponérselo, se han convertido en personajes de una misma novela epistolar. Carlos Fuentes es el Dandi, el pachanguero, el empresario y promotor cultural con valiosos contactos. Vargas Llosa es el disciplinado cadete, pesimista y obsesivo, de confesa alergia a escribir cartas. Cortázar es el tipo entrañable, crítico generoso y a la vez despiadado, que de un característico bajo perfil asumirá luego una comprometida militancia política. Finalmente, García Márquez es el tímido del grupo: él aporta vida, calle y sentido del humor al intercambio entre estos cuatro violines de la afinada orquesta del Boom.
Editado también por cuatro investigadores (Carlos Aguirre, Gerald Martin, Javier Munguía y Augusto Wong Campos) “Las cartas del Boom” da cuenta de sus personalidades distinguibles pero unidas por una irrenunciable ambición de escribir novelas totales, una lúcida reflexión y acción política y una desenfrenada “pachanga” literaria. Al inicio, los escritores bordean los 30 años, aunque Cortázar es algo mayor. La primera carta data del 16 de noviembre de 1955, y un joven Fuentes, aún estudiante de Derecho de la UNAM, le escribe a Julio Cortázar, entonces un autor poco conocido radicado hacía 4 años en París. Le pide una colaboración para la Revista Mexicana de Literatura, que entonces dirigía. Esta misiva abre otros buzones, y poco después tendremos a cuatro escritores latinoamericanos descubriendo que América Latina es un territorio común, como describe Cortázar en misiva a Carlos Fuentes de 1966: “En el fondo, no andamos tan lejos unos de otros en Latinoamérica. A la hora de la verdad, nos encontramos todos presos en la misma comisaría o borrachos en el mismo café o frustrándonos con diferentes semejanzas. Créeme que un buen porteño comprende pronto a un buen mexicano y viceversa. Estamos todos jodidos por cosas parecidas y nuestras batallas, hablo de libros, de cuadros, de amores, son análogas”
Cuatro amigos comentan y celebran sus libros, reconociéndose especiales y convocados a la misión de modernizar su tradición literaria. Conforme vamos entrando a la prodigiosa década del 60, las cartas irán dando testimonio de cómo esta vanguardia entregó libros de gran impacto internacional. Con una visión adánica, aspiran refundar la literatura de sus países con la misma pasión con la que la Revolución Cubana aspiraba hacerlo a nivel político. Sin embargo, conforme las intrigas del régimen castrista empiezan a tener una presencia más fuerte, el tono va cambiando. Las discusiones literarias empiezan a perder fuerza. Las palabras se cuidan, temerosas de generar malentendidos. Vargas Llosa y Fuentes están decididos de objetar el castrismo. GGM y Cortázar muestran reticencia. Y tras la ruptura conocida, el intercambio será mucho más espaciado. Como conmovedor final, dos meses antes de su muerte, Carlos Fuentes escribe una última carta, un 14 de marzo del 2012, dirigida a García Márquez: “Muy querido Gabriel: ¡Felicidades por tus 85! ¡Pensar que nos conocimos hace medio siglo! Nuestras vidas son inseparables. Te agradezco tus grandes libros. Tu cuate, Carlos fuentes”.
Acompañado por el politólogo Alberto Vergara, el historiador Carlos Aguirre participó de la presentación del libro el pasado miércoles en la librería El Virrey. Allí, el investigador dio cuenta del trabajo colectivo que demandó esta búsqueda a lo largo de casi cuatro años en archivos. Lograron registrar 207 cartas, y está claro que otras tantas se perdieron. “Cortázar y García Márquez no guardaron muchas. Carlos Fuentes y Vargas Llosa guardaban todo”, comentó Aguirre, quien investigó en las colecciones documentales de estos últimos conservadas en las bóvedas de la Universidad de Princeton. “Hay en las cartas temas literarios, políticos, personales, chismes y, por supuesto, rajes. Mucha compadrería. Algunas veces da la impresión de que estos cuatro autores escribían sin darse cuenta de lo que estaban haciendo con esas cartas. En otros momentos se nota que tienen cierta conciencia de su importancia. Incluso bromean sobre ello: “Guarda esta carta para que después la vendas a Harvard”, le escribió Fuentes a García Márquez”, comentó.
