Nuestros ministros de Cultura no tienen suerte con las entrevistas. Por experiencia, podríamos decir que muy pocos han permanecido en sus despachos poco después de ver publicados sus diálogos en la prensa. El ministro Luis Jaime Castillo es consciente del efímero paso de sus antecesores, pero prefiere no creer en maldiciones: “Yo soy el ministro 007 –afirma irónico–. Espero ser el último de este régimen”.
— “No hay tiempo para morir” se titula la próxima película de James Bond...
Y no hay tiempo para legislar, tampoco. Creo que hemos tenido buena y mala suerte a la vez: los dos primeros ministros fueron “promovidos”, el primero empezó en Cultura y terminó en Defensa, el segundo empezó en Cultura y ahora es primer ministro. Luego tuvimos algunos ministros que duraron poco tiempo, pero que trataron de meterle punche. En este gobierno los ministros de Cultura han durado poco, pero la institucionalidad permite que sus programas continúen.
— ¿No cree que la presencia efímera de los ministros no da a la institución una imagen de fragilidad?
De alguna manera sí. Sin embargo, en ese mismo tiempo se han podido sacar un montón de cosas. La institución funciona y tiene más continuidad que sus ministros.
— La ansiada infraestructura—
Cuatro grandes proyectos de infraestructura podrán darle al Mincul la solidez que necesita. Se trata del Museo Nacional de Arqueología (MUNA), cuya imponente obra civil concluye a fines de octubre. El segundo propone la renovación completa del Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia, en Pueblo Libre, convertido en el Museo Nacional de Historia. El tercero es la construcción del nuevo Archivo General de la Nación, también en Pueblo Libre, que resuelva las limitadas condiciones en que se encuentra nuestro patrimonio en papel. Y el cuarto proyecto resulta, para Castillo, la infraestructura más gravitante para el turismo nacional: el Centro de Visitantes de Machu Picchu.
En efecto, se trata de un edificio diseñado por la arquitecta Michelle Llona, que ocupará el lugar del actual museo de sitio Manuel Chávez Ballón. La visita a Machu Picchu se iniciará allí, en un espacio donde el turista se informará sobre la historia del sitio inca, además del cuidado con el que se debe comprometer el visitante. El Centro de Visitantes ha sido evaluado por la Unesco, institución que no solo le ha dado su respaldo, sino que lo ha considerado la solución a los problemas de Machu Picchu, desde la gobernanza del pueblo, el manejo de los desechos sólidos y líquidos, así como racionalizar su capacidad de visitas.
— Los temas álgidos—
—¿Cómo va la pelea por la ley del libro en un Congreso preocupado más con el adelanto de elecciones?
Parece que estuviéramos hablando de un escenario idílico, pero en el aspecto de la cultura, la relación entre el ministerio y la Comisión de Cultura es estupenda. Y en este asunto todos estamos de acuerdo. Nelly Cuadros, presidenta de la comisión, ha sintetizado las propuestas de los congresistas Miguel Torres, Luciana León y Francesco Petrozzi, muy parecidas entre ellas. Al final, tenemos un producto que no solo extiende las exoneraciones, sino que reformula el ecosistema del libro y la lectura. Es una nueva ley, no una barridita por encima de la antigua. Y recoge algo esencial para el sector cultura: los incentivos. Ya hemos acordado la exoneración del IGV y, en algunos casos, su devolución en la adquisición de bienes y servicios para las pequeñas editoriales. Lo que sobre de esas devoluciones irá a un fondo que permitirá abastecer bibliotecas públicas. Ya aprobada en la comisión, entrará al pleno. Y esperamos que el presidente de la República la firme pronto.
—Parece que el Ministerio de Economía es el único que no cree en las bondades de esta ley.
No me vas a creer, pero lo que te acabo de decir es lo que acabamos de consensuar con Carlos Oliva. Sirvió de mucho que el día de la inauguración de la Feria del Libro el presidente dijera en el podio que se estaba de acuerdo con las exoneraciones para mantener un libro barato.
—Con el actual ruido político, la celebración del bicentenario resulta algo desdibujada. ¿El Mincul ha replanteado sus tiempos de celebraciones en el 2024? ¿O el 2021 sigue siendo la fecha clave?
El 28 de julio del 2021 es una fecha emblemática. Es el día en que empieza la celebración. Pero esta va a durar hasta diciembre del 2024, y eso nos da un plazo para ir haciendo una serie de cosas, con hitos intermedios. Si tiramos la casa por la ventana en el 2021, nos quedamos luego sin nada para los siguientes tres años. En realidad, el ruido que mencionas se da de la puerta para afuera. Para adentro, no tenemos tiempo para pensar quién se pelea.
— ¿La nueva infraestructura del Archivo General de la Nación resolverá los robos producidos últimamente?
La situación es grave, y no es algo que haya ocurrido en el último año. No puedes quedarte cruzado de brazos: en este momento se han implementado medidas de seguridad más restrictivas. La entrada al archivo es solo con cita y los investigadores están limitados. Se cuentan los documentos hoja por hoja al entregarlos y al recibirlos. Queremos asegurarnos de que no son los usuarios quienes se llevan las cosas. Y si ellos no son, ¿quién? Pues tenemos que reforzar el control desde dentro. Pero somos conscientes de que, sin el edificio, no vamos muy lejos.
—Si el ladrón está dentro, de nada importa tener un nuevo edificio...
No podríamos generalizar. Pienso que no llegan a tres los funcionarios que hemos descubierto. La mayoría de los empleados del archivo son gente dedicada y apasionada, formados en la Escuela Nacional de Archivística. Los problemas se producen cuando, ante la gran demanda, se contrata a gente de la calle que no se puede filtrar. También tenemos un problema recurrente, y hay que decirlo: los fiscales no nos ayudan. Por ejemplo, la persona que, aparentemente, podría estar relacionada con el robo de la carta de San Martín fue filmada. Pero la fiscalía ha decidido no seguir el caso. Tampoco tenemos su ayuda cuando se invaden sitios arqueológicos.
—¿A la fiscalía no le interesa el tema del patrimonio?
Los fiscales que ven temas de patrimonio atienden otros muchos temas. Quisiéramos que haya fiscalías especializadas en delitos de patrimonio, como antes, pues las invasiones, las tomas de terrenos, el robo de libros y de documentos, tienen una naturaleza propia.