Se calcula que cada año la gripe estacional se cobra la vida de entre 250 mil y 500 mil personas en el mundo, sin que esto despierte gran preocupación: excepto en ciertos países asiáticos, nadie se cubre la cara con máscaras quirúrgicas ni se precipita a los centros médicos para vacunarse. Por el contrario, los centros de salud realizan cada año campañas para difundir la vacunación entre niños pequeños y personas mayores, que constituyen las poblaciones más vulnerables.
Resulta sorprendente entonces la paranoia que se ha desatado con el coronavirus, que es de moderada contagiosidad y baja letalidad. “Su índice de contagio –ha señalado el doctor Elmer Huerta en este Diario– ha sido estimado entre 1,4 y 2,5”.
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Para hacernos una idea, el índice de contagio del sarampión es de 18, y aún así hay movimientos antivacunas contra esta y otras enfermedades altamente transmisibles.
Lo que debería preocuparnos, en realidad, son las manifestaciones de racismo y xenofobia que en distintas partes del mundo han ocurrido contra ciudadanos de aspecto asiático y que movilizan prejuicios y estereotipos agazapados en el inconsciente colectivo contra una supuesta “invasión china”.
Insultos, bromas de mal gusto y agresiones físicas se han reportado en diferentes países. Uno de los casos más sintomáticos de los fantasmas desatados por el coronavirus se ha dado en una pequeña localidad del norte de Italia, Rovigo (1.700 habitantes), en donde dos niños recién llegados de China y que no presentan ningún síntoma ni provienen de Wuhan han sido prácticamente aislados para que no tengan contacto alguno con los menores del lugar. Las protestas han sido de tal magnitud que las autoridades ordenaron nuevos análisis clínicos a los pequeños rechazados por el pueblo, como durante las epidemias de peste en el Medioevo.
En las redes sociales la estigmatización contra los asiáticos se ha desatado sin pudor alguno. Y en Francia, el periódico “Le Courrier Picard” tuvo que pedir disculpas luego de que titulara su primera plana del domingo pasado con “El peligro amarillo”. Las reacciones no se hicieron esperar y se ha creado el hashtag #YoNoSoyUnVirus.
Si usted tiene temor de contagiarse del coronavirus, haga lo que cualquier persona con mínimos conocimientos de higiene: lávese frecuentemente las manos, cúbrase la boca al toser y estornudar, abra las ventanas en el transporte público para dejar circular el aire y aliméntese correctamente.
Pero más importante es la introspección. Pregúntese a qué le tiene tanto miedo y limpie su mundo de fantasías invasoras, prejuicios y mezquindades. Los virus no tienen nacionalidad y las enfermedades a veces matan. Pero tenga por seguro que la xenofobia y el racismo matan mucho más.