Aquí no hay ni escenario ni butacas. Es un espacio grande y oscuro que se asemeja a una galería de arte en la que los actores inmóviles se confunden con su entorno. De pronto, algunos de ellos cobran movilidad y aparecen estampas de la vida republicana: una monja y una rabona sufren al izar el pabellón nacional tras la Guerra del Pacífico y, más adelante, pobladoras de la selva y sierra se desvisten para denunciar las consecuencias del terrorismo y los excesos del Estado. Lo que más llama la atención de "Sin título, técnica mixta" es que los espectadores pueden transitar por el espacio a su antojo. Se trata de una manera muy propia que tiene Yuyachkani de entender el hecho escénico y que aplica en esta puesta en escena que acaban de reestrenar en su casa de Magdalena. Sobre esta aproximación poco convencional, Miguel Rubio, director de esta compañía, señala: "Existe como un formato establecido que normaliza lo que uno entiende como teatro. El tema es que lo que es normal en una cultura no lo es para otra. En todo caso, valdría preguntarse qué es lo normal".
—¿Lo normal es lo que más se repite?
Así es, pero es un concepto asociado al poder y la norma, y ello ha logrado que en el Perú se imponga un teatro desde el texto, desde un local que mantiene al espectador a cierta distancia, a la actuación como la repetición de un texto previamente escrito. Con ello tenemos un gran problema que es pensar el teatro solo desde la llegada de la literatura dramática y no ver otras formas que ya estaban presentes en nuestro país. Esta propuesta rompe con ello y entiende la dramaturgia como la organización de la acción en el espacio, más que una que se desarrolla de manera lineal frente al espectador.
—¿Ello que aporta al mensaje del montaje?
"Sin título, técnica mixta" tiene que ver con la memoria: cómo está en constante movimiento y desarrollo, y afirmar que todos somos responsables de ella. Es por eso que aquí transitamos, miramos y habitamos un espacio que está creado como un depósito de memoria con paredes intervenidas, y en la que todo está por organizarse.
—¿Por qué crees que no se suelen trabajar este tipo de temas?
Creo que estamos acostumbrados a pasar la página y a no mirar de forma responsable lo que nos dejaron los períodos de dolor, etapas duras que comenzaron con los crímenes de Sendero Luminoso y que continuaron con los errores del Estado. Creo que el Estado no ha liderado un proceso de reconocimiento, de memoria para sanar. Se ha querido evitar eso y pensar que aquí no pasó nada.
—¿Pero acaso no es válido que como sociedad decidamos no recordar? Lo pregunto porque hablas de responsabilidad.
La utilizo en el sentido que tenemos que hacernos cargo de lo que nos toca. Por ejemplo, en esta obra se busca que el espectador active su propio imaginario y complete lo que le proponemos sin ponerse vendas sobre los ojos. A eso me refiero. Lo que hacemos es, finalmente, una propuesta. Tomémoslo así. Una propuesta desde nuestra posición en la que entendemos que los problemas del presente, la cultura de la violencia que vivimos, tienen que ver con el pasado inmediato que no hemos procesado.
—Tal como se explica en la obra, es un ejercicio que tampoco se hizo con la Guerra del Pacífico.
Por eso es que creemos que revisar nuestra memoria significa darnos cuenta qué implicancia tiene el pasado en el presente y en todo esto de la violencia generalizada y el alarmante y creciente problema de abusos contra la mujer. La verdad es que a mí me sorprende mucho cómo esta sociedad está más preocupada por si Paolo Guerrero va al Mundial, que es legítimo, que por los feminicidios. Creo que lo que se viene, y ojalá que no sea así, es una violencia de género desatada, grave, una exacerbación si esto no es tratado.
MÁS INFORMACIÓN
Lugar: Casa Yuyachkani.
Dirección: jirón Tacna 363, Magdalena.
Horario: de viernes a domingos a las 8 p.m.
Entradas: S/40 general en boletería y al e-mail entradas@ yuyachkani.org.