“Vea con sus propios ojos uno de los destinos turísticos más populares del mundo, un lugar donde la naturaleza se ha recuperado del mayor desastre tecnológico”. El mensaje que promociona el Tour Chernóbil en la página web de la aerolínea estatal ucraniana Ukraine International Airlines está diseñado para despertar la curiosidad.
Los recorridos –que pueden ser de uno o varios días, en grupo o privados, en buses o gozando de la vista aérea que ofrece un helicóptero o un avión– publicitan a Chernóbil como el lugar más misterioso de Ucrania y garantizan que visitar este destino ubicado en la antigua Unión Soviética es como hacer un viaje “a otro mundo”.
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Pagando desde 49 dólares, los viajeros pueden ver los lugares más interesantes de la zona de exclusión: la ciudad fantasma de Pripyat, el radar secreto soviético Duga-1, las aldeas abandonadas y, por supuesto, la central nuclear de Chernóbil, que hace 35 años fue escenario del peor accidente nuclear de la historia.
El 26 de abril de 1986 es uno de esos pocos días que cambiaron el mundo para siempre. Era sábado, exactamente la 1:24 de la madrugada, cuando el reactor número cuatro de la planta ubicada a 110 kilómetros de Kiev (actual capital de Ucrania) explotó durante una prueba de seguridad fallida. El estallido y posterior incendio esparcieron al aire 200 toneladas de material radiactivo, el equivalente a entre 100 y 500 bombas como la de Hiroshima.
Las nubes de radiación alcanzaron a gran parte de Europa. Las autoridades soviéticas tardaron varios días en informar al mundo del desastre. También demoraron en decirle a su población lo que había ocurrido. Finalmente, miles de personas fueron evacuadas y abandonaron el área de forma definitiva. La ciudad de Pripyat, otrora hogar de los trabajadores nucleares y que por entonces alojaba a 52.000 personas, es hoy un territorio abandonado que puede resultar espeluznante.
Oficialmente, 31 personas murieron poco después de la catástrofe, en su mayoría por la radiación. Eran trabajadores de la central y bomberos que atendieron la emergencia. Sin embargo, más víctimas se registraron en las semanas, meses y años que siguieron a la tragedia. La Organización Mundial de la Salud estima en 9.000 el número de fallecidos por enfermedades vinculadas a la radiación, como el cáncer. Greenpeace eleva la cifra hasta los 93.000, consigna el diario español “El País”.
Imán para los curiosos
Tras el desastre, las autoridades crearon alrededor de la planta un área conocida como zona de exclusión, que abarca 30 kilómetros en torno a la central y está prácticamente desierta. Se espera que continúe inhabitable durante miles de años. Solo trabajadores que administran el lugar y los turistas que realizan excursiones guiadas tienen permitido el acceso.
La central nuclear desmantelada está rodeada de terrenos baldíos, escombros, estructuras oxidadas y edificios abandonados en cuyo interior podrían grabarse películas de terror. Actualmente, un enorme arco de acero es lo que mantiene bajo control el núcleo del reactor que explotó. El “sarcófago” de más de 30.000 toneladas es otra de las “atracciones” que atraen a los curiosos.
En el 2019, antes de la pandemia, Chernóbil tuvo un récord de 124.000 visitas, impulsadas por el éxito de una premiada miniserie de televisión. Ucrania ya ha iniciado un proceso para que Chernóbil sea declarado Patrimonio Mundial de la Unesco, lo que le significaría más fondos y turistas.
El científico peruano Modesto Montoya destaca el hecho de que la vida silvestre haya crecido en la zona contaminada. “En Chernóbil se han mostrado los efectos negativos del accionar del ser humano contra la naturaleza. Ahora que no hay población han florecido muchas plantas, especies que estaban en vías de extinción han vuelto a surgir. Esto muestra cómo los seres humanos no estamos portándonos bien con la naturaleza. Si uno ve los videos de cómo es hoy Chernóbil puede ver cómo ha crecido la naturaleza”, dice a El Comercio.
Las autoridades ucranianas que avalan el Tour Chernóbil aseguran que la dosis de radiación que una persona recibe durante el recorrido de un día en la zona de exclusión no es más alta que la dosis que recibe durante un vuelo de 1 a 2 horas.
