El Cairo [EFE]. Tras gobernar durante casi cinco décadas en las que el sultanato ha destacado por su neutralidad y carácter conciliador, Qabús bin Said de Omán, el último sultán de Oriente Medio, falleció este viernes a los 79 años sin descendencia ni sucesor conocido.
La agencia oficial omaní ONA anunció la noticia la madrugada del sábado en un escueto mensaje en el que no aporta detalles sobre las causas de la muerte del sultán, quien a principios del mes pasado había viajado a Bélgica para someterse a un chequeo médico.
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Lo último que se supo sobre la salud de Bin Said, una cuestión muy sensible y en general mantenida en secreto, es que su condición era “estable”, hasta que esta madrugada Omán decretó tres días de luto y de suspensión de trabajos tanto en el sector público como privado por el deceso de su líder.
Su muerte se produce en momentos de tensión en Oriente Medio por un cruce de ataques entre Washington y Teherán en territorio iraquí, una situación ante la que el sultanato ha llamado a la calma, en línea con su política de mantener una postura neutral entre el eje suní liderado por Arabia Saudí y el chií, con Teherán a la cabeza.
Incluso, bajo la batuta de Bin Said, Mascate ha mediado entre sus vecinos enfrentados y ha buscado poner fin al conflicto en el Yemen, y fue el primer Gobierno del golfo Pérsico en establecer lazos de bajo nivel con Israel.
Qabús nació en la ciudad sureña de Salalah, cuna de la dinastía Al Said desde mediados del siglo XVIII y por entonces la capital del reino por capricho de su padre, Said bin Taimur, a quien derrocó en 1970 tras un golpe palaciego no sangriento que contó con la ayuda de los británicos, los anteriores colonos del país.
Venerado en Omán, se le recuerda como sabio, justo y el principal mediador en los conflictos de una de las regiones más belicosas del mundo, donde estableció lazos con el vecino Irán y hasta con el archienemigo del resto de países árabe, Israel.
De esta forma, se convirtió en una pieza clave para la resolución de la crisis de Kuwait y la guerra entre Irak e Irán. El sultán solo tuvo que enfrentarse a un conflicto en su tierra que heredó de su predecesor, la guerra de Dhofar (1962-1975), donde los rebeldes sureños pidieron autonomía hasta que fueron derrotados por Qabús cinco años después de subir al trono.
Su padre y su ciudad natal fueron los principales referentes en los primeros años de Qabús, que pasó de permanecer encerrado por orden de su padre a convertirse en un gran conocedor de su país.
Explica el autor ruso Sergey Plekhanov en “Un reformista en el trono”, una de las pocas biografías autorizadas sobre el sultán, que Said bin Taimur no dejó al pequeño Qabús visitar la capital omaní hasta los 25 años y lo privó de leer la prensa porque previó que estaba en contra de sus políticas autoritarias.
Sin embargo, su padre lo mandó a la británica Suffolk para que estudiara Administración Local. Allí desarrolló interés y despertó sus pasiones por la fotografía y la música clásica, que le llevaron a crear la primera ópera de Omán y su respectivo coro.
Ya en 1970, cuando ascendió al trono, muy influido por el modelo occidental y también por su país de referencia, Zanzíbar, tuvo claro que quería convertir a Omán en un país diferente.
“Mi primer acto será la abolición inmediata de todas las restricciones innecesarias de vuestras vidas diarias” para volver a situar a Omán “en el lugar que se merece en el trono”, dijo el 23 de julio de 1970 en un discurso a la nación, el día que llegó al poder.
Tras el golpe palaciego, apoyado también por el Ejército y muchos de los miembros de la familia real, el sultán dio comienzo al denominado periodo del “renacimiento” para dotar al país de un sistema de comunicaciones, transporte y servicios dignos y diversificar la economía de un país escaso en petróleo.
También hizo hincapié en la educación. En 1975 ya había 214 escuelas y en 1982 fue fundada la primera universidad, bautizada Qabús.
Además, implantó un sistema sanitario moderno y gratuito (de 150 médicos en 1975 a más de 3.500 en la actualidad), que ha mejorado notablemente la esperanza de vida y la mortalidad infantil.
Ahora, tras la muerte del último sultán de Oriente Medio, sin descendencia, el país ha decretado tres días de duelo, exactamente las jornadas en las que se debe nombrar a su sucesor, de acuerdo con estatuto de 1996.
Se dice que existen dos cartas que contienen el nombre del próximo sultán, y se guardan con recelo en la capital, Mascate, y en la ciudad de la realeza, Salalah, a la espera de que sean abiertas en los próximos días y Oriente Medio pueda presenciar el ascenso de un nuevo sultán.