El papa Francisco solicitó hoy la oración de los fieles ante el viaje que emprenderá a Chile y Perú, en su mensaje tras la oración del Ángelus dominical ante los cientos de fieles que le escuchaban desde la plaza de San Pedro. (AFP).
El papa Francisco solicitó hoy la oración de los fieles ante el viaje que emprenderá a Chile y Perú, en su mensaje tras la oración del Ángelus dominical ante los cientos de fieles que le escuchaban desde la plaza de San Pedro. (AFP).

Se dice que a Juan Pablo II había que escucharlo, a Benedicto XVI había que leerlo y que a hay que verlo. Y habrá que hacerlo con mucha atención desde mañana en Chile porque el Papa se encontrará con desafíos que no ha enfrentado en sus otros cinco viajes a Latinoamérica.

Para empezar, Francisco llega a un país que aprobó el aborto terapéutico el año pasado y en cuyo Parlamento espera un proyecto de ley para permitir el matrimonio homosexual y otro sobre identidad de género que podría aprobarse en plena visita. Chile es, además, la nación que menos confía en la Iglesia Católica en la región y la que peor lo evalúa como pontífice, según el último Latinobarómetro.

De hecho, el ambiente ya empezó a perturbarse el viernes, cuando cinco iglesias fueron atacadas por desconocidos en Santiago.

“La percepción en Chile es que se trata de un Papa más de izquierda y la élite chilena católica es conservadora. Si bien están felices de que venga el Papa, sin duda les gustaba más Juan Pablo II o Benedicto XVI, entonces hay menos fervor entre la élite conservadora porque este Papa dice cosas que no les gusta. Habla más para un público liberal”, afirma el analista político Patricio Navia.

—¿Cómo se decidió el viaje?—

Fernando Ramos, obispo auxiliar de Santiago, contó que en febrero del año pasado durante la denominada visita ad limina en el Vaticano, Francisco dijo a los obispos de su país: “Quiero ir a Chile. Pero también al Perú”.

El anuncio los sorprendió. Tanto el embajador chileno en la Santa Sede, como una ministra argentina habían sostenido encuentros privados con Francisco y a ambos les había asegurado que su siguiente gira incluiría Chile, Argentina y Uruguay. La explicación del Papa fue que con el Perú cerraba el Pacífico sudamericano.

Mientras el primer y hasta ahora único viaje papal a Chile (el de Juan Pablo II en 1987) se organizó con año y medio de antelación, este se preparó con apenas 7 meses de distancia. Eso explica, en parte, por qué Francisco solo estará cuatro días en tres ciudades, mientras Wojtyla estuvo seis días y recorrió ocho lugares.

La agenda de ahora tiene como primer destino Santiago, por ser la capital, Temuco por la Araucanía, la región más pobre del país, escenario del conflicto con la etnia mapuche, y finalmente Iquique, por ser una zona migrante y de gran devoción mariana por el Santuario de La Tirana.

El papa Francisco ofició el domingo una misa por el Día Mundial del Inmigrante. (AFP).
El papa Francisco ofició el domingo una misa por el Día Mundial del Inmigrante. (AFP).

—Dos realidades distintas—

A diferencia de nuestro país, donde no existe recuerdo de una visita previa de Jorge Bergoglio, el pontífice argentino conoce Chile e incluso vivió dos años ahí. En 1958 ingresó al seminario de los jesuitas en el Centro de Espiritualidad Loyola en la comuna de Padre Hurtado donde estudió latín, griego y retórica. También dio clases de religión.

En una carta que envió a su hermana en mayo de 1960 se mostró conmovido por los alumnos: “Los chicos y las chicas son muy pobres; algunos hasta vienen descalzos al colegio. Muchas veces no tienen nada que comer y en el invierno sienten el frío en toda su crudeza”.

Ahora lo recibirá un país muy distinto al que conoció y al que acogió a Juan Pablo II. El Papa polaco llegó un año antes del plebiscito que marcó el fin de la dictadura de Pinochet y, de alguna manera, estimuló a que mucha gente alzara la voz. Por entonces, Chile acogía apenas a 83 mil inmigrantes (el 0,7% de la población). Hoy son 477 mil (2,7%), de los cuales 177 mil son peruanos. Por eso es importante su visita a Iquique, donde el 10% de la población es extranjera.

Pero si seguimos detenidos en cuadros estadísticos, hay otros números que seguramente preocuparán al Papa. En el 2002, las encuestas indicaban que el 70% de los chilenos eran católicos, pero hoy esa cifra ha caído a 59%. Según el Latinobarómetro 2017, Francisco obtiene un 6,8 en una escala de 0 a 10 en la región. Paraguay es la nación que mejor lo califica con un 8,3; mientras que Chile está en la cola con un 5,3. Además, solo un 36% de la población local confía en la Iglesia.

“Estas cifras se explican, en parte, porque Chile es el país que ha sufrido el proceso de secularización más agudo en la región en la última década. Ha aumentado, según el mismo estudio, la cantidad de personas sin religión, agnósticos y ateos al 25%, con lo cual alcanza al ya conocido país más secular de la región que es Uruguay”, sostiene Marta Lagos, directora del Latinobarómetro.

No olvidemos también que la Iglesia en Chile ha sido sacudida en los últimos años por escándalos como el del sacerdote Fernando Karadima, condenado canónicamente en el 2010 por el Vaticano a una vida de penitencia y oración por abusar sexualmente de menores, un caso similar al del Sodalicio. Pese a eso, en el 2015, Juan Barros, acusado de encubrir a Karadima, asumió como obispo de Osorno y esa decisión sigue generando problemas hasta hoy.

—Temas controvertidos—

Más allá de la polémica por el alto costo de la visita (US$6,4 millones), hay dos temas que inquietan a los anfitriones. Primero: qué dirá el Papa sobre los reclamos territoriales de la etnia mapuche en la Araucanía, donde un grupo radical suma decenas de atentados desde el 2014, incluida la quema de iglesias. Segundo: se manifestará o no sobre la demanda boliviana ante La Haya para que se negocie una salida soberana al mar.

En el 2015, el Papa visitó La Paz y dijo que se trata de una “aspiración que no es injusta”. Es cierto que el Papa viaja en calidad de pastor y no de político, pero con Francisco podemos esperar sorpresas.

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