En la presentación, Vergara destacó lo extraordinario que resulta contar con estas misivas de enorme valor documental. Y se permitió bromear al respecto. “Hoy día estos cuatro escritores tendrían un grupo de WhatsApp. Y me da pavor imaginarlos intercambiar memes de Julio Iglesias en lugar de estar escribiendo estas cartas”, afirmó. Pero más allá de la broma, está claro que los historiadores actuales verán difícil armar proyectos de este tipo, pues en tiempos de redes sociales, la materialidad para reconstruir el pasado resultará ausente. Como adelanta a El Comercio Augusto Wong Campos, coeditor del libro, incluso en la década de 1960 ya se perdían muchos archivos por falta de recursos de sus autores o por persecuciones políticas. “El escritor actual que se comunique por WhatsApp para discutir de literatura probablemente no merece ser estudiado desde ese ángulo en el futuro, sino sólo desde los libros que publicó. Estamos entonces hablando desde una posición de excepción: Las cartas del Boom es un milagro que sólo se podía realizar una vez, tal vez, porque no fue ni podía ser planificado, y porque hoy escasea acaso más que nunca esa conciencia de posteridad que estos autores tenían”, explica.
Cuando las cartas son literatura
Influido por el espíritu caribeño de García Márquez, la palabra “pachanga” marca muchas veces el diálogo entre los cuatro escritores. Sin embargo, hay también mucho ritmo natural y espontaneidad en esta “improvisación”, literaria más que musical, sugerida por estos textos. Así lo afirma Augusto Wong Campos, para quien podríamos considerarlos textos improvisados, pero en el sentido de “impromptu” musical. Muchas de estas cartas tienen la calidad de ensayos, es decir trascienden lo anecdótico y son literatura. El libro es el equivalente de tener a estos cuatro “compadres” en la sala de la casa, a gusto y riéndose, y sobre todo discutiendo fogosamente de literatura y de sus sociedades. Se sabía que eran amigos, que eran parte de una misma promoción, pero es la primera vez que de su propia letra puede ser uno testigo de la dinámica de esas relaciones en el momento mismo en que se daban”, afirma.
―“Guarda esta carta para que después la vendas a Harvard”, le dice Fuentes a García Márquez. ¿Crees que en algún momento los mismos autores advirtieron que con estas misivas estaban hilando un pensamiento colectivo?
Fuentes y Vargas Llosa estaban convencidos de que estas cartas no debían perderse, que eran un material trascendente, a diferencia de Cortázar y García Márquez que lo consideraban parte de sus vidas privadas. Por tanto, en algún momento extraviaron o destruyeron estos materiales. (Los cinco tomos de cartas de Cortázar publicados el 2012 existen no gracias al argentino sino a los remitentes que conservaron lo que él les escribía). Cortázar y García Márquez existen epistolarmente gracias a la manía de coleccionista de aquellos otros dos compadres. Se sabe que uno de los libros de cabecera de Vargas Llosa es la correspondencia de Flaubert mientras escribía Madame Bovary. “Las cartas del Boom”, en ese sentido, son entre otras cosas, la historia de García Márquez mientras escribía “Cien años de soledad”, contada por él mismo a tres de esos colegas a quienes incluso cita en aquella novela. No olvidemos que “Cien años” es considerada la culminación de una serie de novelas, y por lo que se ve en las cartas fue también la culminación de una serie de lecturas y conversaciones entre estos autores.
―Leídas hoy, es evidente que esta “pachanga de compadres” tiene también el sesgo de la visión masculina propia de la época. Las mujeres aparecen en este caso solo como esposas. Solo la escritora y crítica argentina Marta Traba parecería alguien con participación en este mundo, aunque a ellos les resulte antipática. ¿Cómo ves el papel de las mujeres en estos diálogos?
