Bañado por el rítmico vaivén de las aguas del golfo Pérsico, su territorio estuvo sembrado de perlas. Cuando la explotación estaba a punto de hacerlas desaparecer, descubrieron que el país estaba flotando sobre un lago de oro negro. Y que bajo sus 12 mil kilómetros cuadrados atesoraba también la tercera mayor reserva mundial de gas natural. Lo cierto es que ese territorio situado en la península arábiga —antes protectorado británico, hoy monarquía absoluta— es el más rico del mundo: su PBI anual ronda los 170 mil millones de dólares mientras que el ingreso per cápita corresponde a 128 mil dólares anuales.
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Así, se explica perfectamente que haya girado sin despeinarse un cheque por 200 mil millones de dólares para construir estadios en su calidad de anfitrión del próximo Mundial de Fútbol 2022. La llegada de aficionados de todo el planeta deberá encajar perfectamente en ese emporio de la inmigración compuesto mayoritariamente por egipcios, bangladesíes, indios y nepalíes, un 76% de ellos musulmanes conviviendo en paz y armonía con hinduistas, budistas y cristianos. Es decir, en una concordia que no existe actualmente sobre la escritura del nombre de ese país en español.
¿VAMOS A CATAR O A QATAR?
“Es ajeno a la ortografía del español el empleo de la letra ‘q’ como grafema independiente, con valor fónico autónomo. Por ello, los préstamos de otras lenguas, sean latinismos o extranjerismos, cuya grafía etimológica incluya una ‘q’ que por sí sola represente el fonema ‘k’, si se adaptan al español, deben sustituir esa ‘q’ por las grafías propias de la ortografía española para representar dicho fonema. En caso de mantener las grafías etimológicas con ‘q’, estas voces han de considerarse extranjerismos o latinismos crudos (no adaptados) y escribirse, por ello, en cursiva y sin tilde”, sentenció la Real Academia de la Lengua Española.
Lo hizo recién el 2010. Antes, la misma institución contemplaba el uso de Qatar tanto en su “Ortografía” (1999) como en el “Diccionario panhispánico de dudas” (2005). Y justificó su cambio de parecer de esta manera: “Aunque en el ámbito de los nombres propios (antropónimos y topónimos) es frecuente el uso de grafías originarias no adaptadas o —si los nombres provienen de lenguas que emplean otro alfabeto u otro sistema de escritura, como el árabe, el hebreo o el chino— de transliteraciones de las grafías originarias al alfabeto latino, sin adaptaciones ulteriores, en el caso de los topónimos mayores, como son los nombres de países, es conveniente usar grafías plenamente adaptadas a la ortografía del español”.
Así, terminó recomendando el empleo de las grafías Catar e Irak para los nombres de esos dos países árabes, mejor que Qatar e Iraq, porque en esas transcripciones del original árabe que presentan un uso de la ‘q’, esta es completamente ajena al sistema ortográfico del español. Pero no son pocas las publicaciones que prefieren seguir escribiendo Qatar para referirse al emirato, potencia económica mundial y primer país árabe capaz de organizar un Mundial de Fútbol. Es más, instituciones como la ONU y el Ministerio de Asuntos Exteriores de la Unión Europea se han declarado en tácita rebeldía al seguir escribiendo ‘Qatar’.
SABOREAR UNA COPA
Es verdad que de los 20 millones 600 mil resultados que aparecen cuando uno googlea “catar” también aparece el país, pero confundida entre sinónimos sobre degustación: catar café, catar vinos, catar verbo y catar acción. Pero de los 723 millones de links que arroja el buscador cuando se pone “Qatar”, aparece exclusivamente el país. Y esa es una de las razones por las que la propia RAE escribe Ghana en lugar de Gana. Y si uno busca qué prefiere la gente, mayoritariamente apuestan por Qatar. Dicen que no siendo un nombre propio español, no tendría por qué seguir sus normas ortográficas. Y, además, porque desde que se creó ese país se ha escrito Qatar y no se ha considerado que esto fuera un problema.
“La representación gráfica de las palabras —eso lo sabe cualquier poeta— tiene un poder evocativo y sugestivo que las nuevas normas desdeñan. Si leo ‘Qatar’, en seguida se me sugiere un lugar exótico y lejano. Si leo ‘Catar’, en cambio, lo primero que me viene a la imaginación es una cata de vinos. Pero es que además, para ser consecuente, la Rae tendría que condenar la ortografía “Al Qaeda” y proponer “Al Caeda” o quizá “Al Caida” o quién sabe si “Al Caída”. Los internautas iban a tener graves problemas para encontrar información sobre esa organización terrorista, desconocida en el resto del mundo, y de la que lamentablemente hoy se habla a diario”, señala el escritor Arturo Pérez-Reverte, citado en el archivo del Centro Virtual Cervantes.
Es más, en su transliteración al alfabeto latino, los arabistas han convenido tradicionalmente utilizar la ‘k’ —en Kuwait, por ejemplo— y la ‘q’, como en Qatar. Hasta que hace apenas una década que la Rae decidió imponer su ‘c’ sin consultar a los arabistas para fijar la ortografía castellana de los nombres árabes. Entonces se perdió la grafía oficial que usan los naturales de la pequeña península que le da nombre. Porque si según la Rae, la “q” es un grafema sin valor fónico autónomo, los topónimos mayores tampoco tienen independencia. Así las cosas, ¿estaremos camino a escribir Glasgou, Guasinton, Dacar y Río de Enero?
“La cuestión de fondo es si quieres someterte o no a las prescripciones de la Academia”, señala el lingüista y poeta peruano Mario Montalbetti, “pero hay que distinguir: están los estudios gramaticales de la Rae, como los que comanda Ignacio Bosque y produce gramáticas descriptivas interesantísimas (La Nueva Gramática, por ejemplo); y están las peleítas de si se debe escribir Qatar o Catar o si es vídeo o video. El punto es: ¿qué puedes esperar de una institución cuyo diccionario define azul como ‘dicho de un color: Semejante al del cielo sin nubes y el mar en un día soleado...’ Lo que se habla en España es algo parecido pero muy distinto de lo que hablamos por aquí. ¿Por qué la avidez por asumir que se trata de ‘una misma lengua’? No lo es”.
Consultado también Marco Martos, presidente de la Academia Peruana de la Lengua, dijo: “En los topónimos hay libertad hasta cierto punto. Digo Nueva York en español y digo Florida, porque esa palabra es española. En traslaciones del árabe o hebreo me parece que hay libertad”. Y mientras los expertos se empeñan en seguir abriendo más surcos dentro del laberinto, lo único que esperan los aficionados es catar un nuevo mundial con la tenida bicolor.
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