Una década puede hacerse eterna bajo el repetitivo sonido de las bombas, o fugaz, si se mira la facilidad con la que todo puede quedar reducido a escombros. Para Fared al-Hor, los últimos 10 años se resumen en un momento muy concreto que le resulta a la vez eterno y fugaz: el bombardeo de su casa en Idlib, en el noroeste de Siria. El régimen de Bashar al Asad y sus aliados habían ocupado su ciudad y apuntaron contra su hogar cuando él estaba documentando el ataque de los aviones de guerra rusos y sirios desde el balcón de su vivienda. Los misiles lo destruyeron todo y causaron la muerte de su tía. Él todavía no sabe cómo se salvó. “Todo pasó muy rápido, pero pienso en esa escena cada día y a cada minuto”, cuenta a El Comercio.
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Como millones de sirios, Fared al-Hor, un fotoperiodista independiente de 26 años, tuvo que dejar su ciudad natal (Maarat al-Numan). Ahora vive en el norte de Siria, cerca de la frontera con Turquía. Era un adolescente cuando, el 15 de marzo del 2011, empezaron las protestas contra el régimen que terminaron por desembocar en una larga conflagración que ha desangrado al país.
“Diez años después, la situación es realmente muy trágica debido al desplazamiento de personas de sus ciudades y pueblos, muchas aún viven a la intemperie en campamentos en el norte de Siria. El desplazamiento fue causado por el régimen de Al Assad, Rusia y las milicias que lo apoyan. Pienso también en los que permanecen detenidos en las cárceles del régimen, que son sometidos a las formas de tortura más horribles del mundo”, dice el joven sirio.
Today, a woman was injured in intense artillery shelling by Assad forces on civilian homes in Kafridin village in the western countryside of Idlib, @SyriaCivilDef teams rescued the injured woman and evacuated her family to a safe place. pic.twitter.com/9MAyuYchTZ
— FARED_ALHOR (@FARED_ALHOR) March 13, 2021
La periodista y activista siria Zaina Erhaim forma parte del enorme grupo humano que tuvo que salir del país para protegerse del horror. Hace unos días se cumplieron nueve años del día en que quemaron la casa de su abuelo, en venganza por la participación de su madre y de sus tías en las manifestaciones. Quienes encendieron el fuego prohibieron que la gente se acercara a apagarlo y dejaron que sus padres vieran arder parte de su vida.
“Hoy soy una refugiada en el Reino Unido; antes era una periodista local que trataba temas sociales y relacionados con las mujeres en mi país”, dice a este Diario Erhaim, que continúa abogando por el fin de la guerra y la tiranía en su nación.
"It completely blunted the emancipatory and incisive razor of journalism."
— Zaina Erhaim (@ZainaErhaim) December 22, 2020
The 2013 chemical attack in Damascus suburb was the moment that shattered the belief that #journalism could effect change through coverage.#Syria
pic.twitter.com/Oe6IuwJk8G
Década de horror
Ante una guerra que suele traducirse en fríos números, quienes trabajan para paliar la crisis defienden la importancia de recordar a los que aún sufren. El español Francisco Otero y Villar, coordinador general de Médicos Sin Fronteras (MSF) para el noroeste de Siria, afirma que después de 10 años de conflicto millones de personas siguen necesitando ayuda humanitaria dentro y fuera del país.
“Esta gente ha sufrido la guerra, desplazamientos continuos, violencia, pérdida de acceso a la salud, comida, hogar y ahora llega la pandemia para ponerlos en una situación aún más vulnerable. Dentro del país tenemos el mayor número de desplazados internos del mundo [6,7 millones]. Por supuesto, la situación está lejos de resolverse. Esta gente no ve un futuro; vive en la incertidumbre”, apunta desde Amán, en Jordania, centro de operaciones de su misión.
