Lucho Quequezana se comunica sin voz, y narra sin hablar. Lo que para algunos es una locura o una posibilidad de fracaso, para el compositor peruano es la oportunidad perfecta de expresar algo más íntimo y profundo que trasciende la palabra. Mientras algunos usan estribillos y coros, Quequezana prefiere usar más de 25 instrumentos, de percusión, cuerda y vientos, para narrar historias que involucren al oyente y lo transporten a algún escenario donde ellos sean los protagonistas.
A sus 48 años de edad, el artista cuenta con tres discos, “Kuntur” (2011), “Combi” (2014) y “Pangea” (2018), que mantienen en común lo que denomina “puntos de encuentro”, la convergencia de situaciones, momento o temas que enriquecen el trabajo del artista. Esta característica se fue desarrollando desde su primera impresión musical con la zampoña a una edad temprana y ahora, con una propuesta madura, se ha convertido en un “punto de unión”
“Necesitamos estos espacios donde el sonido de un instrumento se expanda sin importar color, religión, posición política o lo que sea. Justo ahora nos faltan estos puntos de encuentro”. comenta en una entrevista exclusiva para El Comercio, a pocos días de su regreso el 16 de febrero en el Teatro Peruano Japonés de Jesús María. Boletos disponibles en https://www.joinnus.com
—En tu formación pasaste por muchas fases, pero ¿cuál fue ese impulso que hizo que no olvidaras tu objetivo musical?
En realidad, no fue un impulso, sino una negociación con mis padres porque ellos no querían que fuese músico. Yo era muy chico y todavía estaba la vieja escuela de “si eres músico, te vas a morir de hambre”. Ingresé a la universidad para estudiar una carrera bajo la mirada clásica del padre que quiere un cartón que te pueda “asegurar un futuro”. Entonces la negociación fue que les daba el cartón y ellos me dejarían tocar.
"Siempre tuve la necesidad de narrar, pero a esa edad no tenía la visión de algo en específico. Ahora mi misión es que la gente pueda acercarse a la música y narrar emoción"
—¿En un comienzo cuál era tu percepción sobre la música?
A pesar de que lancé mi primer álbum “Kuntur” en el 2011, los temas los grabé cuando tenía 17 años. En aquel entonces yo no pensaba en nada, simplemente trasladaba todo lo que estaba viviendo a la música. Siempre tuve la necesidad de narrar, pero a esa edad no tenía la visión de algo en específico. Ahora mi misión es que la gente pueda acercarse a la música y narrar emoción. En ese entonces solo quería tocar.
—Cuando escuchamos tu música es inevitable encontrar “puntos de encuentro”. ¿Qué tan importante es este factor en tu discografía?
Vital. Hoy los “puntos de encuentro”, en cualquier sociedad, son los que justamente la hacen avanzar. Mi madre es huanuqueña, mi papá es cusqueño, los Quequezana son de Arequipa y yo soy del Rímac. Son diferentes “puntos de encuentro” que llegaron finalmente a ponerme aquí. En mi música están plasmados los “puntos de encuentro” que he vivido. De pronto algunos temas míos sirven para que la gente se pueda identificar o descubran algo que no habían descubierto antes. Yo creo muchísimo en eso y también creo en ese poder de la música para generar “puntos de encuentro”, puntos de consenso y puntos de integración. No necesariamente es mi objetivo principal porque lo que quiero es sacar la música que tengo dentro, pero si la música ayuda a generar “puntos de encuentro”, creo eso una de las funciones principales de la música.
—¿Qué tan complicado es transmitir emociones sin tener el factor de la letra? ¿Cuál es la principal dificultad que has tenido?
La principal dificultad que tuve fue vencer fue el prejuicio de que la gente solo escucha música con letra. Toda la gente me decía que si iba a estar en la música, tenía que cantar. Que sería el fracaso de mi carrera solo tener música instrumental. Es más, dijeron que eso era solo para ponerla en el supermercado o de fondo. Eso a mí me ayudó muchísimo, porque lo que yo hago en mis temas es narrar sensaciones y emociones en una especie de pequeño cuento sin guion. O sea, te doy el soundtrack y tú pones la historia. El mensaje es que sientas la música como tú quieras sentirla, yo no te la voy a decir, descúbrela con tus propias historias.
"La principal dificultad que tuve fue vencer fue el prejuicio de que la gente solo escucha música con letra. Toda la gente me decía que si iba a estar en la música, tenía que cantar"
—¿Cómo equilibras la preservación de la música folclórica con la incorporación de estos sonidos, nuevos sonidos contemporáneos que han llegado?
Cuando yo empecé a tocar en peñas o acompañamiento de danza, tocaba la música que requería determinado baile o actuación, componía los sonidos que aparecían en mi cabeza, que eran los que escuché en mi barrio o en mi familia. Ya cuando crezco como compositor, mi música ya no es música tradicional ni música folclórica propiamente dicha. Mi música es una especie de soundtrack de mis influencias.
