“Tiene el sonido del viento en sus manos/ Tiene el secreto del mundo al revés/ Tiene las palabras exactas una y otra vez”, dice Daniel F en “Gatos de bronce”, una de las canciones más emblemáticas de un hombre que ha sido cantautor ermitaño, líder de una banda de rock, voz importante de la cultura subterránea, investigador, poeta, novelista y, nuevamente, cantautor ermitaño: los encierros y la cuarentena han completado un círculo que lo encuentra hoy componiendo y escribiendo intensamente. Como en “Gatos de bronce”, si hay algo que su trayectoria tiene en común es la habilidad para poner siempre las palabras en su preciso lugar. Lo ha dejado claro, a lo largo de los años, en otros temas como “Oirán tu voz”, “Oirán nuestra voz”, “Un lugar”, “Al colegio no voy más”, “El asesino de la ilusión”, “La karacola subterránea” o “El hombre del otro día”, además de libros como “Cuando llueve en Iquique”.
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Por eso nos acercamos a él en esta coyuntura. A inicios de este 2021 cumplió 60 años de edad, prepara una autobiografía y no se muerde la lengua al momento de hablar de política, música o de las consecuencias que está dejando la pandemia.
“Estamos acá en la casa con mi novia y los gatos, capeando esta plaga que parece no tener fin”, nos dice Daniel F a los pocos instantes de iniciar esta conversación. Pasa los días tranquilo, respetando todos los protocolos de salud hasta que llegue la vacuna. “El sueño siempre ha sido tener un grupo de rocanrol y tocar y hacer mucha bulla”, confiesa, como resumiendo en una sola frase toda su carrera. Pero nosotros queríamos saber más.
¿Cómo has vivido esta etapa de encierro y preocupación constante?
Bueno, es un tiempo extraño. Extraño y nefasto, donde la esperanza y las ilusiones andan ya muy desalentadas. La pandemia ha traído una serie de rostros, algunos bastante heroicos, que nos empujan a identificarnos con algún tipo de situación o emoción, como aquellos que se suben a pisos altos de un hospital para al menos despedirse de un familiar o sumarnos a su alegría cuando de pronto ven que su pariente o amigo reacciona positivamente. Y también están los otros rostros, los descreídos que piensan que todo es un circo, un invento de los medios para vender más noticias y que todo es un complot comunista. Y, por otro, los desgraciados, los que se aprovechan de estos días para hacerse millonarios a costa de la salud de la gente, del miedo y de la muerte. Entre estos vemos a los políticos, los dueños de clínicas o cadenas farmacéuticas a quienes la vida, sino es la suya, no les importa absolutamente nada.
Qué difícil zafarnos de este tipo de políticos, ¿No? Tú los has escuchado desde hace décadas, debes estar aburrido al ver a tanta gente que les cree y les da eco a sus mentiras…
Lo que ha crecido desde lo que he visto de muy chico es la informalidad en la política peruana. Eso y el tomar el Estado como un botín son las constantes que hemos tenido que padecer en los últimos años. El siguiente Congreso dudo que tenga una gran mayoría parlamentaria, así que lo que probablemente veamos sean pedidos de vacancia desde un comienzo del nuevo mandato. Ya estamos forzados a convivir con una crisis constante.
¿Qué crees que ha significado para los peruanos ver la muerte tan de cerca y tan permanentemente como ahora? ¿Cómo crees que eso nos pueda afectar a mediano plazo?
Es un tiempo que parece una película, con un guion espantoso, pero de la que tenemos que salir como sea. No me imagino las consecuencias de esto o quisiera no imaginármelas. No quisiera pensar en eso. Simplemente estamos esperando que al fin podamos salir de las casas lo más tranquilamente posible, volver a hacer nuestras vidas lo más normal que podamos y que tengamos en cuenta todo lo que ha sucedido. Que no nos olvidemos de todo esto que hemos pasado y seguimos pasando. Y a ver qué se puede hacer en el camino, ¿No?
Se ha usado mucho en este contexto la palabra “cambio”. Cuando comenzó la pandemia se decía que íbamos a cambiar, que nos reinventaríamos. Hoy, algunos políticos hablan también de “cambiarlo todo”. ¿Crees que es real, posible, aterrizado?