Pese a que su organización no puede estar directamente dentro de Siria, Otero y Villar cuenta que el personal de MSF sigue realizando gestiones para contribuir a mejorar en algo la situación del país. Su equipo también apoya a otras organizaciones médicas y asistenciales en Siria, enviándoles ayuda financiera y suministros médicos que sirvan en la instalación de las personas en los campos de desplazados.
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A raíz de la pandemia, MSF ha enviado kits de higiene para que la población pueda intentar tomar precauciones contra el virus, aunque lograrlo resulta extremamente difícil. “¿Cómo se pueden aplicar medidas de prevención como distanciamiento o uso de mascarillas, cuando familias enteras viven en campos de refugiados, completamente hacinados dentro de tiendas desde hace 10 años?”, se pregunta Otero y Villar.
También destaca la constante preocupación que experimenta el personal médico cada vez que una estructura de salud es atacada directamente por alguna parte del conflicto.
“Nosotros lo que pedimos constantemente es que haya un respeto de todas las partes hacia las estructuras civiles, médicas, así como al personal médico y los pacientes. Pedimos también que se autorice que la ayuda humanitaria y la ayuda médica pueda entrar en el país para que de manera independiente seamos capaces de tatar de forma imparcial a todas las personas que lo necesiten”, apunta.
Sam Dagher, periodista y escritor estadounidense-libanés, fue testigo directo de los primeros años de la guerra. Con más de 16 años informando desde Oriente Medio, es el único reportero no sirio que reportó en Damasco entre el 2012 y el 2014, hasta que fue detenido por las fuerzas de Al Asad en una prisión clandestina y expulsado por informar de forma desfavorable sobre el régimen.
“Después de que el régimen me echara del país, sufrí un largo periodo de trastorno de estrés postraumático al tener que lidiar con lo que viví. Los periodistas necesitan recuperarse de ese tipo de historias. Estoy convencido de que necesitan mucho apoyo mental, psicológico y profesional. Es muy difícil pedir a la gente que cubra este tipo de conflictos sin apoyo. Espero que las organizaciones den ahora a este tipo de apoyo la prioridad que merece, porque la guerra realmente tiene un gran impacto en la vida de los periodistas y tuvo un impacto en mi vida”, cuenta a El Comercio el periodista que ha trabajado para el Wall Street Journal, el New York Times, el Christian Science Monitor y la Agence France Presse.
Una paz lejana
Para Dagher, la guerra en Siria cambió al mundo en muchos sentidos y no para bien. “Creo que lo que pasó en el país socavó el derecho internacional y las Naciones Unidas como ningún otro evento en la historia reciente porque creó esta narrativa horrible, y estoy hablando de algo que se remonta a principios del 2011, que solo beneficia a los dictadores y autócratas en todo el mundo, incluyendo América Latina”, dice el periodista.
In Feb 2014 I was in Syrian city of #Homs. I met Major General Abdelkarim Salloum, head of #Assad regime military intelligence branch in city. He told me he despised journalists & then went on to explain to me why regime killed Marie Colvin & Remi Ochlik #assadorweburnthecountry https://t.co/HsmSSTPscr
— Sam Dagher (@samdagher) June 3, 2019
Sobre el estado actual de la crisis en el país, Pablo Sapag, profesor e investigador de la Universidad Complutense de Madrid y autor de “Siria en perspectiva”, considera que en términos puramente militares, la situación de Siria hoy es mucho mejor que la de hace unos años.
“En los peores momentos de esta década llegó a haber diecisiete frentes de combate. Hoy apenas queda uno y medio, acotado y sin capacidad de extenderse al resto de Siria, cuyo territorio está al 90% bajo control del estado. El año pasado se registró el número más bajo de muertes por violencia política y yihadista. Unas 6.400 personas perdieron la vida en el 2020 frente a las 14.000 de un año antes y las 75.000 del 2014. […] Por otro lado, hay que señalar que la situación económica y social es la peor de esta década”, dice a este Diario.
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Sopesando todas las aristas, una pregunta retumba al analizar la última década: ¿estará cerca la paz?
