Una mujer pasa junto a las gaviotas que vuelan cerca del puente Rainbow en el área de Odaiba en Tokio. (Photo by Charly TRIBALLEAU / AFP)
Una mujer pasa junto a las gaviotas que vuelan cerca del puente Rainbow en el área de Odaiba en Tokio. (Photo by Charly TRIBALLEAU / AFP)
/ CHARLY TRIBALLEAU
Agencia AFP

Cuando Vanessa, una “aprendiz técnica” filipina en , anunció a sus empleadores que estaba embarazada, primero le sugirieron abortar y luego la obligaron a dimitir, una situación común para las participantes de este polémico programa.

El dispositivo japonés denominado “prácticas técnicas”, que contaba a finales de 2021 con unos 275.000 trabajadores procedentes de países como China y Vietnam, está destinado a proporcionar a los participantes extranjeros experiencia en un campo que les será útil de regreso en sus hogares.

Pero, según sus detractores, es una fuente de mano de obra barata para empresas en Japón, donde la población está envejeciendo y los migrantes son poco numerosos.

Este programa es el centro de numerosas polémicas, con acusaciones de discriminación y violencia. Algunos de los participantes se vieron obligados a trabajar en la descontaminación de la central nuclear de Fukushima, devastada por un tsunami en 2011.

Las mujeres se enfrentan a una presión adicional porque “la idea de que queden embarazadas durante su estancia en Japón no es tolerada”, explica Masako Tanaka, profesora de la universidad Sophia de Tokio, especializada en los derechos de las mujeres migrantes.

El acoso psicológico relacionado con la maternidad, que también sigue siendo un problema para las mujeres japonesas, afecta más duramente a las aprendices técnicas extranjeras, más vulnerables, aunque en principio están cubiertas por las leyes que prohíben el acoso y la discriminación por embarazo.

- ¿Cómo se atreven? -

Vanessa, de 25 años, que pidió ser identificada por su nombre de pila, trabajaba en un centro de salud en Fukuoka (sudoeste) cuando se enteró de que estaba embarazada. Llevaba más de un año en el Japón y esperaba continuar su pasantía después del parto.

Desde Filipinas cuenta a la AFP que fue inducida a abortar, a pesar que la interrupción del embarazo es un tabú y un crimen en su país profundamente católico. “Me dije: ‘¿cómo se atreven?’. El aborto es la elección de una madre”, explica.

Finalmente, sus empleadores la obligaron a dimitir, afirmando que su situación “disminuiría el +valor+ de las becarias filipinas”, resume.

La magnitud del problema es difícil de evaluar. Según el ministerio de Salud de Japón, entre 2017 y 2020, 637 becarias técnicas dimitieron debido a un embarazo o a un parto, de las cuales 47 declararon que deseaban continuar con el programa.

Según defensores de las mujeres migrantes, esta es la “punta del iceberg”.

En 2019, la agencia de inmigración de Japón llamó al orden a los empleadores. “Es posible que las estudiantes técnicas, como seres humanos, queden embarazadas y den a luz, y no deberían ser tratadas en desventaja”, subrayó a la AFP un funcionario de la agencia.

Sin embargo, Hiroki Ishiguro, abogado que representó a aprendices técnicas, indicó a la AFP que “para algunos empleadores es más fácil enviarlas a casa y reemplazarlas por nuevas aprendices, que incurrir en gastos adicionales” relacionados con el embarazo.

- Lo siento por ambos -

La presión financiera y el endeudamiento relacionado con los costes de contratación también pesan sobre las becarias como Thi Thuy Linh, trabajadora vietnamita en una granja de Kumamoto (suroeste de Japón), que descubrió que estaba embarazada en julio de 2020.

Temía que su familia en Vietnam fuera “destruida financieramente” si era deportada, explica Ishiguro.

Ocultó su embarazo a su empleador y quiso abortar, pero las interrupciones médicas del embarazo cuestan generalmente más de 100.000 yenes (806 dólares) y algunas aprendices temen que las clínicas hablen con sus empleadores.

Las mujeres obtienen píldoras abortivas clandestinamente, un “acto muy arriesgado que podría llevarlas a juicio”, subraya Tanaka.

Poco después de descubrir que estaba embarazada, la aprendiz vietnamita tomó píldoras abortivas, mientras que su empleador, sospechando un embarazo, la había advertido de “dificultades” futuras, según Ishiguro.

En noviembre dio a luz prematuramente, sola y en su casa, a gemelos nacidos muertos. Exhausta, los envolvió en una toalla y los puso en una caja de cartón en su habitación deslizando la frase: “Lo siento por ambos”.

Al día siguiente, pidió ayuda a un médico, quien informó a las autoridades. En enero fue condenada a tres meses de prisión condicional por “abandonar” los cuerpos de los bebés. Luego apeló.

La historia de Vanessa terminó de otra manera. Dio a luz a su hijo en Filipinas, pero todavía espera regresar a Japón. “Quiero probar que es posible que una aprendiz embarazada dé a luz en su país y regrese a Japón para terminar su contrato”, explica.

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