Justo cuando recién comenzaba esta cosa, a los 5 meses de encierros, un reportero muy optimista veía el futuro y pensaba que la gente iba a salir más buena de todo esto. Pensaba que la gente se estaba dando cuenta de que hay muchas cosas malas. Y yo le dije, sin querer pincharle el globo: “No. Lo que va a salir es lo peor de las personas. Lo que va a salir es lo peor que tiene el ser humano. Y va a ser terrible”. Y bueno, comienzan a pasar todas estas cosas que vemos alrededor y, francamente, da vergüenza, da escozor, da miedo el ser parte de esta raza humana.
Este concepto del cambio del que hablamos hace unos momentos, quería vincularlo ahora a la escena nacional, que se ha transformado significativamente desde que tú empezaste a inicios de los 80, hasta hoy. Si bien hay mucho y muy variado talento, es difícil encontrar bandas verdaderamente contestatarias o rebeldes, con un rollo comprometido con determinadas causas. ¿A qué crees que se deba esto?
Claro, sí, pero no es una condición obligatoria. No es obligatorio que todos los jóvenes que se meten a hacer música tengan que ser contestatarios. Ya verán ellos si tienen algún compromiso con la realidad, con su entorno social, con la política, pero no es una obligación. Y, la verdad, siempre ha sido así. No todos los que han participado de algún movimiento fuerte han estado realmente comprometidos, simplemente han estado ahí porque la historia así lo quiso, pero después pasaron a hacer otras cosas.
Pensaba en ese tema a partir de algunas conversaciones con amigos. Se habla de que este es un momento en el que se dan tantas discusiones sobre temas progresistas, derechos humanos, de las minorías, batallas políticas trascendentales en el contexto de la pandemia, y es inevitable preguntarse ¿Dónde están los músicos que canten lo que está pasando ahora? Y hay mucho talento, pero a ratos se siente que parte de estas discusiones que parecen exclusivas de políticos podrían abrirse mucho más a la ciudadanía si hubiera artistas que participaran continuamente de ellas para enriquecerlas. Y eso parece que sí falta un poco en nuestra escena…
Bueno, sí. O sea, de repente ese es un ideal al que muchos aspiran. Pero, en realidad, yo apuesto más por la libertad de los jóvenes para encaminar la vida como mejor les parezca. Yo he conocido un montón de colegas que para nada han estado comprometidos con ninguna lucha, no han sido conciencia de nada, porque están en otra cosa, tampoco tengo porque exigirles una militancia. Es como la poesía o la literatura que, a pesar de ser un poco más libres, igual a veces están sujetos a ciertos códigos bastante alejados de cualquier compromiso social. Entonces, la verdad, yo no espero nada especial de nadie. Simplemente, que hagan bien su vida y nada más.
Tú mismo, en los 80 y 90, lanzabas tus conceptos políticos o sociales en medio de tus conciertos sin morderte la lengua y te has soplado políticos desde la dictadura militar hasta ahora. ¿Qué es lo que más te harta? ¿Qué es lo que crees que no va a cambiar?
Bueno, no me preocupo mucho por qué cosa no va a cambiar o cual sí. Yo soy uno de esos hippies urbanos que esperan lo mejor de las personas y de los acontecimientos. Soy un tipo que se reconcilió con la esperanza en un momento dado, y antes era bastante descreído, nihilista y todo eso, pero con el tiempo me vine a reconciliar con la esperanza, después de mi último intento de suicidio. Entonces, por ahí vi que la esperanza era una puerta que estaba libre de ser cruzada, de poder caminar por ahí cuando quiera. Yo sí soy un tipo que tiene mucha esperanza. Así sea en estos momentos en que estamos muy jodidos, yo sigo viendo un país con muchas posibilidades. Siempre va a ser nuestra utopía esto del Perú…
¿Esto quiere decir que ya no piensas, como lo has cantado en algún momento, que “la esperanza es mierda a colores”?
No, sí, eso sí, siempre lo canto y esa parte siempre la canto mucho más fuerte porque quienes a veces nos venden esperanza son, justamente, estos tipos que engañan con falsas esperanzas. Y nos las quieren vender a todo color, muy lujosamente. Ante esos hay que estar siempre en guardia.
Hablando de estar en guardia, es llamativo que en nuestra escena rockera se esté dando una polarización política muy curiosa. No deja de sorprender encontrar conservadores radicales, ultraderechistas conservadores u ortodoxos de la religión en un mundo tan aparentemente libre y abierto como la música. Esas diferencias parecen hacerse cada vez más notorias. ¿Cómo lo ves tú?
