La madre del militar ruso Nikita Avrov, de 20 años, llora por su ataúd durante su funeral en una iglesia en Luga, a unos 150 km al sur de San Petersburgo.
La madre del militar ruso Nikita Avrov, de 20 años, llora por su ataúd durante su funeral en una iglesia en Luga, a unos 150 km al sur de San Petersburgo.
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Nikita Avrov tenía 20 años y cara de niño cuando lo mataron en . En el entierro de este tanquista, que tuvo lugar el lunes, no hubo dudas: murió por una buena causa, su patria, Rusia.

Su féretro, rodeado de flores, fue expuesto brevemente delante de la casa familiar de dos plantas, en el pueblo de Luga, a 150 kilómetros de San Petersburgo, bajo la bandera de su división de infantería mecanizada.

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Cerca de sesenta personas se acercaron hasta allá para rendirle homenaje y dejar flores. Después, cinco soldados con su oficial se llevaron el féretro de este joven, que vivió menos años que los que Vladimir Putin lleva en el poder.

En esta pequeña localidad de 30.000 habitantes no se ve ningún signo de oposición al conflicto que se inició el 24 de febrero, y que enfrenta a las tropas rusas con la feroz resistencia de los soldados ucranianos, presentados por Moscú como “neonazis”.

En su lugar, hay coches que lucen con orgullo la “Z”, la letra que llevan muchos vehículos militares rusos y que se convirtió en símbolo del apoyo a la ofensiva.

Según las autoridades locales, Avrov estaba a cargo de un tanque de asalto. Murió a finales de marzo en Izium, una pequeña ciudad del este de Ucrania tomada por Rusia, situada a medio camino entre Járkov y Sloviansk.

La madre (C) y los dolientes se reúnen alrededor del ataúd del militar ruso Nikita Avrov, de 20 años, durante su funeral en una iglesia en Luga, a unos 150 km al sur de San Petersburgo.
La madre (C) y los dolientes se reúnen alrededor del ataúd del militar ruso Nikita Avrov, de 20 años, durante su funeral en una iglesia en Luga, a unos 150 km al sur de San Petersburgo.
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“Fuerzas del mal”

En el homenaje, funcionarios, militares o líderes religiosos resaltan en sus palabras el sacrificio patriótico del joven Avrov, condecorado por la medalla al valor a título póstumo.

“Ejecutando su misión especial, este chico, Nikita Avrov, vecino nuestro, murió luchando contra los neonazis y los nacionalistas en Ucrania. ¡Murió por nosotros!”, lanza con orgullo un funcionario municipal, Alexéi Golubev.

“En cuanto Rusia muestra debilidad, los seres impuros tratan de ponernos de rodillas (...) ¡Pero no lo conseguirán!”, afirma por su parte el coronel Serguéi Nikitin, siguiendo el discurso oficial que considera que las potencias occidentales se aprovecharon de la caída de la Unión Soviética para debilitar al país, sobre todo a través de Ucrania.

Y antes, durante la ceremonia en la iglesia, el sacerdote ortodoxo insistió en el mismo mensaje.

Nikita no tuvo miedo de las fuerzas del mal, nos defendió para que nuestros cielos se mantengan en paz”, declaró el padre Nikolai ante más de 150 personas.

Dos antiguos compañeros de estudios de Avrov, Serguéi y Anton (que no dieron sus apellidos) siguieron el funeral.

Nikita era un militar, murió en combate. Es un acto heroico”, comenta con admiración Serguéi.

“Debemos defender nuestro país, aunque mueran los mejores”, añade Anton.

También se organizó una concentración en su honor con una llama eterna, junto al monumento que recuerda a los soldados muertos durante la invasión soviética de Afganistán y durante la Segunda Guerra Mundial.

Soldados rusos llevan coronas y una foto del militar ruso Nikita Avrov, de 20 años, durante su funeral en Luga, a unos 150 kilómetros al sur de San Petersburgo.
Soldados rusos llevan coronas y una foto del militar ruso Nikita Avrov, de 20 años, durante su funeral en Luga, a unos 150 kilómetros al sur de San Petersburgo.
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“Injustificable”

No se conoce el número exacto de militares rusos muertos en Ucrania, pero el portavoz del Kremlin reconoció la semana pasada “pérdidas importantes”. El último balance, del 25 de marzo, lo cifró en 1.351 fallecidos.

“Duele mucho y da miedo cuando mueren tan jóvenes”, dice a la AFP Anna Koroleva, una vecina de 59 años que lleva dos claveles en la mano.

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Svetlana, de 48 años, tampoco quiere dar su apellido. “Lo que tiene que sentir la madre, es terrible. Qué desgracia, qué horror para las madres que pierden a sus hijos. Nada puede justificar algo así”, cuenta con un tono de incomprensión hacia el conflicto.

A día de hoy, en Rusia, está prohibido denunciar la operación del Kremlin por el riesgo de ser acusado de denigrar al ejército, un delito que puede conllevar penas de prisión.

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