Desde los ventanales de su oficina se divisa una intersección de la agitada avenida Canadá. Más allá, las estribaciones de los Andes copadas de casas de ladrillos expuestos. Mucho más acá, la ropa colgada de los cordeles en los techos de los edificios vecinos, los tanques de agua, la vida que discurre, despiadada casi, ajena a la sublime melodía de violines que resuena al interior de la radio. Colgado de la ventana de la oficina, por si acaso, un gran talismán de ojo turco hace lo que puede contra las envidias.
Instalada desde hace tres años en el local del Ministerio de Cultura sobre la avenida Javier Prado, Radio Filarmonía (102.7 de la FM) dejó atrás la encantadora casona barranquina que habitaba en la arbolada avenida Pedro de Osma. Hecha de mudanzas, penurias económicas y grandes esfuerzos, la historia de la radio va de la mano de su directora: Martha Mifflin.
A contracorriente de los usos para las señoritas modositas de la época, Mifflin ya competía en carreras de motos antes de alcanzar la mayoría de edad, lo que en más de una ocasión le significó que la enviaran de castigo a la hacienda familiar en Chincha. Para recapacitar, digamos. "He hecho todo lo que he querido", afirma. Ahora, celebrando 35 años de la emisora cultural peruana, Mifflin rememora los momentos más difíciles vividos en la radio y la feliz influencia de su padre, quien solía llevarla a oír los conciertos de música clásica a la cazuela del Teatro Municipal.
—Cuando cumplió 30 años la radio, me dijiste que tu gran sueño pendiente era transmitir a toda la república.
Fíjate tú, hace cinco años, y sigue siendo lo mismo. Con la diferencia de que no teníamos las relaciones que hemos venido haciendo a lo largo de los tres años que estamos aquí en el ministerio. Lo veo más factible. Veo más interés por la radio. Tengo hasta el 2021 para que se haga realidad, y descansar un poquito. Tengo un montón de nietos y una bisnieta, y quiero disfrutar, porque tengo 45 años trabajando en radio, y siempre ha sido complicado. Para que la radio siga adelante se necesita auspicios, y el departamento de ventas está delante de ti (se señala a sí misma), y esto no quisiera seguir haciéndolo más. Si tuviera los ingresos necesarios que me dejaran trabajar con tranquilidad, muchas más cosas podríamos hacer: proyectos, conciertos.
—Entre los principios de Filarmonía está el de hacer que una música 'selecta' sea música para todos.
Eso es lo que hemos creído hasta que apareció esta emisora. Cuando estábamos en Gregorio Escobedo, la radio tenía pocos años, y la familia que nos alquilaba la frecuencia nos dijo un día que teníamos que pagarle el doble porque tenía otra propuesta. Entonces, cogí el micrófono y le dije a los oyentes que la radio estaba a punto de desaparecer a menos que todos nos pusiéramos a trabajar, y que fueran a conocer la radio y depositaran lo que pudieran. ¿Tú crees que llegaron mis amiguitos? Los que llegaron fue un grupo de gente que yo no sabía que eran mis oyentes, gente de los pueblos jóvenes, con sus hijitos, con la abuela, los tíos, y nos ponían tres, cinco soles, y desde entonces, hace 17 años, nos hicimos el propósito de nunca cerrar, porque cualquiera de nosotros se va al festival de Salzburgo o al Metropolitan Opera House en Nueva York, pero no un gran grupo de oyentes que son los que tenemos. Desde aquel día ya no tuve dudas de "Ay, qué flojera, mejor me voy a la playa y no trabajo más". Cuando tuvimos el primer concurso de canto lírico, al primer muchacho que salió ganador, un canal le hizo una entrevista en su casa y me tuve que refregar los ojos porque no sabía que el chico vivía en un arenal. Ese chico se fue a estudiar a Italia.
—Dempsey Rivera, que falleció.
Sí, este chico, con las pocas facilidades, gracias al concurso terminó en Europa. Sabe Dios si el 2021 seguiré adelante, pero simplemente me gusta el hecho de que todavía me interesa esto como desde el primer día.
—Como los amores de verdad.
Exactamente, 'for good'.
—Hablábamos hace un momento del traslado del bellísimo local de Barranco al ministerio.
Nosotros salimos, por culpa del MRTA, de las oficinas de radio El Sol, donde fundamos la radio. Teníamos dos años trabajando ahí, y ahí nos íbamos a quedar, cuando entró el MRTA, nos encañonaron, al baño todo el mundo, una bombita, varias bombitas, y pintarrajearon toda la radio, porque buscaban radio El Sol y estábamos en las mismas oficinas. Nos llamábamos Sol Armonía en esa época. Entonces, no nos buscaban a nosotros, sino a radio El Sol que era muy potente y se escuchaba en toda la república, y pusieron su mensaje a mediodía, que se transmitió a todo el Perú. Y mientras iban pintarrajeando se dieron con otra cabina y la operadora les dijo: "De esta radio ni se ocupen, es una radio clásica, no la escucha nadie". Entonces, al otro lado eran los mensajes y yo estaba con Mozart. Pero al salir dijeron: "Vamos a regresar", y nos quitamos. Nos fuimos luego a Gregorio Escobedo. Estábamos felices ahí y bum, me la quitó el propietario. Nos mudamos a la casa del costado, estábamos ahí y bum, me la quitaron. En Barranco estuvimos cinco años dichosos cuando me la piden los De Osma. Entonces, me llama Diana Álvarez Calderón para decirnos que nos daba un espacio en el ministerio, y celebramos el convenio un poco angustiados, y mira tú esto: una maravilla.
—¿Y cuál ha sido para ti el momento más gozoso que te ha dado la radio?
Tal vez lo que más he disfrutado es simplemente que la gente me reconoce. Para mí es un gran placer cuando me encuentro con alguien que nos dice que nos escucha todo el día. El reconocimiento del público es lo único que me beneficia de este trabajo, digamos. Eso es todo. ¿Qué otra cosa puedo recibir?... Basta que alguien te diga que escucha la radio o que le gusta la música clásica, para que nos demos un abrazo; es como una cofradía. Si me dices que mueres por la música clásica, ya te conozco; o sea, es un perfil de gente similar, y lo que más me asombra es que nuestros principales compositores son de la sierra. Celso Garrido Lecca es de la costa, de Piura, pero los demás, como Teodoro Valcárcel, son de Puno, Cusco. Hay mucha música maravillosa en la sierra, mucho intérprete y compositor. ¡Y las voces! Cuando hacemos el concurso de canto lírico, los muchachos que vienen de la sierra tienen unas voces impresionantes. Será, pues, la sequedad. Qué será. Pero las mejores voces están en la sierra, y ahí tiene que estar la música. Yo me desespero y digo: "¿Cómo es posible que estemos solamente en Lima, cómo es posible?".
—Finalmente, ¿cuál sería el fondo musical ideal para el momento político grotesco que vivimos?
Schönberg o cualquiera de estos compositores fuertes, de mucha percusión, instrumentos de viento, de toda la orquesta a la vez tocando, sin pasajes líricos, suaves. Eso podría reflejar exactamente el momento.