Gisella López Lenci

En setiembre del 2021, celebró elecciones. La cifra fue contundente. El 99,7% de la población votó para que Ramzan Kadyrov continuara dirigiendo esta república de la donde el culto a la personalidad se ha vuelto norma.

Kadyrov no tiene oposición porque simplemente no puede haberla. Quien diga lo contrario sabe que la consecuencia será la tortura o la muerte. Así lo han hecho saber miles de chechenos que han huido y relatado cómo este hombre de 45 años ha impuesto un régimen de terror bajo la anuencia del Kremlin y de , a cambio de máxima lealtad.

Tras la caída de la Unión Soviética, Chechenia se declaró independiente en 1991, pero desde Moscú se lanzó una brutal operación militar -prácticamente se destruyó Grozni, su capital- que se convirtió en la Primera Guerra Chechena (1994-1996), en la que murieron unas 100 mil personas.

Uno de los líderes independentistas era nada menos que Akhmed Kadyrov, padre de Ramzan, quien luego se cambió de bando y fue nombrado el primer presidente de Chechenia, bajo la tutela de Moscú, pero fue asesinado en el 2004.

En esta foto de marzo del año 2000, el líder checheno Akhmed Kadyrov saluda a Vladimir Putin, quien meses antes había conseguido la presidencia rusa.  REUTERS
En esta foto de marzo del año 2000, el líder checheno Akhmed Kadyrov saluda a Vladimir Putin, quien meses antes había conseguido la presidencia rusa. REUTERS

En el 2007, Ramzan Kadyrov llegó a la presidencia y desde entonces se ha vuelto uno de los hombres más incondicionales de Putin, quien hace caso omiso a las denuncias de violaciones a los derechos humanos que se cometen en Chechenia, una república de mayoría musulmana, donde la homosexualidad es castigada y las mujeres son obligadas a usar velo.

En enero pasado, Nabila Massrali, portavoz de Exteriores del Servicio Europeo de Acción Exterior, denunció que el actual gobierno checheno ha sistematizado el acoso, la detención, la tortura y el asesinato. “Los informes creíbles de continuas violaciones de los derechos humanos en Chechenia, la inacción de las autoridades federales en Moscú y la impunidad de los responsables de acciones ilegales contra los defensores de los derechos humanos chechenos y sus familiares son motivo de preocupación”, manifestó.

Vida de lujos

Kadyrov, además, es el hombre más rico del país y disfruta mostrar su opulencia en redes sociales [ahora solo en Telegram pues su cuenta en Instagram fue bloqueada por las sanciones occidentales], sean autos de lujos, relojes, joyas o pistolas enchapadas en oro. Esto pese a que la renta per cápita en Chechenia no pasa de los 250 dólares.

Eso, sin contar la cantidad de figuras del espectáculo y del deporte que han viajado hasta Chechenia con todo pagado para estar en sus fiestas de cumpleaños o en eventos públicos, desde Diego Armando Maradona, Ronaldinho, Cafú o actores como Gerard Depardieu o Jean Claude Van Damme.

Así, mientras que escudriñar la vida privada de Putin se ha vuelto uno de los principales objetivos de las agencias de inteligencia en Occidente, la vida privada de Kadyrov es prácticamente un libro abierto y no oculta su fundamentalismo.

Sobre la poligamia, ha dicho:

“Hoy en Chechenia, tenemos más mujeres que hombres, pero todas necesitan encontrar su lugar en la vida. Nuestras costumbres y nuestra religión permiten la poligamia. Por otro lado, si una mujer joven [soltera] o una mujer divorciada es vista [con un hombre], entonces su hermano la mata a ella y al hombre. Tenemos costumbres muy estrictas. Es mejor para una mujer ser una segunda o tercera esposa que ser asesinada”.

Kadyrov tiene tres esposas y 14 hijos, y es un amante del box y las artes marciales.

Kadyrov con una de sus esposas (derecha) y algunos de sus 14 hijos. INSTAGRAM
Kadyrov con una de sus esposas (derecha) y algunos de sus 14 hijos. INSTAGRAM

El líder checheno cuenta con un ejército personal llamados ‘kadyrovtsky’, que suman unos 25 mil hombres, quienes se encargan de controlar cualquier intento independentista en Chechenia y se les imputa ejecuciones extrajudiciales con el fin de “controlar el terrorismo”.

Los ‘kadyrovtsky’ también estarían apoyando a los separatistas rusos en Crimea y la región del Donbás desde el 2014, cuando estalló el conflicto en el este de , y también integran las fuerzas del Kremlin en Siria.

En la guerra

Justamente, estarían en Ucrania combatiendo junto a las fuerzas militares rusas, y el propio Kadyrov publicó en su cuenta de Telegram a mediados de marzo que estaban “cerca de Kiev” para “perseguir a los nazis”, como una manera de mostrar su absoluta lealtad a Putin, aunque para muchos expertos este video se trataba de mera propaganda.

No obstante, se sabe que paramilitares chechenos intentaron asesinar al presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, y que , una de las ciudades más asediadas por las fuerzas rusas.

Cientos de militares chechenos desfilan por las calles de Grozny antes de alistarse para participar en la operación militar rusa en Ucrania. REUTERS/Chingis Kondarov
Cientos de militares chechenos desfilan por las calles de Grozny antes de alistarse para participar en la operación militar rusa en Ucrania. REUTERS/Chingis Kondarov
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De hecho, este miércoles, Kadyrov dijo que solo operan en esta ciudad “pequeños grupos separados de militares ucranianos que, por alguna razón, tienen medio de salir con una bandera blanca”.

“Hago un llamamiento a los que todavía están encerrados en los sótanos y túneles de la planta de Azovstal: saben que tratamos a los presos como seres humanos. ¡Salgan! Piensen en sus propias familias y en las de los demás, como lo han hecho hoy más de mil infantes de marina”, escribió Kadyrov en Telegram. Según una investigación de “The Guardian”, la batalla por el aeródromo de Hostomel fue una de las primeras acciones en la que participaron los combatientes chechenos en Urania, y en la que también tuvieron importantes bajas.

“Hay miles de chechenos que lo odian, que están resentidos con él, y hay muchas reyertas familiares latentes contra él y su familia, así que Kadyrov entiende que para sobrevivir necesita a Rusia y el apoyo de Vladimir Putin”, dice al diario británico Emil Solomon Aslan, del Instituto de Estudios Políticos en la Charles University de Praga.