(Risas) Sí, he tenido discusiones, claro, y he visto que algunos postean sus preferencias en este momento, porque tú sabes que el tiempo de elecciones es un tiempo donde todos se enfrentan contra todos, todos andan de pronto muy sensibles, futbolizando la situación política. Que si no votas por mi candidato te dejo de hablar… al menos hasta después de la segunda vuelta (risas). Pero sí, por ahí que es parte de un sector bastante divertido, si quieres decirlo, ver cómo amenizan esta situación que ya de por sí es bastante seria y caótica. Algunos, claro, lo toman bastante en serio, de hecho tiene que ser así, es lógico. Yo no podría estar tocando con alguien que sea un facho o que sea misógino o que sea homofóbico o antiizquierda total. Yo no podría estar con esas personas de ningún modo. Andar con talibanes no es recomendable.
Viendo en retrospectiva tu carrera, ¿Qué tan raro ha sido pasar de los conciertos que dabas en locales subterráneos en los inicios con Leusemia, a estas presentaciones virtuales que haces desde tu casa, con una atmósfera completamente distinta?
En realidad las atmósferas siempre han sido variadas, lugares pequeños, oscuros, o muy grandes, muy iluminados. Y esto que estamos haciendo ahora es simplemente una respuesta a la situación en la que estamos, a esta emergencia que vivimos y, bueno, es lo que hay. La diferencia en realidad para nosotros, para los que hacemos la música, cantamos, no creo que sea tan dramática, creo que el drama está para la gente, ellos son los que tienen que pensarlo dos o tres veces para ver si compran una entrada para ver a alguien en un dispositivo móvil, en su casa, solitos, tomándose una cerveza y viendo un concierto. Para la gente es más duro el cambio, para nosotros no creo que sea tan distinto, porque vamos a hacer exactamente lo mismo, frente a un micrófono, con nuestra guitarra y a cantar, no hay mucha diferencia.
¿Y la calidez, la sensación presencial, la gente en cantidades, los gritos, las voces coreando tus canciones, todo ese feedback?
Sí, claro, y de hecho es súper hermoso poder tener a la gente que te mira, que te saluda, que te sonríe y que se ríe con tus bromas y todo, pero eso ya depende de la temperatura de cada persona, de cada artista que hace un show, porque yo, por ejemplo, en conciertos así, gigantes, cuando hemos tocado con un montón de gente, con unos equipazos, estoy más pendiente de que no falle nada, de acordarme la letra, de ver que todos estén en sincronía con todo, que el del sonido no se vaya, que el de las luces haga ciertos quecos, pensando en no olvidarme ningún detalle. Entonces, estoy más preocupado en eso que en el calor o la gente. Yo estoy bastante distraído en ese momento como para darme cuenta de eso. O sea, yo recién disfruto un poco más los conciertos cuando los veo ya filmados. Veo los videos que sube la gente o que nosotros mismos hemos hecho y paro y recién me doy cuenta y digo “Ah, mira, qué bacán que ha estado todo” (risas).
Justo has cumplido 60 hace poquito. A estas alturas, ¿Aún escuchas tus canciones del 85 o de antes? ¿Cómo ves al Daniel de esos tiempos al hacerlo?
Yo me emociono. Lo que sucede es que, con esas canciones en particular, yo me emociono mucho, tanto que a veces no puedo terminarlas bien cuando las canto, o en el camino se me hace un nudo en la garganta poder cantarlas completas, porque me emociona el hecho de que yo haya compuesto una canción en 1979, 80, 81 y que la esté cantando 35, 40 años después y con esa pasión y que la gente la siga pidiendo y todo. Entonces, para mí eso es muy fuerte. Son canciones que han sobrevivido a la vida, no sé, porque nunca las han pasado por radio, ni han tenido un videoclip, nunca han sido famosas y, sin embargo, siguen acompañándome. Con los 60 años, por ejemplo, lo primero que se me vino a la mente fue eso. Primero, la sorpresa de haber vivido tanto, de seguir cantando estas canciones y de haberme salido con la mía. Nadie daba un céntimo por alguien cuya única diversión y pasión eran y son la música, la historia, componer canciones, ver televisión, escribir y cantar en conciertos. Siempre imaginé que mi vida iba a ser un corredor oscuro y muy corto. Pero, de pronto, ya llevo todos estos años haciendo las cosas que me gustan y viviendo de estas actividades. Hay una frase que le dije a un colega un tanto mayor que yo, pero que de igual modo sigue en carrera. Él se quejaba un poco de estas paralizaciones y de la inactividad, y le dije, casi susurrando: “Oe, compadre, tienes que admitir que hemos tenido una vida maravillosa. Así que no jodas y a seguir remando. Que no nos vamos a hundir por esta pequeña pausa, pues. Porque en realidad es solo eso, una pausa, una muy terrible y trágica pausa, de la cual esperemos poder salir airosos.
