Una moto transita por una de las calles de la prefectura de Fukushima. (Bloomberg).
Una moto transita por una de las calles de la prefectura de Fukushima. (Bloomberg).
/ Toru Hanai

Casi no hay autos. Al costado de las pistas bien pavimentadas, hay bolsas negras y azules que resaltan en medio de un panorama fantasmal.

Noboru Takamura maneja por y, mientras observa la ruta, le es imposible no trasladarse diez años atrás, cuando llegó a Fukushima tras el caos causado por el .

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Una semana después de ese accidente –del que hoy 11 de marzo se cumplen diez años–, Takamura llegó a la prefectura japonesa. Se instaló en un hotel de los pocos que quedaban de pie, supo que el agua se había vuelto un lujo y que la mayoría de vecinos de la central nuclear de Fukushima Daiichi estaban ansiosos.

La explosión en una de sus torres los ponía en una encrucijada: ¿debían huir de la radiación y abandonar sus hogares, o la mejor opción era esperar a que el gobierno tomara cartas en al asunto?

Pero eso es parte del pasado. Esas bolsas que Takamura ve en las orillas de las pistas contienen tierra procesada, uno de los mecanismos que Japón ha utilizado para que la zona afectada por la radiación se pueda repoblar. Se trata de esfuerzos millonarios en los que tomaron todo lo que estaba a la mano –árboles, incluso– para descontaminarlos y devolverlos a su lugar.

Han pasado quince minutos y Takamura llega a su segundo trabajo. Cierra las puertas del auto y entra en el Museo de la Memoria del Gran Terremoto y Desastre Nuclear del Este de Japón, donde oficia de director.

El día del terremoto estaba en Nagasaki, y en el noticiero vi cómo el tsunami llegaba a Japón. Las imágenes me impactaron –recuerda–. Esa noche me enteré de la situación de la planta nuclear y cómo empeoraba... Y, al día siguiente, se sucedió la primera explosión de Fukushima Daiichi”.

Takamura no tenía vínculos con Fukushima, pero algo resonó en su interior: desde hace muchísimas generaciones, su familia vive en Nagasaki.

Muchos de ellos sobrevivieron al bombardeo nuclear de 1945, muchos otros murieron”, anota.

Imagen que demuestra la recuperación de las zonas afectadas por el terremoto y tsunami. Arriba, el colegio Tomiokadaiichi en febrero del 2016 y, abajo, este año. (Foto: EFE).
Imagen que demuestra la recuperación de las zonas afectadas por el terremoto y tsunami. Arriba, el colegio Tomiokadaiichi en febrero del 2016 y, abajo, este año. (Foto: EFE).
/ FRANCK ROBICHON
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Hijo de una familia de doctores, Takamura también eligió ese camino y se dedicó a trabajar con pacientes del bombardeo que terminó con la rendición japonesa. A esa vocación le sumó 25 años de estrecho contacto con la planta nuclear de Chernóbil, protagonista de un desastre nuclear en 1986. Así, se volvió especialista en los efectos de la radiación dentro de la casa.

No le quedaba otra opción: ordenó sus pendientes en la Universidad de Nagasaki, su otro trabajo, y partió hacia Fukushima para apoyar a su recuperación.

Después de la explosión, hubo muchísimas noticias sobre la radiación y era de suponer que las personas iban a estar muy ansiosas porque la información no era suficiente para ellos. Fue por eso fui, para hablar sobre la radiación dentro de las casas”.

Takamura empezó a dar charlas a los vecinos y, en eso, la Universidad de Medicina de Fukushima lo contactó para encargarle una tarea. “El 20 de marzo, diez días después del accidente, instalé un área de comunicación para la crisis”.

Vista de los reactores 3 y 4 de la central nuclear Fukushima Daiichi. (Foto: AP).
Vista de los reactores 3 y 4 de la central nuclear Fukushima Daiichi. (Foto: AP).
/ Hiro Komae

UNA MIRADA ACTUAL

El desastre nuclear de Chernóbil tuvo consecuencias nefastas que no se vieron en Fukushima. El doctor Takamura explica que, en Japón y tras el accidente, los pobladores de la zona fueron evacuados y que el gobierno reguló la comercialización de alimentos.

Eso no pasó en Chernóbil, y los niños tomaban el agua contaminada y algunos desarrollaron cáncer. Basándose en esa experiencia, se buscó minimizar la radiación interior. Aun así, muchas personas desconocían de qué se trataba la radiación y pensaban que se iban a morir”.

Lo que recuerda tiene sentido. Luego de los bombardeos nucleares de 1945, se desarrolló una “gran radiofobia”. “Las personas recordaban a sus víctimas, y las condiciones miserables en las que murieron se quedaron impregnadas en su memoria”.

El Museo de la Memoria del Gran Terremoto y Desastre Nuclear del Este de Japón, ubicado en Futaba, Fukushima.
El Museo de la Memoria del Gran Terremoto y Desastre Nuclear del Este de Japón, ubicado en Futaba, Fukushima.

Con eso en mente, ¿cómo permitir que se construyeran tantas centrales nucleares? Takamura explica que no tenían otra opción.

Japón no tiene muchos recursos naturales, así que tuvimos que considerar esa tecnología e implementarla. La necesitábamos para que la economía se desarrollara. Hoy por hoy, la aceptación de esta energía y la radiofobia coexisten.”.

El médico y director del museo también se anima a hablar sobre las últimas noticias que llegaron desde Fukushima: el agua que se usó para controlar los reactores nucleares, será liberada al mar.

No es así. El gobierno japonés todavía no decide hacerlo. Pero se trata de agua tratada, filtrada para remover casi todos los residuos nucleares. Los que quedan tienen una energía muy débil, así que incluso si llega al océano, no habrá efectos a los humanos o al ecosistema del mar”.

A partir de eso, se configura otro reto: explicar a la población las características de esta agua que estuvo almacenada en los tanques de la planta nuclear y cómo fue procesada. “Y cuáles son y cuáles no son sus efectos en el medio ambiente. Eso se necesitará para continuar con ese plan”.

El doctor Noboru Takamura nació en 1968. Además de su trabajo en el museo, también es parte de la Universidad de Nagasaki.
El doctor Noboru Takamura nació en 1968. Además de su trabajo en el museo, también es parte de la Universidad de Nagasaki.

Y ese miedo que parte del desconocimiento puede ser una de las razones por las que la prefectura de Fukushima todavía no ha podido repoblarse. Takamura recuerda que, tras el accidente, se ordenó la evacuación de las personas que vivían a 30 kilómetros a la redonda de la planta y que, como resultado, cerca de 10 mil personas dejaron sus hogares. Desde entonces, continúan los esfuerzos por descontaminar la zona, pero es inevitable que las personas duden.

Hay partes de la prefectura de Fukushima que volvieron a la vida normal, pero muchas otras municipalidades, pueblos y ciudades cercanas todavía no tienen autorización para retornar”.

De hecho, Futaba, el lugar donde se ubica el Museo de la Memoria del Gran Terremoto y Desastre Nuclear del Este de Japón, se ubica a pocos kilómetros de “donde sucedió todo”, y eso explica que se trate de un paraje desértico.

El 11 de marzo del 2011 se combinaron, por primera vez, un terremoto, tsunami y un desastre nuclear. Por esa razón abrimos el museo: para recordar esta situación tan compleja, recolectar la memoria de Fukushima, y mostrar lo que se ha venido haciendo durante estos diez años. Toda esta experiencia se podrá utilizar cuando se sucedan desastres de esta magnitud, no solo en Japón, sino en otras partes del mundo”, concluye Takamura.

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