“En nuestros recorridos solo seguimos rutas establecidas, verificadas y aprobadas por dosimetristas estatales. Los niveles de radiación en estas rutas no exceden las normas aceptadas y, si uno sigue todas las reglas para visitar la zona, la radiación no afectará la salud de ninguna manera”, indica la página web de Ukraine International Airlines.
Lecciones vigentes
Montoya explica que lo que pasó allí deja dos lecciones que deben tenerse en cuenta hasta hoy.
“En primer lugar, la tecnología nuclear está bien dominada, pero para que todo sea exitoso las normas tienen que ser estrictamente cumplidas. En segundo lugar, es necesario establecer una relación hombre-máquina para que todo esté automatizado, de modo que si alguien no cumple las normas, se active un sistema de seguridad”, apunta.
Afirma que últimamente se está tratando de desarrollar nuevas tecnologías que no solamente brinden seguridad contra los accidentes nucleares, sino que también eviten la proliferación de armas nucleares. “Es decir, que los desechos nucleares que salen del reactor ya utilizado no se vayan a usar para bombas atónicas, y por eso es que se habla de usar otro tipo de combustible como el torio”, señala.
Matiza, sin embargo, que se deben considerar los eventos naturales inesperados o poco probables que escapan a las previsiones humanas, como ocurrió en Fukushima, donde “se tomaron medidas de seguridad, se construyeron barreras para que no entrara el agua ante un eventual tsunami, pero se produjo uno mucho mayor al previsto y se produjo el desastre que todos conocemos. En ese caso ya no es una cuestión humana, sino que no se previó lo que podía suceder con la naturaleza”.
El experto pone como ejemplo el centro nuclear ubicado en Huarangal, Carabayllo, donde hay un pequeño reactor. “Ese terreno está en un plano inclinado hecho por huaicos. Siempre se tiene en cuenta la posibilidad de que algún huaico pueda venir en algún momento y por eso se ha construido una especie de muralla en la especie superior, pero si viene un huaico más grande de lo que se espera, eso es algo que escapa a lo previsto”, señala.
Una industria de oportunidades
El especialista peruano apunta que actualmente la industria de la tecnología nuclear está muy desarrollada. Destaca que si se hubiera avanzado mucho más en el uso de la energía nuclear para producir electricidad no tendríamos el calentamiento global en la magnitud actual.
“El calentamiento global ha sido producido porque hemos quemado mucho combustible fósil, mucho petróleo, mucho carbón, mucho gas. Si hubiéramos impulsado mejor la energía nuclear, no tendríamos este problema. Lo que pasa es que había mucho temor debido a lo que hicieron los estadounidenses en Hiroshima y Nagasaki. Ese bombardeo creó terror en la gente y eso frenó el desarrollo pacífico de la energía nuclear”, considera.
Agrega que la energía nuclear brinda otras posibilidades además de la energía eléctrica. Pone como ejemplo el uso de la radiación nuclear para combatir el cáncer y la mutación de plantas por irradiación para mejorarlas.
Comenta que la propuesta más ambiciosa que actualmente se está desarrollando en la industria nuclear es el ITER, un proyecto en que se utiliza la energía nuclear ya no de fisión, sino de fusión. “En este caso ya no habría desechos nucleares y el combustible sería el agua, lo cual resultaría inagotable. Esperemos que pronto se concrete y tengamos una energía nuclear limpia, sin posibilidad de contaminación. Este es un proyecto internacional. Su sede está en Cadarache, Francia, y está dirigido por Bernard Bigot, que es amigo del Perú e incluso enseñó en la UNI cuando era joven”, dice Montoya.
EL DATO:
La Universidad Nacional de Ingeniería ofrece dos maestrías relacionadas con el campo de la industria nuclear. Se trata de la maestría en Física Médica, en la que se prepara a físicos nucleares para la lucha contra el cáncer; y de la maestría en Energía Nuclear, que enseña a los profesionales de cualquier disciplina de ciencias e ingeniería todas las aplicaciones de la energía nuclear para la industria, la salud, el medioambiente, la agricultura, etc.
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