
En una era en la que las historias de violencia suelen representarse con sangre y gritos, “Ángela” propone una narrativa mucho más silenciosa y, por eso mismo, más aterradora. La serie de Netflix, dirigida por Isabel Coixet y Tito López-Amado, y protagonizada magistralmente por Verónica Sánchez, se ha posicionado como uno de los thrillers psicológicos más potentes del año. Lo que muestra no es un crimen visible, sino uno que se cuela entre las grietas de la cotidianidad: el abuso psicológico.
¿DE QUÉ TRATA LA SERIE “ÁNGELA”?
La vida de Ángela parece perfecta desde afuera: un marido exitoso, una casa de ensueño, estabilidad. Pero dentro de esas paredes se esconde una pesadilla cuidadosamente diseñada por Gonzalo (Daniel Grao), su esposo. Él no necesita levantar la voz para dañar. Su arma es mucho más refinada: la manipulación emocional, la duda constante, los pequeños gestos que desgastan y desorientan. Es ahí donde comienza el verdadero horror, ese que no deja marcas en la piel, pero sí cicatrices en la mente.
La serie logra capturar este deterioro con una puesta en escena claustrofóbica y emocionalmente envolvente. El uso de planos cerrados, tonos fríos y una cámara que parece respirar con la protagonista intensifican la sensación de encierro. Pero más allá del lenguaje visual, lo que verdaderamente impacta es la transformación interna de Ángela, quien poco a poco se ve despojada de su sentido de realidad.
¿QUÉ ES EXACTAMENTE EL GASLIGHTING?
Es aquí donde entra en juego un término crucial para entender tanto la serie como el tipo de violencia que retrata: gaslighting. Esta palabra, cada vez más frecuente en el discurso sobre relaciones tóxicas, describe exactamente lo que vive Ángela. No se trata de agresiones físicas, sino de una manipulación psicológica sistemática que busca hacer que la víctima dude de su percepción, de su juicio y, finalmente, de sí misma.
El término proviene de la obra de teatro “Gaslight”, llevada al cine en los años 40, en la que un hombre manipula a su esposa para hacerla creer que está perdiendo la cordura. En la vida real, el gaslighting adopta formas más sutiles: negar hechos evidentes, minimizar emociones, desviar conversaciones, crear confusión constante. Y en relaciones románticas, como la de Ángela y Gonzalo, se convierte en una herramienta de control tan poderosa como destructiva.
Una de las mayores fortalezas de la serie es mostrar cómo este tipo de violencia puede pasar desapercibido incluso para el entorno más cercano. Gonzalo es encantador ante los demás, elogiado por amigos y familiares. Cuando Ángela intenta pedir ayuda, la respuesta que recibe es incredulidad. Esta falta de validación es parte del mecanismo del abuso, y la serie lo retrata con una crudeza que incomoda y remueve.

“ÁNGELA” TAMBIÉN OFRECE UN RAYO DE ESPERANZA
A lo largo de la serie, la protagonista empieza un proceso de reconstrucción interna, de volver a confiar en su instinto, en su percepción. No se trata de una heroína perfecta, sino de una mujer rota que empieza a pelear por sí misma, paso a paso, tropiezo tras tropiezo. La narrativa no endulza el proceso: escapar de una relación basada en gaslighting es doloroso, confuso y, muchas veces, contradictorio.
Detrás del personaje hay una interpretación comprometida y valiente por parte de Verónica Sánchez, quien se sumergió en testimonios reales para dar autenticidad a su actuación. “El cuerpo no entiende de ficción”, confesó la actriz, y esa entrega se nota en cada escena. Ángela no es solo un personaje; es un reflejo fiel de muchas historias reales que se viven en silencio.
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Periodista con experiencia en redacción y creación de contenido digital. Soy licenciado de la Universidad Jaime Bausate y Meza. Trabajé en medios de comunicación y agencias de marketing. Experiencia también como fotógrafo en campos deportivos.