"Yerbateros" al terminar la función. (Foto: Juan Diego Rodríguez)
"Yerbateros" al terminar la función. (Foto: Juan Diego Rodríguez)
Juan Diego Rodriguez Bazalar

“Yerbateros” gira en torno a una tarima, a una cama de madera que Ricardo Delgado, el protagonista del unipersonal, compró en Tacora. Tiene un barnizado marrón y se ubica al centro de la puesta en escena. Sobre ella, varios elementos con los que Delgado interactuará. Instrumentos musicales. Dos ramos de flores. Un sombrero. Una cuerda hecha con pitas rojas, amarillas, naranjas y azules. Los rodea una estructura de tubos delgados que sostienen las luces, y así se crea un escenario en medio del Cultural Station del , una de las sedes del

Ya en la función, Delgado hizo referencia a la historia de la tarima: ¿qué habrá sucedido encima de ella? ¿Habrá sido testigo del amor, del nacer de un ser humano o de la muerte? Se trata de un elemento que habla del pasado, uno del que no se tiene mucha consciencia y se desconocen los detalles, pero que está ahí. La tarima es, finalmente, el disparador para que el intérprete cuente la historia de cómo se dedicó al arte, la de su maestro, y cómo lo ayudó a reconciliarse con su pasado, con sus orígenes, con el folklore de la sierra y sus adaptaciones a Lima.

En la obra que duró cerca de una hora, Ricardo Delgado se transformó constantemente -giraba sobre la cama, entraba en una suerte de trance, y en ocasiones se conectó con alguna bestia-. Ese fue uno de los retos de la puesta en escena que dirigió Miguel Rubio: al intérprete se le exigió ir y venir, entrar al personaje, salir y ser él. Como el mismo Delgado lo ha explicado, el reto era ser, a ratos, él mismo, no el actor, sino ese con el que se puede conversar en cualquier otro espacio.

Y si bien corporalmente Delgado hizo las transiciones con cierta facilidad, dio la sensación de que el texto no estuvo lo suficientemente pulido como para ser un buen aliado. El uso de ciertas frases impidió que Delgado dejara de actuar. Hubo en la elección de las palabras demasiada deuda a la dramaturgia escrita.

Pero en la construcción de una experiencia distinta, que tan bien manejan Delgado y Rubio, “Yerbateros” no tiene comparación, sobre todo si se tiene en cuenta que se trata de un unipersonal. El mes pasado, en el Festival Temporada Alta 2022 se montó “La persona deprimida”, cuyos potentes texto e interpretación fueron más que suficientes para alcanzar un buen nivel; y “Pocahontas”, que se desdibujó hacia el final al volverse panfletaria. Ambas se montaron sobre el escenario de la Alianza Francesa, gran diferencia con esta propuesta, que se sucede, básicamente, al aire libre. Lo imprevisible de la calle permite que la obra tome otra tesitura.

Desde el inicio, Delgado vestido de negro se acerca al público y ofrece rociar las manos con lo que todos asumen es alcohol. Pero no es eso: es una mezcla de agua florida y otras plantas sin identificación. Los aromas y todo lo que evocan permanecen en la ambiente por unos segundos, detalle que da cuenta de las décadas de trabajo de Angeldemonio Colectivo. La presencia de la calle luego se entremezcla con temas de Los Wankas, ritmos que Delgado baila. Estamos en Yerbateros, punto de encuentro de miles de migrantes y donde creció el protagonista. De allí que se entiende la presencia de rituales que llegan desde la sierra peruana y se adaptan a la capital, y que el actor haya sostenido la tarima como si fuera un estibador.

También explica el desenlace de la obra, la llegada del coronavirus y la necesidad de hacer un viaje de despedida. Eso sí, quizás el público hubiera querido aplaudirle a Delgado, quien salió de escena para desaparecer.

“Yerbateros”

Dramaturgia: Creación colectiva de Angeldemonio Colectivo Escénico

Dirección: Miguel Rubio Zapata

Elenco: Ricardo Delgado

Lugar: Británico Cultural - Cultural Station / Bellavista 538, Miraflores

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