—¿Cómo te ves a ti mismo encajado en este nuevo mundo de la mezcla entre diferentes sonidos?
Hablar en la música de mezclas o fusiones me parece antiguo, para mí es algo natural. Cuando empecé a componer. no pensé en mezclar ritmos diferentes, sino que con todo lo que había escuchado, salía naturalmente. Esto fue evolucionando y ahora creo que estamos en un tipo de tsunami de oferta, ya no sabes qué escuchar. Eso está bien. Mientras más música haya, habrá más personas que busquen y encuentre música.
—¿Hay algún artista joven de la escena nacional que te llame la atención?
¡Sí! Son varios, pero hay una banda llamada Chaivers... ellos son increíbles no solo como músicos, sino también por la propuesta que tienen. Es como una especie de jazz rock con ritmos peruanos y pasan de cosas sintetizadas a acústicas. Son chicos que crecieron con Internet y están manejando muy bien su paleta de colores. Es una propuesta arriesgada y que ha ido agarrando forma.
—¿Has pensado hacer un ‘feat’ con algún cantante peruano?
De hecho, en el programa “Prueba de Sonido”, la cantidad de ‘feats’ que hice fueron alucinantes y muy locas, con una gran cantidad de géneros musicales. ¡Me encantan los ‘feats’! Este año voy a producir mi nuevo álbum y no va por el camino que siempre sigo, es bastante distinto y pienso hacer ‘feats’, aunque el álbum sea instrumental. Me encanta utilizar la voz como un instrumento más que le dé textura al tema. Espero que la gente se anime.
—¿Cómo alteró la pandemia a tu proceso creativo de escribir y componer canciones?
Era el 2019 y en la oficina decíamos que el 2020 iba a ser nuestro mejor año, la agenda soñada y de pronto todo se vino abajo. Todos los músicos, incluyéndome, estábamos en una especie de pánico porque dependemos de la presencialidad del escenario. Si bien lo virtual, por medio del streaming, te hacía llegar [a las personas] de otra manera, sentí una especie de caída dentro de lo que yo quería narrar como compositor. No compuse por un buen tiempo y es me chocó un montón porque yo narro emociones, en este tiempo las emociones estaban encerradas al igual que todos.
"En la oficina decíamos que el 2020 iba a ser nuestro mejor año, la agenda soñada y de pronto todo se vino abajo (por la pandemia"
—Ese 2019 participaste en la inauguración de los Juegos Panamericanos ¿Cómo se dio esta oportunidad?
La licitación de la ceremonia la ganó Balich Worldwide Shows, una empresa italiana que también hizo las inauguraciones para Catar. Ellos comenzaron a buscar un equipo creativo en Perú y me llamaron porque les gustó mi perfil. El evento no contaba con texto, todo era música instrumental. Para mí esto y el proceso de producción, fue una oportunidad para prender porque el proceso de producción que requiere una ceremonia de ese nivel era titánico. Estuve componiendo por un año entero la inauguración y la clausura, estaba encerrado en el estudio todo el tiempo, inclusive tenía que venir mi familia a verme aquí. Fue una de las experiencias como compositor más grande y exigente de mi vida. Cuando acabó, yo me sentía completamente emocionado y agradecido porque lo que yo había compuesto había llegado a que las personas se identifiquen con lo que sonaba, era una responsabilidad muy fuerte. Ahora, para este concierto del 16 de febrero, tocaré algunos temas que no se tocaron en los Panamericanos, y además explicaré como fue este proceso de composición para que la gente sepa por qué lo hice así.
—Ahora que regresas a los escenarios, ¿ha cambiado tu manera de opinión sobre los shows presenciales y los shows por streaming?
Lo presencial es irremplazable. La energía de oír a una banda en vivo es parte de una experiencia en la música inigualable. Tú puedes tener los mejores audífonos, Spotify, Home Studio, lo que quieras; pero un violín sonando frente a ti, no hay forma de combatir contra eso. Esa energía que los artistas entregamos al público también se regresa de alguna manera, creando una sinergia muy bonita. Para el streaming hay otro tipo de narrativa que también tiene su encanto. Cuando el escenario está al frente, la energía que te recorre es 360°, o sea, te está envolviendo, a diferencia de las orejas, donde apelas al cerebro en mayor porcentaje. He hecho algunas cosas con audio 8D, pero siempre estoy enfocado en narrar una historia.
—¿Qué podemos esperar en este concierto el 16 de febrero?
Aprovechar la energía de la presencialidad para que la gente no sea un espectador distante, sino que se puedan sumergir dentro del espectáculo. Nosotros [los músicos] somos ‘storytellers’, narradores de cuentos. En este caso, yo soy un narrador de soundtracks. Es importante para nosotros que este espacio sea un punto de encuentro para darnos cuenta de que la música, y las artes en general, son más importante que nunca. Necesitamos estos espacios donde el sonido de un instrumento se expanda sin importarle color, religión, posición política o lo que sea. Justo ahora nos faltan estos puntos de encuentro.