Es Lima en 1994. Si bien la época del terrorismo hace rato que llegó a su fin, el horizonte del país todavía es incierto. La economía golpeada ha repercutido en la vida de muchos jóvenes de una clase media venida a menos, dejándolos sin más opciones en su vida que las de un trabajo tradicional mal pagado.
Daniel (Daniel Lanfranco) es uno de ellos, uno de los tantos muchachos que tuvieron que renunciar a sus sueños para sacar adelante a su familia. Es lo que tiene que hacer, aún cuando vender seguros lo haga miserable. Su mamá y hermana son su prioridad, y ese es su principal problema: él siente que debe haber otras formas de ser feliz, solo que no sabe cuáles son.
Eso es lo que se retrata en “Rebobina 94”, puesta en escena que ya se puede ver en la Casa Recurso de Barranco, para hablar de lo difícil que era ser uno mismo hace 20 años y lo terrible de sentir que no se pertenece al lugar donde se vive.
“A Daniel le han dicho que existe solo un modelo de felicidad, pero él no lo cree, y su conflicto radica en que lo busca desde él mismo, sin los parámetros que le impone la sociedad a través de su mamá, como la obligación de casarse, tener un buen trabajo e hijos –cuenta Claudia Ruiz, directora de la obra–. Entonces, en 1994, eso era más complicado que ahora, que el Internet nos facilita generar comunidades de las cosas más locas. En esa época, la sensación de aislamiento estaba más presente y solo se vendía un modelo de progreso. En nuestra investigación sobre la sociedad de consumo encontramos que muchos comerciales les decían a los jóvenes: ‘No seas vago, métete a estudiar computación, secretariado o contabilidad’. En algunos lugares sigue siendo así, pero ya existe la posibilidad de mirar, soñar y sentirnos más seguros para realizarnos como adultos en nuestros propios términos”.
EL SUEÑO DE LA TV
Alejandra (Alejandra Núñez), hermana de Daniel, es el otro personaje protagonista de “Rebobina 94”. Es una chica tímida, que está obsesionada con los comerciales de televisión, que graba en VHS y edita como collages. Ruiz señala: “Como resultado de la investigación, nos pareció interesante comparar la estética de la publicidad con la realidad de la clase media trabajadora limeña, aquella para la que era normal que el papá, luego del trabajo de oficina, saliera a hacer taxi. Quizá los comerciales eran muy bonitos porque la realidad era demasiado fea, la de una clase media golpeada por la crisis anterior que vivía con temor a disfrutar la vida yendo al cine o al teatro”.
“En el caso de Alejandra –agrega–, ella vive a través de los comerciales, se refugia en la fantasía. Creo que como ella, toda la clase media tenía grandes aspiraciones de que todo cambiara y soñaban con tener una vida en la que los papás llevaban a sus hijos a Disney, lo que sí pasó en algunos casos. Pero la clase social que mostramos aquí no era así. A ellos les costaba llegar a fin de mes. Pero tampoco es que hayan sido pobres, no estaban en la calle, pero conocían las historias de los vecinos que cayeron en desgracia”.
Más información
Lugar: Casa Recurso. Dirección: Jr. San Antonio 203, Barranco. Horario: de viernes a domingo, 8 p.m. Temporada: hasta el 20 de octubre. Entradas: Joinnus.com.