En la primera semana de junio, y durante cuatro días, 80 edificios gubernamentales de Australia irradiaron el color púrpura para rendir homenaje a la reina Isabel II por su Jubileo de Platino, una fiesta que llenó de pompa al Reino Unido y a todas las naciones que forman parte del CommonWealth.
Pero no todos se sintieron identificados con la fecha, especialmente el recién elegido primer ministro Anthony Albanese, quien ya ha manifestado su deseo de que Australia corte el cordón umbilical con el Reino Unido y deje de ser una monarquía constitucional.
De hecho, el político laborista creó apenas entró al gobierno, a fines de mayo, el puesto de asistente ministerial para la república, que recayó en Matt Thistlethwaite, quien ya piensa poner en debate otra vez si la jefatura del Estado australiano debe estar en manos del monarca británico de turno -en este caso, la reina Isabel II- o de un funcionario australiano.
Si bien Australia es una monarquía constitucional, el jefe de Gobierno es el primer ministro, nombrado por el partido que logra mayoría en el Parlamento. El gobernador general es el representante de la reina -Canadá tiene el mismo sistema- pero su labor es básicamente protocolar pues las decisiones ejecutivas las toma el primer ministro.
“Somos una nación independiente. Tenemos nuestra propia identidad y cultura. Somos una potencia económica en Asia-Pacífico, y creo que es hora de que volvamos a iniciar una conversación seria sobre lo que viene para Australia cuando termine el reinado de la reina Isabel”, expresó Thistlethwaite esta semana a la cadena pública ABC.
Con esta designación, no estaría lejos de repetirse un referéndum, como el que ocurrió en 1999, pero aquella vez el 55% de los australianos prefirió seguir como monarquía constitucional.
Los números, no obstante, podrían repetirse si la consulta se realizara este 2022. Una encuesta de enero del 2021 de Ipsos realizada para los medios “The Age”, “The Sydney Morning Herald” y “Nine News” mostró que el 40% quiere mantener la situación como está, mientras que un 34% desea que el país sea una república. Un 26% está indeciso.
Aunque el movimiento republicano señala que Australia no tiene por qué seguir ligado a un país que está en otro continente, y que no representa su actual multiculturalidad, los monárquicos afirman que la estabilidad social, política y económica australiana se debe, en gran medida, a su sistema de gobierno, y que cambiarlo solo traería crisis.
La tirante relación con China
Australia no forma parte del G7, pero es la décimo tercera economía del mundo, además de uno de los países más estratégicos debido a su ubicación en el Indopacífico. Justamente por ello, sus relaciones con China se han deteriorado severamente en los últimos años, ante la necesidad de Beijing de querer ampliar su influencia en el Océano Índico y el Pacífico Sur, rutas claves de comercio y ricas en recursos naturales.
“Australia ve la expansión china en el Pacífico Sur como una amenaza para su influencia e intereses en la región. Es bastante lógico que China intervenga, dado que Australia no se ha tomado en serio la región del Pacífico Sur durante muchas décadas. Además del sudeste asiático, el Pacífico Sur se convertirá en un campo de batalla caliente para la competencia entre China y Australia”, explica a El Comercio Sovinda Po, investigador asociado del Instituto Camboyano para la Cooperación y la Paz, y candidato a PhD en la Universidad Griffith, Australia.
La semana pasada, el canciller chino realizó una gira por varias islas del Pacífico Sur, usual área de influencia australiana, con el fin de suscribir un acuerdo multilateral, el cual finalmente no fue aceptado por los pequeños territorios insulares. La decisión fue felicitada por la ministra de Exteriores de Australia, Penny Wong, quien también viajó a varias islas, en una especie de competencia diplomática con Beijing.
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“Apenas llegó al gobierno, a fines de mayo, Albanese y Wong viajaron a Japón para un encuentro del QUAD (la alianza diplomática y militar entre EE.UU., Australia, Japón e India). Días después, Wong viajó a Fiji mientras que el primer ministro lo hizo a Indonesia. Todos estos compromisos en apenas un mes”, agrega Po.
No obstante, el experto señala que las relaciones con China comenzaron a agriarse desde que el exprimer ministro de Australia, Scott Morrison, pidiera en el 2020 una investigación sobre los orígenes del Covid-19. “China se molestó mucho de que un país como Australia actuara de esa forma. Ahora, se espera que el nuevo gobierno encuentre la manera de restablecer las relaciones con China, y al parecer podría ser así”.
Liman asperezas con Francia
El año pasado, los australianos también tuvieron un roce diplomático con Francia, debido a un acuerdo de defensa que firmaron con Estados Unidos y el Reino Unido (AUKUS), también para contrarrestar la influencia china en el Indopacífico.
Sin embargo, esta decisión derivó en la ruptura de un contrato que tenían con Francia para la compra de submarinos, valorizado en casi 60 mil millones de dólares, lo que provocó el disgusto del presidente Emmanuel Macron y amenazó con torpedear un acuerdo comercial entre los australianos y la Unión Europea.
Ayer, y después de varios meses de negociaciones, el gobierno australiano anunció un acuerdo de compensación de 584 millones de dólares con el astillero francés Naval Group.
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