Desde las épocas iniciales con Leusemia has mostrado varios rostros musicales. En los oídos de muchos, tus temas han pasado del punk más visceral a temas sinfónicos, acústicos o progresivos. ¿Cómo ha cambiado tu modo de componer, más allá de las etiquetas?
No, no, nunca cambia. Yo soy más bien de los que nunca cambian. Soy de los que se mantiene, soy un cabeza dura que no permite que haya cambios. Siempre he estado a favor de los 70, siempre he estado ahí haciendo cosas setenteras y pendiente de los 70, siempre. Siempre he estado con eso de hacer canciones acústicas, sinfónicas, rocanroles y sobre eso siempre ha girado todo. Todos los discos que hemos hecho han intentado girar por ahí, sobre todo después del A la mierda lo demás. Hospicios, todos, han sido así, canciones muy suaves, acústicas, sinfónicas. Siempre ha sido una combinación de todo. Bueno fuera que variara mi manera de componer. ¡Sigo componiendo exactamente igual que en 1974! (risas). No puedo salirme de ese círculo. Si algo tienen que objetarme, es que no me haya salido nunca de mi pequeño círculo sonoro.
¿Y qué tipo de canciones componías en 1974?
En esa época era más pegado a una de mis bandas favoritas, que se llama Status Quo. Con ella siempre hemos tenido una relación de amor puro. El rock and roll, así, todo el tiempo para adelante, dos, tres acordes, totalmente Chuck Berry por todos lados y a una velocidad increíble. Entonces, cuando apareció el punk y las descripciones me contaban que era música muy rápida, yo pensaba que sería más rápido que Status Quo, que Thin Lizzy, pero de pronto no eran así, eran más suaves, más lentos (risas). Entonces, mi amor por Status Quo se mantiene intacto. Siempre quise hacer un disco como ellos.
¿Es la composición el momento más íntimo de tu vida? ¿Preparas las cosas alrededor tuyo, o a ti mismo, o todo surge espontáneamente mientras estás en otra?
Es una combinación de intentar contar cosas, de intentar contar algo personal y combinarlo con algo estético, con alguna forma literaria con la que esté cómodo. Entonces, puedo contar una historia a través de 2 o 3 versos que están metidos ahí, mientras lo demás es más un arbusto alrededor que algo que te complemente. Es por eso que son canciones que tienen múltiples lecturas. Y la gente siempre anda contándome sus propias lecturas de las canciones, me cuentan temas diversos alrededor de ellas. “Oe, esta canción la hiciste por mi abuelita, porque es exactamente igual” o “Esta es por mi pueblo, porque pasó justamente lo mismo”. A veces pasan esas cosas y coinciden.
Se escucha mucho el término “rock peruano”, no se sabe si como un género aparte o como un concepto abstracto. ¿Tú crees que se puede decir qué es “el rock peruano” o “hecho en el Perú”? ¿Qué es de su vida? ¿Dónde está?
Bueno, ahorita todos estamos confinados, todo el rock que se hace en el Perú, quienes lo ejecutan, están encerrados, pero cuando se termine todo esto de los encierros y la pandemia, lo que va a pasar es que -y lo espero muy encarecidamente- los grupos de rock que hacen rock o pop o fusión, todos, van a salir a destrozar todo, van a salir a dar lo mejor de su trabajo. Yo creo que esta va a ser una escena genial, tenemos bandas increíbles. Por un lado, porque no tenemos una industria que nos masifique, entonces, como no hay una industria tan Grammy, tan MTV, los grupos hacen la mejor música, la música con la que su corazón esté tranquilo, con la que su corazón esté bien. Van a hacer música con el corazón, para su corazón. No dependen de ningún ranking, de ninguna entidad musical, y ya se sabe que no vamos a vender muchos discos, entonces ¿Para qué preocuparnos en hacer un disco pretendidamente comercial si igual nadie lo va a comprar? Así que hacen la mejor música que se puede, así no sea comercial, así no venda nada. Gracias a eso tenemos las mejores propuestas. Esta escena, cuando se termine esto, va a reventar.
