Tal vez se haya enterado de la noticia. En un programa de televisión el premio Nobel de Medicina Luc Montagnier sostuvo que el SARS-CoV-2 (virus que causa la enfermedad conocida como COVID-19), no era producto de una mutación dentro de la familia de gérmenes virales conocida como coronavirus, sino que habría sido creado en un laboratorio. Sabía que esa afirmación desafiaba el consenso de la comunidad científica, pero dado que Montagnier obtuvo el Nobel precisamente por su trabajo en virología y que este servidor solo llevó un curso de biología en el colegio, decidí concederle el beneficio de la duda y averiguar más sobre el tema. Para ello recurrí al mismo medio al que presumo recurre usted bajo circunstancias similares: Google.
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Lo primero que descubrí es que, después de que obtuviera el Nobel, sus declaraciones sobre el origen artificial del SARS-Cov-2 no son las únicas que desafían el consenso entre sus colegas: ocurre lo mismo con su defensa de la homeopatía y sus críticas a las campañas oficiales de vacunación como forma de inmunizar frente a ciertas enfermedades. Pero bueno, antes de Copérnico, Kepler y Galileo, la virtual totalidad de los astrónomos de antaño creía que el Sol giraba alrededor de la Tierra y, en ese entonces, la Iglesia fue parte de una genuina conspiración para ocultar la verdad.
Por lo demás, en clases de lógica me enseñaron que los llamados argumentos ad homínem (es decir, aquellos que buscan refutar una opinión no con fundamento en su contenido, sino con base en la reputación de quien la enuncia) no son argumentos sino falacias.
Dispuesto a seguir concediéndole a Montagnier el beneficio de la duda, me tomé la molestia de revisar sus declaraciones originales, que se pueden encontrar en Internet.
Fue una gran sorpresa descubrir que no brinda mayor evidencia en favor de su tesis, según la cual el virus fue creado en un laboratorio. De hecho, cuando el entrevistador le pregunta por la identidad y el propósito de los presuntos creadores, Montagnier responde: “Yo no acuso a nadie. No sé quién hizo esto o por qué”. La única fuente que cita es el estudio de un grupo de investigadores indios. El estudio, en efecto, existe bajo el abstruso título de “Uncanny similarity of unique inserts in the 2019-nCoV spike protein to HIV-1 gp120 and Gag”.
Dicho estudio fue publicado en la página web bioRxiv the preprint server for Biology. Lo primero que uno encuentra al ingresar es un recuadro en amarillo que dice: “Recordatorio: estos son reportes preliminares que no han sido revisados por expertos. No deben ser considerados concluyentes ni guiar la práctica clínica o la conducta en materia de salud, ni ser reportados en medios de comunicación como información comprobada”.
La revisión anónima por parte de expertos o pares (‘peer-review’ en el inglés original) es condición necesaria para que un estudio sea publicado en una revista académica. Y esa es solo la primera condición para que sus conclusiones sean consideradas válidas por la comunidad científica: como mostró el médico y funcionario Anthony Fauci en una comparecencia reciente ante el Congreso estadounidense, incluso estudios publicados tras una evaluación de expertos pueden estar equivocados, sea por errores metodológicos (los evaluadores no son infalibles) o porque son desvirtuados por investigaciones posteriores.
Es decir, el estudio que cita Montagnier no había pasado siquiera la primera fase de evaluación. Al punto que lo que uno encuentra hoy al ingresar a la página que publicó el estudio original es esto: “Este estudio ha sido retirado por sus autores”. Añade que lo hicieron para abocarse a revisar y responder los comentarios recibidos.
En cuanto a Montagnier, en lógica también existen las falacias de autoridad. Estas consisten en suponer que, por ejemplo, alguien sabe de lo que habla solo por que alguna vez fue galardonado.
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