Un fin de año frenético, como hace mucho no acontecía, colmó los días de varios países en nuestra región. El descontento social tomó con fuerza las calles de Ecuador, Chile, Bolivia y Colombia en este último tramo del 2019.
Aunque lo cierto es que antes de que la agitación llegara a Sudamérica, fue Puerto Rico el que, allá por julio, se encendió en contra del gobernador Ricardo Rosselló a raíz de la filtración de unas conversaciones privadas que exhibieron la ínfima catadura moral de las autoridades que dirigían la isla, y que terminaron cayendo por la fortísima presión popular.
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En Ecuador, la chispa que desató el incendio a inicios de octubre fue la eliminación del subsidio a los combustibles tras un acuerdo entre el gobierno y el FMI. Doce días de intensas protestas obligaron a que el régimen de Lenín Moreno diera marcha atrás con el paquete de reformas.
Hace un mes, desde el mismo Gabinete Ministerial salieron voces que hablaban de un adelanto de elecciones para el 2020, pero rápidamente el secretario de Comunicación de la presidencia salió a atajar tales versiones. Pero cuando el río suena es porque piedras puede traer.
La explosión mayor
Ni bien se calmó Ecuador, la llama se encendió en Chile. La subida de los precios del metro de Santiago fue el detonante de un malestar que venía incubándose y que explotó en un reclamo masivo de cambios profundos contra la desigualdad y los beneficios de pocos en detrimento de muchos.
Protestas fuera de control, saqueos, represión violenta, estados de excepción y toques de queda. Un cóctel que tuvo en vilo a Chile y a su gobierno durante dos meses, y que ha dejado un triste saldo de 27 muertos y miles de heridos, entre ellos más de 200 con lesiones severas en los ojos.
El gobierno de Sebastián Piñera parece haber encontrado una pausa en los meses estivales que se avecinan, pero, como lo dice el abogado y politólogo chileno Andrés Sepúlveda a El Comercio, el 2020 empezará en marzo.
“El año que viene será muy importante para Chile, y marzo es un mes complejo porque todo se reactiva: las clases escolares y universitarias y las industrias. Marcará una pauta de cómo discurrirá el 2020”, señala el docente de la Universidad Central.
En marzo Chile estará, además, a puertas de un plebiscito que inquirirá a los ciudadanos si desean una nueva Constitución (parece un hecho que sí) y cómo llegar a ella (el camino ya no despierta tanta unanimidad).
“No sabemos aún si el proceso constituyente venidero tendrá la capacidad de desmovilizar al país. Una de las cosas que echan más combustible a las crisis sociales es la polarización, y los plebiscitos son espacios por excelencia para los discursos polarizantes”, advierte Sepúlveda.
Más del 90% de los chilenos, según los últimos sondeos, se muestran a favor de cambiar la Carta Magna heredada de los tiempos de Augusto Pinochet, ¿pero será acaso la nueva Constitución el remedio a todos los males?
“Aquí hay que ser cautos y bajar esa expectativa, y esa es una labor de la clase política. Pero sí hay que apuntar a una Constitución mucho más representativa que la actual, que morigere el exacerbado reconocimiento del derecho de propiedad o que matice el rol tan secundario y subsidiario que tiene el Estado en la satisfacción de necesidades de salud y educación”, concluye Sepúlveda.
En simultáneo con Chile se agitó Bolivia en reacción al resultado de las elecciones, lo cual abordaremos en nuestro especial de mañana.
Panorama complejo
Más similitudes con la convulsión chilena guardan las manifestaciones que desde el 21 de noviembre se reprodujeron en Colombia, con dirigentes sindicales y universitarios movilizados contra la corrupción y a favor de cambios en la política social y económica de Iván Duque.
Arlene Tickner, politóloga colombiana y catedrática de la Universidad del Rosario (Bogotá), no ve por ahora muchas razones para el optimismo en el año que ya está en el umbral.
“Pese a que el gobierno invitó a unas conversaciones –y me parece importante recalcar que nunca habló de diálogo o negociación–, hay un consenso generalizado de que no se han escuchado ni asimilado las distintas fuentes de descontento”, apunta.
Y dice que es un simplismo decir que las protestas en su país no han alcanzado la violencia de las de Chile. “Si bien las manifestaciones y la represión no han provocado tantas muertes, a diario en Colombia mueren defensores de los derechos de las víctimas, activistas de DD.HH., líderes indígenas y desmovilizados de las FARC”, denuncia. Y el 2020 parece que empezará igual.
Las calles también hirvieron en Asia y Europa
“Del Líbano a Iraq, nuestro dolor es uno”, era el lema que podía leerse en una pancarta en Beirut, capital del Líbano, donde las movilizaciones empezaron cuando el gobierno anunció la imposición de un nuevo impuesto para los servicios de mensajería gratuita por Internet como WhatsApp o FaceTime.
Si bien la medida fue retirada, los manifestantes no han dejado las calles, entendiendo que son ya un movimiento contra la corrupción institucionalizada y el declive de los servicios públicos.
La alusión a Iraq no es antojadiza. Allí, también en octubre, miles de iraquíes –sobre todo jóvenes– salieron a protestar contra la falta de empleo, la corrupción y la excesiva influencia que –para muchos de ellos– ejerce Irán sobre su país. La represión se ha cobrado la vida de más de 400 personas y obligó al primer ministro a presentar su dimisión hace un mes.
La subida del precio del combustible atizó el fuego en Irán a mediados de noviembre y el gobierno ordenó un estratégico corte de Internet para evitar que las protestas se propagaran con fuerza y que circularan las imágenes de la brutal represión que, según Amnistía Internacional, causó la muerte de más de 300 personas en solo tres días, aunque se presume que la cifra sea incluso más alta.
La pena de cárcel contra los líderes secesionistas catalanes avivó las protestas en esa región española y en Francia –que ya tenía a los ‘chalecos amarillos’ en pie de lucha– que entra ya a la cuarta semana de levantamiento popular contra una reforma del sistema de pensiones.