Sam Dagher destaca que ahora mismo hay esfuerzos por parte de Turquía, Qatar, Arabia Saudí, Rusia e Irán, para buscar una manera de empezar una nueva página en la historia siria. “Sin embargo, esos países, todos gobernados por autocracias, plantean encontrar una manera de avanzar y mantener a Bashar al Asad con algunas reformas y eso no va a funcionar a largo plazo”, afirma.
“La situación solo puede mejorar si, en primer lugar y sobre todo, se hace justicia y se rinden cuentas por lo sucedido, especialmente por parte del régimen de Al Asad, el responsable de la mayoría de los crímenes contra la humanidad. Hasta que eso no pase, no veo ninguna solución a largo plazo”, agrega.
Por su parte, Sagag considera que si Estados Unidos y la Unión Europea levantaran “sus medidas coercitivas unilaterales, la situación económica, social y humanitaria de Siria mejoraría de inmediato”.
“Para que toda Siria recobre la paz y la estabilidad es imprescindible que cese la intervención exterior. En 2011 los variados problemas internos de Siria en ningún caso podían por sí mismos desatar una crisis de las dimensiones que hemos visto esta década. Ello solo fue posible por la intervención de potencias regionales y globales con intereses geopolíticos, económicos e ideológicos […] En parte el futuro de Siria está condicionado por los intereses enfrentados de distintas potencias respecto a una región geoestratégica clave como es el Medio Oriente”, dice el experto.
Dagher apunta también que considera peligrosa la forma de pensar que algunas potencias que se describen como democráticas. “Los países de Europa y Estados Unidos, que dicen que son demócratas y que quieren democracias en todo el mundo, no están tan inconformes con el statu quo en Siria. En sus mentes significa que no hay más refugiados que están llegando a Europa y también sienten que tal vez este régimen en el poder es mejor que el Estado Islámico. Pero olvidan que lo que creó a este grupo yihadista son regímenes como el sirio. La tiranía que existe en Siria crea el Estado Islámico y otros grupos extremistas”.
Para Sagag es importante enfatizar que todos los sirios, independientemente de su etnia, religión o posición política, han sufrido, pero destaca el ímpetu de la sociedad siria por seguir adelante.
“Diez años son muchos años. Un tiempo en el que han pasado cosas terribles en Siria. Eso deja heridas muy profundas en el alma del pueblo más antiguo del mundo. Esa perspectiva profunda ha permitido a los sirios afrontar un capítulo más de una historia viva que todos han querido preservar. El carácter multiconfesional de la sociedad siria no se ha roto, más bien lo contrario. Los esfuerzos mancomunados por enfrentar la muerte, la destrucción y hoy las dificultades económicas sobrevenidas, impresiona. También cómo desde el día uno los sirios se organizaron para proteger y -como en Palmira, Homs o Alepo- restaurar el patrimonio histórico y artístico de un país milenario”, afirma.
“Siria sigue sufriendo, pero está pie por la voluntad de los sirios”, agrega.
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Para los sirios lo único cierto es que un futuro donde se respire paz es aún una utopía.
“Hasta ahora, nadie sabe nada. Al final, los acuerdos internacionales lo determinarán. Pero para que haya paz Bashar al Asad debe rendir cuentas en la Corte Internacional de La Haya, y todo el régimen que cometió los crímenes más atroces contra civiles inocentes y bombardeos con todo tipo de armas debe ser juzgado. También debe darse la liberación de todos los detenidos en las cárceles del régimen criminal”, dice Fared al-Hor desde el norte de Siria.
En el Reino Unido, Zaina Erhaim no ve posible ninguna forma de paz hasta que Rusia e Irán dejen de tener participación activa en Siria. “Yo no veo ningún indicio de que la familia Al Asad esté dispuesta a dejar la guerra a menos que controlen completamente Siria, lo que significa que la dictadura se reanude por completo”, apunta.
“Mientras tanto, las cosas son cada vez más difíciles para todos los sirios que viven dentro y los que se encuentran desplazados”, lamenta.
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