La Antártida fue desde tiempos remotos una tierra aislada. Su clima hostil, sus aguas heladas y profundas, y sus barreras de témpanos la separaron del resto de los continentes. La pandemia del coronavirus la hizo retomar esa condición. Sin embargo, como el resto del planeta, está en riesgo .
Por ahora es de los pocos lugares en la Tierra en donde no se han registrado casos . Pero si llegara a entrar alguien infectado en este ambiente de convivencia estrecha, el contagio sería masivo. Además, las posibilidades de evacuar Marambio , la más populosa de las bases argentinas, se limitan cada día más con el fin del verano, conforme se cierran las pocas ventanas climáticas para que el C-130 Hércules aterrice en una pista de apenas 1200 metros.
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“La única manera de que entre una enfermedad es por el continente”, asegura el vicecomodoro Roberto Saravia, jefe de la base. “Hemos recibido órdenes de que nadie entre del continente”, confirma el comodoro Lucas Carol Lugones, un veterano de la vida antártica, desde Marambio.
Un equipo de La Nación estuvo allí hace dos semanas, antes de que el Gobierno declarara la cuarentena obligatoria, los últimos civiles en ingresar y egresar del sector de la Antártida reclamado por la Argentina.
Temperaturas
La Argentina tiene trece bases: siete de verano y seis permanentes. Es el país con más establecimientos de este tipo del mundo. Es común en estos días que el termómetro baje hasta 20 grados bajo cero. Durante algunos días salen al exterior solo aquellos que tienen que hacer alguna actividad muy necesaria. "A veces tenemos que quedarnos durante varios días encerrados", afirma Pablo Díaz, coordinador de la base.
Marambio es la base más populosa de las argentinas. En estos días, tiene 80 habitantes, pero hasta hace un par de semanas había alrededor de 200. Recibe visitas de científicos de todo el mundo. Hay una base china a menos de 150 km. Se llama La Gran Muralla.
“Por lo que sabemos, el gobierno chino ordenó que nadie salga de sus bases -tienen tres- hasta próximo aviso”, cuenta Saravia. “Los chinos no relevaron su personal y prohibieron que la gente que iba a la Antártida de su Programa Antártico (estatal) tomara contacto con el resto del personal en la Antártida (independientemente del país que sea)”, completa Lugones. Con estas medidas, la Antártida comienza a perder contacto con el mundo.
Sin contacto
“La próxima operación aérea del Hércules tiene órdenes de no entrar en contacto físico con personal de la Base Marambio”, confirma Lugones. El riesgo es muy grande. Las instalaciones de la base se hallan selladas para asegurar que la temperatura interior permita la vida humana. Las ventanas son de triple capa de vidrio con gas argón en su interior para conservar el calor. Los habitantes son pocos, pero están en convivencia estrecha.
El coronavirus se siente como algo de otro mundo, aunque los lazos familiares emocionan y preocupan. En el salón comedor, la televisión está encendida durante todo el día. Los canales de noticias muestran el avance de la pandemia. "Para nosotros es un trastorno por nuestros familiares, los llamamos a cada momento para preguntarles cómo están, qué medidas están tomando para prevenir el contagio", reconoce Saravia. Luego de cenar, en los pasillos, en los baños y en cualquier lugar que pueda generar cierta intimidad, se oyen las llamadas a los familiares.
Un médico y una enfermera son los responsables de cuidar la salud de toda la dotación. La suboficial principal Marcela Soledad Ignacio camina por la base. Su familia está en Jujuy, tiene esposo y dos hijos, y se queda durante todo el invierno. “Sé por los medios que cerraron las escuelas, y me parece muy bien”, dice. La aparición de la pandemia la movilizó. “Sabemos que el contagio es grande”, confirma. “Los extraño, pero todos los días hago videollamadas con ellos; eso ayuda a estar más comunicados”, asegura.
El frío y la sensación de estar alejados de todo el mundo y sin posibilidad de irse influye en el ánimo de algunos. "A veces se acercan compañeros cuando se sienten tristes", sostiene el jefe de la división sanidad de la base, el primer teniente Pablo Ocampo.
Protocolo
“El primer lugar del país donde se aplicó el protocolo para la prevención del coronavirus fue la Antártida”, destaca a La Nación el ministro de Defensa, Agustín Rossi. A fines de enero y principios de febrero, se acercaron a las bases argentinas Carlini y Marambio embarcaciones con científicos chinos. “El Gobierno atendió desde la hora cero la problemática del coronavirus en la Antártida. Le exigimos a la tripulación china que todos aquellos que tuvieran intenciones de bajar lo hicieran con declaraciones juradas de sanidad, asegurando que estuvieran libres de síntomas de la enfermedad”, afirma el funcionario. “También restringimos las interacciones de nuestros científicos que estuvieron en los campamentos con sus colegas chinos”, sostiene.
Es común la libre circulación en la Antártida, y la cooperación entre los miembros de las diferentes bases. Chile, por ejemplo, recibe hasta cruceros de turistas. Estas bases se asientan en el extremo norte de la península Antártica; allí existen bases coreanas, rusas y chilenas, entre otras.
El aislamiento es un sentimiento que se comparte, se padece, se acepta y es un rasgo comunitario que los une a los que deben permanecer allí invernando. A partir de esta época del año es común la formación de "mares de nubes", estructuras nebulosas que bajan hasta la base, cerrando la visibilidad a pocos metros.
"Te desorientás muy fácilmente, no sabés dónde estás", afirma Nicolás Di Natale, uno de los helicopteristas. A esto se le suman la nieve, los vientos huracanados que nacen directamente en el Polo Sur. A medida que avanza marzo, el puente aéreo con Río Gallegos se hace más difícil. En invierno suele haber cruces cada 45 días.
La Base Marambio tiene un conjunto de instalaciones donde se distribuye el personal. Hangares para aeronaves, pabellón científico, oficinas, capilla, comedor, gimnasio, alojamientos, biblioteca, sala de juegos y una sala de sanidad donde están los médicos de la dotación. La camaradería es fundamental en un ambiente en donde es común en estos días que la sensación térmica se acerque a los 15/20 grados bajo cero. Los vientos llegan a superar los 150 kilómetros por ahora. Para salir se necesita un equipo especial, con guantes y viseras que permitan soportar la alta exposición solar producto del reflejo del sol con la nieve. “Estamos naturalmente esterilizados por el clima y nuestra vestimenta”, afirma Saravia.
Con señal 4G, en los pasillos, en los turnos de comida, las llamadas telefónicas a maridos, hijos, esposas y amigos son el común denominador. El coronavirus es el tema que más se oye en las mesas y espacios comunes. El aislamiento aquí es total; los sentimientos trabajan en el interior de estos hombres y mujeres que saben que hasta noviembre no saldrán del encierro voluntario, donde dominan el hielo y el viento.
“Es muy difícil que nos enfermemos acá, excepto que ya vengas con algo del continente”, reafirma Saravia. Hasta próximo aviso, no verán entrar a la base a nadie más.
Por: Leandro Vesco. Edición Fotográfica: Fernando Gutiérrez.
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