
La reciente orden del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de expulsar a los extranjeros que ingresaron al país mediante el programa CBP One ha provocado un ambiente de desesperanza entre los migrantes varados en la frontera. La decisión, que afecta a miles de personas que buscaron asilo de forma legal a través de esta aplicación, ha puesto en alerta a los albergues fronterizos ante un posible aumento en la saturación por los retornos forzados.
El Departamento de Seguridad Nacional (DHS) revocó los permisos otorgados a cerca de un millón de migrantes que ingresaron utilizando la herramienta digital de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), lo que ha generado caos y confusión entre quienes confiaron en este canal para obtener protección. La aplicación permitía programar citas para solicitar asilo desde territorio mexicano, pero ahora ha quedado inutilizada como vía segura.

En Ciudad Juárez, uno de los puntos neurálgicos de la migración hacia Estados Unidos, organizaciones civiles y refugios como la Casa del Migrante han registrado un aumento preocupante en la angustia de los migrantes. “Muchos de ellos nos llaman desde EE.UU. sin entender qué ocurre, nos mandan capturas de pantalla de las notificaciones que han recibido”, explicó el padre Francisco Javier Bueno Guillén, director del albergue.
¿Qué impacto tiene esta medida en los migrantes?
El golpe también ha sido duro para muchos. Krista Minelli Saso, una joven guatemalteca, expresó entre lágrimas lo que representa para ella y su hijo menor: “Es como jugar con nuestros sentimientos, con nuestra esperanza. Sentíamos que ya lo habíamos logrado”, dijo para EFE. A pesar del dolor, Krista ha decidido quedarse con la fe de que surgirán nuevas oportunidades.
El efecto de esta política se ha extendido incluso hasta Tapachula, en la frontera sur, donde los migrantes ya enfrentaban dificultades desde que en enero se cancelaron las primeras citas del programa. “Hay un shock colectivo, el efecto Trump es devastador. Sigue endureciendo su política migratoria y deja a miles en el limbo”, lamentó Luis Rey García Villagrán, director del Centro de Dignificación Humana.
Dilsia Esperanza, originaria de Honduras, es un ejemplo de quienes han tenido que dejar atrás el sueño americano. Durante la presidencia de Joe Biden, esperaba cruzar a Estados Unidos, pero con la llegada de Trump, sus ilusiones se desvanecieron. Hoy, prioriza regularizarse y rehacer su vida, tras obtener su residencia permanente con apoyo de ACNUR.

¿Es este el inicio de una nueva ruta migratoria?
La respuesta de muchos migrantes ha sido volcar su atención hacia otras opciones para rehacer sus vidas. “La verdad, muy triste, porque esos permisos de Estados Unidos no son como aquí, que nos da la oportunidad de trabajar y estar alojados”, comentó Dilsia, agradecida por el apoyo recibido pese a las dificultades.
Mirna Estela Ramírez, también hondureña, confirmó esta tendencia. La revocación del CBP One, junto con las constantes deportaciones, la llevó a quedarse en el país donde ya gestiona sus papeles para trabajar legalmente. “Lo que queremos es trabajar dignamente, pero no se nos permitió. Aquí me encanta el ambiente, las personas, y la ayuda que nos brindan”, expresó.
Por su parte, la Casa del Migrante en Ciudad Juárez, que actualmente opera con solo 40 personas en instalaciones diseñadas para más de 500, se prepara para una posible nueva ola de retornos forzados. La incertidumbre migratoria sigue creciendo, y muchos albergues se anticipan a una etapa aún más crítica.












