Así operan las bandas de secuestradores de perros en México
Así operan las bandas de secuestradores de perros en México

La historia de Koda, un perrito de raza pomerania que fue secuestrado en forma parte de una estadística escasa, pues su rapto concluyó con un final feliz.

Las cifras de regreso a casa después de un rapto son muy bajas. De cada 10 perros que se secuestran, solo tres o cuatro regresan, asegura Miguel Martínez, especialista en seguridad.

Eran las 11:30 horas del 14 de abril de 2013, y Koda, la mascota de los dueños de una tintorería ubicada en la esquina de Río Pánuco y Río Niágara, paseaba a sus anchas por esa manzana, como todos los días. Koda, en realidad, era el perro de los vecinos de la cuadra, pues entre todos lo cuidaban y alimentaban.

El personal de PetXclusive -una tienda para mascotas- notó la ausencia de Koda al poco tiempo de ser raptada “pues venía un promedio de veinte veces al día. Llegaba por sus premios, o para visitarnos. Cuando lo dejamos de ver por un lapso de dos horas nos preocupamos y fuimos a preguntar a la tintorería. Fue cuando ellos también se dieron cuenta que llevaban un rato sin verlo”, explica Maritza Márquez, una de las socias de la tienda.

El reloj marcaba las dos de la tarde y nadie había visto a Koda desde las 12 del día. En algún momento entre esas dos horas alguien se lo había llevado, pensaron entre todos y empezaron a construir teorías.

Para los vecinos era imposible que se hubiera ido por sí solo. “No se dejaba agarrar”, dice Maritza, y la secunda Mónica Ornelas, otra habitante de la zona: “No le gustaba. Te mordía si intentabas cargarlo”; también era poco probable que se hubiera perdido, llevaba más de dos años viviendo prácticamente en la calle, “y era muy listo -añade Maritza-, incluso sabía que no debía bajarse de la banqueta.

Para las tres de la tarde aún no se sabía nada de Koda y el dueño de la tintorería junto con personal de la tienda de mascotas, comenzaron a pegar carteles con la foto del altivo pomerania, la solicitud de ayuda y los teléfonos de contacto.

Pensaron entonces en las cámaras de seguridad de los edificios aledaños, y Mónica Ornelas se acercó con el portero de uno de los inmuebles: “Mira que nos robaron al güerito, ¡ándale!, es para una buena obra, necesitamos recuperarlo préstanos las grabaciones”, insistió. Esta súplica unida a un par de botellas de alcohol -“tuve que sobornarlos”-, confiesa Mónica con una sonrisa- sirvió para conseguir dos cintas de seguridad que ayudaron a ver lo que los vecinos se temían: el perro había sido secuestrado.

Esto, unido a otro de los videos de PetXclusive, mostraron el modus operandi del secuestrador. Un señor de camisa blanca pasa frente a Koda con dos perritas que usa como anzuelo. “Estoy segura que una de ellas estaba en celo”, dice Mónica mientras ve en el video cómo Koda pega su nariz a la cola de una de ellas y comienza a caminar sin separárseles. El enganche del ladrón sirvió para aislarlo y poder tirarle una cobija encima que le permitió agarrarlo sin ser mordido.

Y SONÓ EL TELÉFONO
El teléfono de la tintorería por fin sonó a las siete de la noche y al dueño le dijeron: “Si quieres a tu perro de vuelta, me das 20 mil pesos (US$ 1.500)”. Era la voz de un hombre, pero gracias a la acción vecinal conjunta, el dueño ya sabía cómo se había llevado a Koda, la hora, y hasta la vestimenta de quien lo tenía cautivo.

El dueño entonces le contestó muy seguro que sabía todo de él, y que si su perro no estaba ahí a las 11 de la noche, lo denunciaría a primera hora del día siguiente: “En la delegación ya saben quién eres y te tienen fichado”, amenazó el dueño al secuestrador.

Koda regresó envuelto en una cobija a las 11 de la noche a la tintorería. Una emisaria del ladrón lo llevó y no pidió un centavo; ya estaban amedrentados.

El perrito tiene ahora una nueva familia (su antiguo dueño tuvo que mudarse de país): vive con el joven Wajdi Burjas, ya alejado de esa esquina que le trae malos recuerdos.

Mónica asegura con pesar: “Como con personas, ahora hay secuestros de perro”. Improvisa una palabra para esbozarlo: “Algo así como perroexprés”.

¿EXTORSIÓN O SECUESTRO?
El reflejo inmediato de los dueños que pierden a su mascota es hacer un cartel con sus datos básicos y los de su animal: “Se busca: perrita tamaño mediano, pelo largo con tonos café y pancita pecosa”.

De acuerdo con Miguel Martínez, experto en seguridad y secuestros, la información pegada en la calle y en redes sociales, puede ser fácilmente usada contra el dueño para extorsionarlo, pues cualquiera puede llamar e inventar que lo tienen.

Muchos supuestos secuestros, de acuerdo con Miguel, son solo extorsiones: “La gente paga y nunca regresa su perro, porque quien llamó nunca lo tuvo”.

El señor Miguel que fue guardia de seguridad durante 30 años y ahora tiene una pensión para el cuidado de perros comenta que los animales raptados no necesariamente tienen que ser de pedigrí, pero la raza de los perros sí que se utiliza para medir el poder adquisitivo de sus dueños y cuánto puede redituar en el mercado negro.

Xoloitzcuintle, pastores de los pirineos, dogos, mastines, dóberman, pomerania, chihuahua, filas brasileños y san bernardos, de acuerdo con el experto, son las razas que más corren peligro.

Las modalidades del robo varían: puede ser a mano armada o robados directamente de sus casas, explica Martínez y advierte que el fenómeno de robo y secuestro de mascotas, “desde hace uno o dos años se ha incrementado y puede subir más debido a que los secuestradores y extorsionadores están diversificando el negocio, ahora a los animales”.

“Siempre nos van a pegar donde nos duele más, un miembro de la familia, un amigo muy querido, en tu pareja… en un perro, que se convierte en parte de tu hogar”, comenta Miguel al explicar que un can, más allá del valor monetario, es valuado por la importancia que tiene dentro de la familia, pues esta es capaz de pagar hasta el triple del precio comercial de la mascota por ver a su amigo de cuatro patas regresar a casa.

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