
Dicen que algunas de las mejores ideas nacen en sueños. Para James Fishback, excolaborador del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), esa frase parece haber sido literal. Según relata, fue durante el sueño que concibió la idea de un “Dividendo DOGE”: devolver el 20% de los ahorros gubernamentales generados por DOGE directamente a los bolsillos de los contribuyentes. “¡Era su dinero desde el principio!”, proclamó en X (antes Twitter), despertando el interés —y la polémica— en círculos económicos y políticos por igual.
Desde entonces, la propuesta ha ganado atención mediática, especialmente tras recibir el guiño público tanto de Elon Musk como del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. En tiempos donde la narrativa del “gobierno eficiente” cobra fuerza, esta idea suena como música fiscal para algunos oídos. Pero no todos bailan al mismo ritmo. La propuesta, aunque tentadora, genera serias preguntas sobre su alcance, impacto económico y, sobre todo, su viabilidad.

¿QUIÉNES RECIBIRÍAN EL CHEQUE DE ESTÍMULO DOGE?
A diferencia de los cheques de estímulo emitidos durante la pandemia de COVID-19, el dividendo DOGE no se repartiría de forma universal. Solo aquellos hogares que pagan impuestos netos positivos serían elegibles. Esto excluye automáticamente a millones de estadounidenses con ingresos bajos y moderados que, a través de créditos fiscales, terminan recibiendo más de lo que pagan. Para muchos, la redistribución del DOGE se siente menos como justicia fiscal y más como un beneficio exclusivo para quienes ya están mejor posicionados.
Tax Foundation señaló que el 50% de los asalariados con menores ingresos en Estados Unidos paga aproximadamente el 3% del total de impuestos sobre la renta individual recaudados por el Servicio de Impuestos Internos (IRS). Un análisis del Pew Research Center reveló que los contribuyentes que ganan menos de US$40,000 generalmente reciben más en créditos fiscales de lo que pagan en impuestos. Por lo tanto, estos contribuyentes no serían elegibles para un pago de dividendos de DOGE.

OPINIONES DIVIDIDAS
Las críticas no se han hecho esperar. Expertos advirtieron que, aunque esta medida busca premiar a los “contribuyentes netos”, también corre el riesgo de agudizar las desigualdades existentes. Además, algunos manifestaron que el momento no es el más oportuno: la inflación aún no se ha domado del todo, y poner más dinero en circulación podría ser como echarle gasolina al fuego.
Fishback, sin embargo, sostiene lo contrario. Argumentó que los hogares que pagan impuestos tienen más probabilidades de utilizar el dinero con responsabilidad: ahorrar, saldar deudas o invertir. Pero esta visión optimista no convence a todos. Aaron Razon, de CouponSnake, indicó que muchos usarían ese dinero para consumir más, lo cual aumentaría la demanda y, en consecuencia, los precios. La lección post-COVID aún está fresca: más dinero sin control puede traducirse en mercados saturados y cadenas de suministro colapsadas.
Joseph Camberato, CEO de National Business Capital, recordó que incluso un pago único puede tener efectos inflacionarios si no va acompañado de una estrategia macroeconómica sólida. Si bien reconoce que no sería tan dañino como un flujo constante de estímulos, insiste en que “inyectar liquidez sin planificación no es gratuito”.
Pero incluso dejando de lado los riesgos económicos, la pregunta clave es: ¿cuán probable es que los cheques de DOGE realmente lleguen? Las opiniones están divididas. Algunos analistas ven esta propuesta como una herramienta política para generar apoyo rápido, especialmente si Trump busca un segundo mandato fuerte. Otros la descartan como retórica populista sin fundamento fiscal: no tiene sentido, dicen, recortar gastos solo para repartir dinero nuevamente.











