El velo oculta las tragedias marcadas con arma filosa. Ello le permite camuflarse y moverse entre el resto de mortales que, como ella, buscan salir adelante en un mundo sin luz. Y aunque en muchos momentos se sale con la suya, que no se entienda mal: la Celestina está destinada a pagar la mala fortuna de ser una mujer vieja y solitaria en el medioevo.
A ella se le conoce, ahora, como la trotaconventos que aparece en el plan lector escolar. Pero en otros tiempos fue mucho más que una simple casamentera. A finales del siglo XV, la Celestina fue médico, bruja y puta, terrible combinación que le valió ser emplumada (bañada en brea y vestida con plumas por clamor popular) en tres ocasiones. Fue más fácil reducirla a tener que explicar todas sus dimensiones, y quienes por interés pusieron la lupa sobre su vida terminaron por acusarla de demonio.
“Se la ha satanizado y considerado una especie de monstruo, pero en realidad es un personaje muy complejo”. Alberto Ísola ha estado en contacto con ella al escribir su propia versión de “La Celestina”. Basándose en el texto de Fernando de Rojas, él afirma que se trata de una mujer con recuerdos que solo quiere sobrevivir en un mundo donde no hay lugar para ella y al que tiene que sacar la vuelta para que el estigma que lleva en el rostro, producto de una cuchillada, no le cause más problemas. “Esta mujer, les decía a los actores, es como uno de esos viejos gángsters a los que buscan para completar una última hazaña, y que piensan que pueden enfrentarse al mundo –agrega–. Pero resulta que el mundo es más duro que ellos y los termina matando”.
Se podría simplificar erróneamente la trama de “La Celestina” y pensarla como la historia de una mujer que se aprovecha de los deseos de un millonario y arregla que la chica añorada lo mire con amor. También se podría pensar que es el cuento del amante egoísta que no mide recursos con tal de conquistar a quien desea. “Creo que es una historia en la que una serie de personajes tratan de satisfacer sus necesidades, ya sean monetarias o sexuales, por encima de los demás –sintetiza Ísola–. Es un mundo de rapiña, en todo el sentido de la palabra”.
Ísola, en su versión que ya se puede ver en las tablas del Centro Cultural de la Universidad del Pacífico, ha recreado muy a su estilo la oscuridad del texto de De Rojas. En un escenario sugerente, la ausencia de un dios es notoria y hasta dolorosa. “Y si dios está presente es porque lo llaman para pedirle cosas muy puntuales para propio beneficio. Es un mundo en donde lo que no hay es amor”.
LA MORAL TAMBIÉN ES UNA BRÚJULA
“La Celestina” es uno de los tantos monumentos de la literatura que se vieron modificados durante los siglos. Dejando de lado a los escépticos que cuestionan la autoría de Fernando de Rojas, es cierto que la obra creció y creció hasta convertirse en una pieza tan extensa que llevarla al teatro es asaz difícil. “No la puedes hacer toda –anota Alberto Ísola–. Son cinco o seis horas. Es imposible. Entonces, la única forma de seleccionar aquello con lo que te vas a quedar es a través de tu mirada”.
Quizás por ello en Lima han sido escasas las puestas en escena profesionales. Ísola tiene en mente dos. “Cuando tuve 15 años, vi el famoso montaje en el Teatro Municipal dirigido por el español José Osuna en el que actuó Elvira Travesí –recuerda–. Luego, en el 2003, la hizo el TUC con Ruth Escudero, y allí actuaron Ana Cecilia Natteri como la Celestina, Alejandro Córdova y Sergio Llusera como Calisto, y Pachi Valle Riestra como Melibea”. Pero eran otras ideas.
La de Ísola se centra en Calisto (Patricio Villavicencio) quien, por consejo de sus criados, toma contacto con la Celestina (Montserrat Brugué) y le encarga convencer a Melibea (Andrea Luna) de corresponderle su amor. A excepción de Pármeno (Óscar Meza), Lucrecia (Mayra Najar), Sempronio (Roberto Ruiz), Elicia (Laly Guimarey) y Areúsa (Lilian Schiappa-Pietra), el resto de personajes fue eliminado.
Se ha hablado también sobre el carácter moralizador de “La Celestina”. Al respecto, el director tiene una opinión clara: “El mismo Fernando de Rojas escribió en el prólogo que esta es una advertencia a los jóvenes amantes, no solamente en contra de la lujuria, sino también de dejarse mandar por gente de dudosa moral. Pero no sé si esa fue realmente su intención y, en todo caso, creo que las verdaderas grandes obras escapan un poco a la voluntad de sus autores. A veces hay quienes quieren decir algo, pero la obra dice mucho más. A mí no me interesaba la idea del moralismo, pero sí la de examinar un mundo con reglas que yo encuentro tremendamente y lamentablemente actuales. La manera de ver las relaciones entre hombres y mujeres, entre clases sociales, la vejez, el poder. La obra tiene todo eso. La razón por la cual la ambienté en 1930 o 1940 es porque quería distanciarla un poco. Pero el lenguaje es tal cual la original, lo que crea una sensación un tanto perturbadora. Ellos hablan como españoles antiguos, pero están vestidos como si vivieran en una época muy cercana”.
Es allí que las similitudes con la actualidad saltan a la vista. En la escena en la que Calisto y Melibea se encuentran solos, él muestra su verdadero rostro, el de un hombre caliente más que enamorado, y le dice mientras la desnuda: “Antes de comer el ave hay que quitarle las plumas”. “Es un texto horroroso. Si lees algunas reseñas, Calisto y Melibea son como los amantes idealizados, y no es así. Él la viola. Cuando trabajamos el texto, caímos en cuenta que siempre estamos tratando de tapar las cosas, cuando, en realidad, el texto es de una violencia y aspereza tremenda. Si te das cuenta, las mujeres de la obra, y esto es 1499, tienen las dificultades proverbiales que siguen existiendo. Este es un mundo oscuro, del que algunas cosas quedan. Las preguntas son: ¿por qué no se casa con ella?, ¿cuál es el problema? Hay varias interpretaciones, pero el hecho es que él, así como posee caballos, casas, quiere tenerla a ella también”.
EL INEVITABLE SINO
La “Tragicomedia de Calisto y Melibea” –nombre original de “La Celestina”– se vale de refranes y dichos populares de la época del reinado de los reyes católicos para agregarle humor e ironía (muy ligados a lo sexual) al montaje. En la versión de Ísola, quizás por la distancia entre el lenguaje y sus crípticos significados, la obra siempre mantiene cierta oscuridad. El resultado es pertinente para una obra tan oscura y dura en la que nadie se salva.
¿El destino de los personajes, en algún momento, pudo ser otro? Cual tragedia griega, los criados de Calisto y Melibea anuncian a sus amos del sino trágico de escuchar a la Celestina, pero son ignorados.
“El caso de Pármeno [el sirviente del noble] es interesante –señala Ísola– porque él está tratando de crearse una vida correcta, hasta que, en un momento, abandona todo y decide corromperse y, al final, es quien mata a la Celestina”. El mundo lo corrompe y no importa que haya asesinado a la matrona, otra pronto tomará su lugar y el mundo seguirá el mismo rumbo. “Siempre tiene que haber una Celestina”, concluye el director.
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Lugar: C.C. de la Universidad del Pacífico (Jr. Sánchez Cerro 2121, Jesús María). Horarios: de sábados a lunes, 8:30 p.m.; domingos, 7 p.m. Entradas: Teleticket.