Y tú compartes mucho con esas nuevas generaciones de músicos y también de oyentes. Eres muy activo en Facebook, pero no en Twitter...
No sé usar Twitter. No sé cómo se usa, no sé para qué sirve. Tengo un Twitter ahí, y lo que se ha hecho es enlazarlo con mis cuentas de Facebook. Cada vez que comento algo en Facebook, sale en Twitter, pero como no es así la cosa, supongo que no tiene mucho movimiento.
No, no, mejor. Ten paz en la vida, no lo uses…
(Risas) No, tampoco uso mucho Instagram. Pero el Facebook sí se mueve un montón, son varios miles de personas que a veces se juntan alrededor de un solo mensaje, entonces es bien alucinante la respuesta. Es como cuando prendo la transmisión en vivo, así, sin avisar a nadie y de pronto digo: “Voy a transmitir”. Prendo, comienzo a hablar y comienza a entrar la gente, ¡Qué bestia! Yo no sé cómo se pasan la voz, cómo es eso. No entiendo para nada. De pronto veo mil, 2 mil personas conectadas (risas). Es alucinante.
Y si das un vistazo hacia atrás, lo qué vives ahora es sorprendente. Cuando recién comienza alguien en la música, ruega que 2 o 3 personas lo escuchen o, al menos, juntar una manchita de fans. Pero ahora, con un par de clics, tú tienes a miles conectados. Puede ser fascinante y abrumador al mismo tiempo, me imagino…
Sí, pues. Yo comencé a tocar en la calle. Agarré mi guitarra acústica y comencé a tocar en la calle. Primero comencé a cantar en mi balcón, eso fue lo más lejano que cantaba de mi casa (risas). Luego del balcón, me armé de valor e hice algo que no había imaginado que podía hacer. Era 1978, 1979. Ahí, además de cantar en el balcón, me fui al centro del barrio. Me iba a las bancas del barrio y comenzaba a cantar. Estaba ahí con la guitarra hasta que alguien me decía: “Oe, a ver, cántate algo”. “Ah, ya, claro ¡Que chévere!”, decía yo, y al toque. Pero antes yo les hablaba de la canción, de qué se trata, cómo la hice, hacia dónde apunta. O contaba alguna historia al respecto. Y entonces ya la gente se pre-preparaba para escucharme. Y comenzaba a cantar y ya. Después me armé más de valor y salí del barrio y me fui a cantar a los parques, pero siempre en la misma Unidad Vecinal Número 3. Y comenzaba a cantar solito, hasta que se juntaba 1, 2 personas, una pareja, qué se yo y comencé a tener una especie de público. Igual, yo hablaba antes de cada canción, contaba cómo era, de que venía cada tema. Y esa es una manera que mantuve hasta el día de hoy. El poder contar una historia antes de la canción. Claro, tiene la intención de que a la gente le interese escuchar tu canción. Que digan: “Esa historia está buena, tu canción debe ser mejor”. Así que se quedaban a escucharla. Y así fue como comencé, cantando solito, como cantautor y 40 años después estoy acá, cantando solito, como cantautor. Como te digo, soy un tipo que no se mueve mucho de su círculo sonoro y está ahí, permanente, en esa cosa.
Daniel, y ahora que se habla tanto del Bicentenario, ¿Qué crees que tenemos para celebrar los peruanos, considerando el contexto actual?
Bueno, ahorita, al menos los que quedemos, vamos a celebrar que hemos sobrevivido. Eso es lo que más vamos a celebrar, haber superado esta oscura etapa y poder reencontrarnos con los familiares o con los amigos que nos queden, ¿no? Si es que hay alguna celebración, será esa.
