José Silva

Situaciones conocidas. Reflexiones contundentes. Así podría resumirse “Procesos autónomos”, el libro que acaba de lanzar el poeta Manuel Fernández (Lima, 1976) bajo el sello Estruendomudo.

Bastaron poco más de 50 páginas para que esta publicación --esquematizada al más fiel estilo de una tesis – confirmen los buenos comentarios precedentes sobre el también autor de “Octubre” (2006) y “La marcha del polen” (2013).

“Procesos autónomos” incluye no solo un conjunto de poemas (entre los que destaca, por ejemplo, “Del triángulo sin base a la desaparición del vértice” -- sobre el desalojo de La Parada a manos de la gestión edil de Susana Villarán--, sino además una introducción que cuestiona el vínculo entre la academia y la sociedad, conclusiones, y finalmente los detalles propios de una tesis: citas textuales, una nutrida y variada bibliografía y epígrafes.

En un breve diálogo con “El Comercio”, Manuel Fernández adelanta algunos detalles de su más reciente creación, la cual podría decirse cierra el círculo que iniciaron sus otros dos elogiados poemarios arriba mencionados.

El libro ya está a la venta en las principales librerías de Lima.

-¿Cómo se origina tu poemario “Procesos autónomos”?

Este libro tiene la estructura de una tesis. Empecé a escribirlo hace diez años. Desde ese momento tuve claro que quería trabajar diez poemas por separado, que no estén enlazados como en mis otros libros. Quería que estos trabajen un tema sobre la realidad o la historia del Perú. Lo que ocurrió fue que en el camino el proyecto fue mutando y de los diez poemas pensados inicialmente me quedé con siete. ¿Por qué tiene la forma de una tesis? Porque cuando era estudiante universitario no era de los más aplicados y nunca llegué a hacer un trabajo académico como tal. Soy de la generación que se graduó con el bachillerato automático. Siempre quise cumplir con lo académico y le di esa estructura al libro.

-Efectivamente, el libro tiene diversas citas…

Así es. Citas, notas a pie, introducción, conclusiones, bibliografía, es decir, todo el aparato que tiene una tesis.

-¿Por qué elegiste para tu portada esta ilustración inspirada en una fotografía de Alessandro Currarino sobre uno de los intentos de desalojo de La Parada?

Esta portada es producto de la imaginación desbocada de Álvaro Lasso. Siempre me siento a conversar con él, que había leído mi libro previamente, porque es mi editor. Nos sentamos, comemos, discutimos, seguimos comiendo, y luego a él se le ocurre ¡esta es la portada! Todo es parte de su imaginación enfermiza.

-¿Qué tan útil es la poesía en una sociedad tan compleja como la peruana?

Es una pregunta complicada. Siempre pensé que cualquier ejercicio literario o poético se encuentra ajeno a la vida pública, política y social de este país. Es cierto que hay muchos problemas de orden económico y educativo que fueron distanciando a la academia y a las letras del gran público. Siempre se ha culpado a la crisis, al poco presupuesto que se destina a educación, al poco interés, etc, y se ha acusado a esas decisiones políticas de este distanciamiento. Probablemente eso sea cierto, pero creo que existe una razón más importante: la propia academia y las personas que hacen cultura se han ido distanciando de las personas. Quizás en sus temáticas, en sus lenguajes o en las formas que abordan sus proyectos. Eso ocasiona que algunos piensen que la poesía en el Perú es inútil, o que hacer poesía es un acto, en el mejor de los casos inverosímil, y en el peor ‘quijotesco’ y fuera de lugar.  Considero que la poesía es muy importante, tanto como la narrativa o como el ejercicio de la medicina o de la arquitectura.

-Finalmente, ¿cómo haces para filtrar la buena poesía de la mala en tus lecturas?

En realidad siempre he leído más narrativa que poesía.  ¿Cómo filtro? Soy un lector bastante desordenado. Conozco a personas que han estudiado literatura o son críticos y leen por épocas, bloques o periodos. Lo mío es muy disparejo. Actualmente leo aquello que pueda conmoverme, independientemente de que esté escrito con un lenguaje muy elegante o quizás con mucho ‘punche’ y poco cuidado del lenguaje. Leo cosas que me puedan dar ideas de qué es lo que puedo hacer después. Últimamente valoro a los escritores que tienen punche para llegar a contar una historia.

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