Las diferencias con Traba como las que tuvieron con Elena Garro eran de tipo literario en un caso e ideológico en otro, no había marginación de tipo sexual o de otro tipo. No hay que olvidar que estos cuatro autores provienen de sociedades subdesarrolladas donde su quehacer literario es de por sí considerado marginal, como lo es todavía, y eso les daba una conciencia de cuáles eran las reivindicaciones pendientes, de tipo político y cultural. Quienes mejor podrían defender a estos autores de machismo son escritoras contemporáneas que fueron sus amigas y aliadas: Alejandra Pizarnik y Cristina Peri Rossi a Cortázar, Elena Poniatowska (y aun Elena Garro) a Fuentes, Meira Delmar y Albalucía Ángel a Gabo o Blanca Varela y Beatriz de Moura a Vargas Llosa.
―Entre Cortázar y García Márquez casi no queda registro de diálogo. ¿Especulando, cuánto más crees que aportaría a esta “novela epistolar” los textos de dos escritores que decidieron no romper con el castrismo?
Toda carta nueva que aparezca de ambos autores siempre será bienvenida (de hecho, si me permites el aviso, quisiera pedir que SE BUSCAN), pues García Márquez dejó de comunicarse epistolarmente después de los años 70 y Cortázar tiene 5 tomos de cartas que son una de las obras maestras de la literatura latinoamericana, y del que estas Cartas del Boom serían como un sexto tomo. Felizmente ambos autores han dejado bastantes testimonios en forma de periodismo o ensayo sobre sus opiniones políticas, no siempre tan monolíticas como puede pensarse, y que ya merecerán espero una mayor comprensión y crítica ahora que el castrismo es cosa del pasado. Lo que nunca debería pasarse por alto es que su compromiso político siempre fue de buena fe y que a menudo a los 4 autores les hubiera convenido más guardar silencio o hacerse los indiferentes o abstenerse. La participación que tuvieron les conllevó dolores de cabeza pero decidieron usar su poder literario para participar en sus sociedades, con las discrepancias entre ellos mismos que se describen en el libro.
―Tienes la privilegiada perspectiva de haber editado estas cartas de puño y letra. ¿Más allá de su contenido, qué podrías decir de las personalidades de estos cuatro autores, plasmadas en su propia caligrafía?
Una mayoría aplastante del epistolario son cartas escritas a máquina. Cuando se volvieron más sofisticados, algunos empezaron a usar máquina eléctrica. Pero respecto a las escritas de puño y letra, no soy en absoluto especialista en el rubro así que sólo puedo responder como un aficionado: sus letras se entienden perfectamente pero sólo Cortázar y García Márquez hubieran aprobado con honores el curso de Palmer.
Cartas citadas
De MVLL a Carlos Fuentes (1964)
“Estuve en Lima la horrible sólo 10 días, pues el viaje a la selva que debía durar una semana duró tres debido al mal tiempo. En el Perú todo anda mal. Lima ha sido invadida por indios sin trabajo. Los mendigos atestan las calles. Todo está corrompido, la política, la gente, el aire. La solución, chez nous, pasa por el Apocalipsis (…) El Perú es el horror. Un día va a llover fuego, pero de la tierra al cielo”.
De Julio Cortázar a MVLL (1969)
“Pensar que estuvimos hablando de Arguedas en Londres, te acuerdas, y que ya estaba muerto. Curiosamente, después de lo que me habías dicho de él, la noticia no me sorprendió demasiado, puesto que Arguedas repetía en su último mensaje lo que tu habías adivinado sobre su estancamiento. Pero nada de eso altera la gran desgracia que es su muerte, y en cambio prueba hasta que punto él vivió y vivía para su obra, al punto de matarse frente a la imposibilidad de continuarla.”
De García Márquez a MVLL (1968)
“Tal vez yo me siento menos pesimista que tú, en general, porque soy fatalista: Nixon no puede ser peor que Johnson, Brézhnev no puede ser peor que Stalin, los militares del Perú no pueden ser peores que Belaúnde, nada puede ser peor que nada en este mundo de mierda, y con absoluta seguridad nuestras próximas novelas serán mejores que las últimas. No veo, pues, porqué tenemos que suicidarnos ahora si no lo hicimos el año pasado.”
De Fuentes a MVLL
“El pobrecito Arguedas (hijo mío: sólo serás buen escritor su te han devorado las pulgas o el romanticismo de la miseria) resucita, a estas alturas, la querella entre “indianismo” y “cosmopolitismo”. Pero todo era de esperarse. Lo doloroso, lo verdaderamente doloroso es lo que pasa en Cuba”.
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