¿Estás componiendo en estos días? Sé que también estás preparando una autobiografía…
Sí, siempre estoy componiendo, todo el tiempo, aunque ahorita estamos un poco a full con esto de la segunda edición de Por las olvidadas raíces del punk rock, que se anunciará formalmente en unos días. Pasa también que estamos ocupados con mi nuevo libro, una autobiografía que pensábamos presentar el año pasado, pero llegó la pandemia y paramos todo. Esta publicación va a tener que esperar hasta el próximo año. Es una autobiografía sobre lo que sucedía mientras yo sucedía. O sea, mientras yo me hacía músico, grababa discos, algo pasaba al costado. Y yo cuento solamente esas cosas del costado, no hablo nada de mi música ni de los discos, si no que cuento las cosas que han pasado paralelamente, alguna aventura, algún ajetreo. Mientras grababa tal disco, pasaba esto, ¡Pum, mierda! Va a ser una autobiografía bastante singular, siempre con el buen humor y toda la cosa. Yo creo que va a gustar también. Cuento cosas como cuando quise aprender a bailar, y yo tengo dos pies izquierdos, no la chunto, así que te cagas de risa. Igual, también me sumerjo en las partes más oscuros de mis intentos de suicidio, cómo fueron y todas estas cosas. Y cómo fue que salimos de todo eso. Cuando hablo en plural y digo “Salimos”, lo hago porque hablo un poco por mí, por mi alma, por mi locura. Porque dentro de mí somos varios, así que tengo que hablar así.
“Me asomé un 4 de enero/ hubo espanto en derredores/ El barrio estaba hecho rumores. Otro anticristo ha llegado señores”. Inevitable recordar Memorias, al saber que cumpliste justamente 60. ¿Cómo se siente una cifra como esa en un espíritu permanentemente joven como el tuyo?
Bueno… la verdad, no me he dado cuenta. De pronto llegaron los 50, llegaron los 60 y no me di cuenta que estábamos pasando por esas edades. Pero se siente normal, ¿no? Mientras pueda seguir cantando, mientras pueda seguir pasándola bien, haciendo ejercicios, yo hago gimnasia en casa, trato de moverme más dentro de la casa porque no salgo. Y, como te dije, la primera sorpresa que se me viene es eso, el haber llegado a esta edad. Nunca hubiera imaginado siquiera llegar a los 30 años. Yo no pensaba pasar de ahí. Y de pronto llegaron los 40, 50 y 60 llegarán los 70, 80 y vamos a seguir en el mismo círculo de las canciones acústicas, rocanroles y sinfónicos y voy a seguir escuchando Los Ramones, Status Quo, Pink Floyd, los Beatles, los Stones, a Bob Dylan, en fin, todo lo que siempre me ha iluminado, lo que siempre me ha emocionado y lo voy a seguir escuchando con la misma pasión.
Con esa pasión con la que saludaste a Iggy Pop cuando llegó a Lima. Es una imagen lindaza la que quedó…
(Risas) Sí, claro, lindo. Iggy Pop lo máximo. Cuando uno ve las entrevistas por video o por escrito ya más o menos te das cuenta el tipo de persona que es. Entonces, yo sabía muy bien que podíamos tener un acercamiento no tan difícil. Apenas apareció en el aeropuerto, yo simplemente alcé los brazos y le pasé la voz. Me vio y ¡pum!, se vino corriendo y ahí nos abrazamos. Claro, yo pensaba exactamente eso, que eso es lo que iba a hacer. Yo imagino que también haría lo mismo Bruce Springsteen. Yo sé que si yo hablo con él y lo llamo, él va a venir corriendo, porque hay personas que son tan trasparentes que sabes que podrías tener un acercamiento de ese tipo.
En una entrevista que te hicieron hace 4 años, dijiste “Debo ser una de las personas más felices de este país”. ¿Cómo te ves ahora en un contexto como el que vivimos?
Eso no cambia, esto no me quita la felicidad. He tenido una vida, como le dije al compadre que te comenté hace un rato, con el que conversábamos mientras él se quejaba de las restricciones actuales y salió decirle eso: hemos tenido una vida maravillosa, estamos haciendo las cosas que nos gustan, la música, hemos paseado por todo el mudo, por todo el país, con todos los gastos pagados, buenos hoteles, buenos restaurantes y sin que te lo hayas propuesto, entonces, quejarse, es lo último que podrías hacer. Simplemente debes sentirte bendecido y agradecido. Y esto que me comentas que dije en una entrevista, de hecho se queda, siempre se va a quedar. Yo, ahorita, acabando la conversa, me voy sentar a ver televisión tranquilo, con una fruta en la mano, con mi novia al lado, con mis gatos dando vueltas. Esa es la felicidad. Yo creo que el equilibrio espiritual, mental, sicológico, si quieres, te lo da estar con las personas y criaturas que quieres y amas.
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