Tomás Pendola, un argentino de 25 años que enseña química en una escuela en Miami, dice que tuvo suerte: renovó su permiso temporario de residencia y trabajo antes de que Donald Trump jurara como presidente.
"Si tuviera que renovarlo ahora, tendría miedo de hacerlo", confiesa Pendola. "Con todo lo que sacó Trump para deportar gente, seas dreamer o no, tengas antecedentes criminales o no, ya no importa. Es una cacería, no importa nada", lamenta.
Luego del giro draconiano que imprimió Trump en la política migratoria, nadie sabe a ciencia cierta qué ocurrirá con ellos. El arresto de la argentina Daniela Vargas, una dreamer de 22 años detenida por agentes del Servicio de Inmigrantes y Aduanas (ICE, según sus siglas en inglés) tras una conferencia de prensa en la que defendió su caso, arraigó el miedo y la incertidumbre.
Durante años, los cerca de 750.000 jóvenes indocumentados conocidos como dreamers -palabra que surge de una ley para darles la ciudadanía, llamada Dream Act, que nunca logró pasar el Congreso- fueron casi intocables. Desafiantes, vestían remeras o sostenían banderas con la leyenda "Sin papeles, sin miedo, sin disculpas" en marchas, y eran estandartes del movimiento a favor de los derechos de los inmigrantes.
En 2012 tuvieron su gran victoria: Barack Obama los blindó con un decreto que implementó el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, según sus siglas en inglés), el primer alivio masivo otorgado a extranjeros desde la "amnistía" de Ronald Reagan, en 1986. Millones de jóvenes "salieron de las sombras".
Vargas había iniciado la renovación del permiso que obtuvo con DACA, pero no llegó a completarlo antes de ser arrestada. Ayer esperaba una decisión de ICE a un pedido de su abogada, Abigail Peterson, para frenar su deportación y permitir que pueda comparecer ante un juez.
Ayer hubo una manifestación en Jackson, Mississippi, para reclamar su liberación, y el grupo United We Dream, una organización de jóvenes indocumentados, planeaba organizar otras protestas en otros lugares del país. La cara de Vargas recorrió las cadenas de televisión, los diarios y sitios web norteamericanos.
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"El caso de Daniela es el primero que tenemos con este nuevo panorama migratorio", dijo el cónsul de la Argentina en Houston, Gabriel Volpi, que ayer habló por teléfono con ella. El funcionario había tenido casos de argentinos con antecedentes penales o detenidos en la frontera, pero nunca un dreamer.
"Esto, lamentablemente, es como una lotería", describió. "Si caés con una policía que es demócrata, puede ser que te traten bien. Pero si caés en un condado alineado con la nueva política, automáticamente te pasan a la deportación", ahondó.
Trump cumplió con una promesa de campaña al ampliar por decreto el margen de ICE para arrestar y deportar indocumentados, una decisión que desató pánico e indignación en comunidades de inmigrantes, pero que fue celebrada por sus votantes.
La Casa Blanca no ha dado una directiva clara sobre los dreamers. Trump dijo que le resultaba "muy, muy difícil" deportarlos, y prometió encarar su situación con "corazón".
El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, insistió esta semana cuando le preguntaron por el caso de Vargas que la prioridad del gobierno federal no eran los jóvenes indocumentados, sino quienes tuvieran antecedentes penales. Pero Ryan dejó la puerta abierta a excepciones: "A veces, la gente cae en las grietas", fue la justificación que eligió.
Alejandra Saucedo, una argentina que vive en Florida y obtuvo su residencia después de 11 años como indocumentada, dijo que hay personas que están empezando a armar "un plan B y un plan C" por si son deportadas.
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Saucedo, presidenta de la organización Dreamers' Moms, pone el caso de Daniela Vargas como un ejemplo de que, ahora, la prensa puede jugar en contra, y dice que se siente "desesperada" y "aterrorizada" por lo que pueda pasarle a personas que todavía no regularizaron su situación. "Hay que rezar..., con este hombre [por Trump] no se sabe qué pasará de acá a un minuto. No hay por dónde agarrarnos en este momento", describió.
Katie Sarreshteh, una abogada migratoria de Los Angeles, una de las ciudades con mayor cantidad de inmigrantes indocumentados del país, dijo que su oficina recibe ahora muchas más llamadas que antes. Estados Unidos, advirtió, quedó envuelto en un "pánico colectivo".
"Ahora mismo hay mucho en el aire. Si alguien como Daniela Vargas fue arrestada y está sujeta a deportación, no es una buena situación", indicó. "Eso confirma mi visión de que el programa DACA está en riesgo. Ver algo así me hace pensar que no se ve bien", agregó.
Algunos activistas están convencidos de que Trump quiere deportar a todos. Bill Chandler, director de la Alianza para los Derechos de los Inmigrantes de Mississippi, dijo que todo era "muy incierto" y que estaba "muy preocupado" por los dreamers. Trump, recordó, no se ha comprometido "de una forma u otra".
"La agenda de los blancos supremacistas es deshacerse de la mayor cantidad de gente de color como sea posible. Sobre todo en el Sur, eso es lo que fomenta la xenofobia", dijo.
Pendola tiene que acomodar sus días a veces para llevar al trabajo a su padre. "Se me vence mi permiso, ¿qué hago? Y mi papá no tiene papeles. Si a él lo deportan, yo me voy. Es como si me deportaran a mí. Antes manejaba al trabajo. Ahora ya no. Ya no se puede viajar, hay que tener más cuidado con todo. El miedo que se tiene haciendo cosas comunes -relata- antes no pasaba."
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—Un mensaje para las autoridades—
A través de su abogada, la dreamer argentina, que está detenida en Luisiana, compartió un mensaje para defender su estada en el país
"No entiendo por qué no me quieren aquí [en Estados Unidos]. Estoy haciendo lo mejor que puedo. Es decir, no es mi culpa haber sido traída aquí, no conozco nada más que estar aquí y no lo había reconocido hasta que estuve en una celda.
"Yo fui traída a este país. No elegí estar aquí. Y cuando fui traída tuve que aprender un país nuevo y dejar atrás el que conocía. Y apenas conocía a ese otro país.
"Siento fuertemente que pertenezco aquí y que debería tener la oportunidad de estar en este país, hacer algo bueno y trabajar en esta economía.
"Hay mucho que puedo hacer, como enseñar música. Soy una excelente trompetista, le pueden preguntar a mi madre. Soy excelente en matemáticas. Hablo español.
"Hay muchas cosas que puedo hacer por este país que no me están dejando hacer. Incluso intenté unirme a las fuerzas militares y no pude. Pero ese no es el punto, el punto es que haría cualquier cosa por este país."
Fuente: LA NACIÓN, GDA
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