(Foto: AFP)
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Renzo Giner Vásquez

Huracanes, inmigración, crimen y política se mezclan en las novelas del escritor cubano Andrés Hernández. “Mi trabajo de periodista, las noticias del día a día, todo influye mucho en mis historias”, dice.


—Hace poco escribió sobre Trump y cómo rompió el récord de desaprobación.
EE.UU. se ha vuelto un país muy polarizado desde que Trump fue elegido. Ahora estás con él o contra él.

—Cierra su artículo diciendo que “los votantes debieron pensar mejor en noviembre”...
Hay un fenómeno destapado, el del nacionalismo extremo. Es una reacción a diversos problemas mundiales que pienso que se deben abordar de otra manera porque no se deben a la inmigración. La inmigración es, al contrario, la consecuencia a las guerras, el hambre y los fenómenos climáticos devastadores.

—Y la respuesta del Gobierno de EE.UU. es retirarle el beneficio migratorio a los nicaragüenses.
Desde hace muchas décadas los inmigrantes forman parte del tejido de este país, sobre todo en sectores como la agricultura. Tengo la cifra: el 25% de personas que trabajan en el sector agrícola son indocumentados, es una cifra enorme. Estas medidas causan un daño inmediato a la economía nacional.

—¿Cuál es el sentir de los latinos en EE.UU.?
Muchas personas tienen temor. Antes la ley perseguía a las personas indocumentadas, pero más o menos había una especie de tregua. Es decir, se deportaba a quienes tenían antecedentes penales. Incluso en el pasado, gobiernos como el de Reagan dieron amnistía a muchos indocumentados. Ahora se siente que hay una persecución y lo que está imperando es un clima de miedo.

—¿Es el peor momento para la comunidad latina?
Es un momento malo, sobre todo para los que no tienen papeles. El peor... [Piensa] Vivo aquí desde 1985 y sí, es el peor desde entonces.

—La inmigración es el eje de su novela “El paraíso tenía un precio”.
Sí, la historia nació con el éxodo de los balseros cubanos de 1994. Cuando estas personas eran detenidas en mar abierto eran llevadas a Guantánamo hasta que podían pasar. Un primo mío estuvo ahí, conversé con él y ahí nació la novela, aunque no es necesariamente su historia porque él regresó a Cuba.

La novela, en resumen, mezcla el éxodo de un matrimonio joven cubano, que pasa mil peripecias en Guantánamo, llega a Miami y se encuentra con que el camino más fácil para la riqueza es el delito, por lo que caen en una red de narcotráfico.

—¿Por qué Miami?
En Miami la realidad supera a la ficción en muchos casos.

—¿Cuánto ha cambiado la ciudad desde los 90?
Muchísimo. A inicios de los 90 era una ciudad pujante, con precios muy bajos y para gente trabajadora. Actualmente, Miami Beach se ha convertido en un lugar impagable para la mayoría de los miamenses. Se ha convertido en un centro internacional de turismo, moda y una de las ciudades más caras de EE.UU. Eso ha acarreado una serie de problemas.

—¿Como cuáles?
El aumento del delito de cuello blanco; es decir, narcotráfico, fraudes y otros. En Miami convive la pobreza, el delito y el esplendor.

—Solo una de sus cuatro novelas no está ambientada en Miami. “De un solo tajo” sucede en Cuba.
Sí, yo estuve en el servicio militar obligatorio. Fui destacado a un campamento en las ciénagas, en lo más profundo de la campiña cubana. El teniente al frente del campamento tenía montado una especie de gobierno, los campesinos vivían atemorizados por los reclutas, muchos de ellos eran delincuentes de La Habana a quienes habían mandado como castigo. Fue una experiencia traumática.

—¿Qué fue lo más difícil?
La tensión que se vivía. Había mucha violencia. Una vez un grupo de nueve de nosotros estaba a cargo del almacén de víveres. De repente, fuimos atacados por unos 200 reclutas sublevados, los oficiales se encerraron en las barracas y nosotros pasamos toda la noche encerrados, esperando cuándo atacaban. Afortunadamente no pasó nada pero esa noche fue de mucha tensión. Años después me di cuenta de que ahí había una novela, evidentemente le añadí algunos personajes y hechos ficticios para hacerlo más dramático.

—Cuéntenos más sobre el proceso creativo, ¿de dónde salen los personajes?
Debe haber algo fuerte que consiga llamar mi atención. Me paso semanas pensando en eso, dándole vueltas hasta que me viene a la mente.

—Imagino que tienen mucho de su historia personal.
Las vivencias de uno están en todo lo que uno escribe. De una manera u otra. Yo tengo a un personaje llamado Fernando Estrada, que es un detective. Cuando mi hija mayor leyó la novela me dijo: “Pero Fernando Estrada eres tú”. Yo no me había dado cuenta hasta entonces.

—¿Ha regresado a Cuba?
Podría pero no lo he hecho. Fui el último de mi casa en irse, mi familia viajó dos años antes. Ahora no tengo un motivo muy grande para regresar. Me gustaría ir, pero más adelante y sobre todo para ver La Habana, extraño más a mi ciudad que a Cuba. Lo que ha impedido que viaje hasta ahora es todo lo que cobra el Gobierno para ingresar, me parece arbitrario.

—¿En qué nuevas historias está trabajando ahora?
En dos: una sobre la luchadora antiesclavista Harriet Tub-man y la otra empieza con una frase del ex presidente italiano Sandro Pertini que dice: “A veces en la vida hay que saber luchar, no solo sin miedo sino también sin esperanza”. Esta última se desarrolla en un Miami del futuro cercano destruido por el cambio climático y una desigualdad social muy grande que desencadena una revolución.

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