En Estados Unidos, a la vista del creciente número de personas que se vacunan y del descenso de los casos de covid-19, muchos expertos sostienen que pronto llegará el momento de levantar la obligación de que todo el mundo lleve mascarilla en los espacios cerrados. Según ellos, esa medida podría alentar a los más reticentes a vacunarse al mostrarles una ventaja clara de hacerlo.
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Los Centros para la Prevención y el Control de las Enfermedades (CDC), la principal agencia de salud pública en Estados Unidos, ya recomiendan que las personas vacunadas no lleven máscaras al aire libre o en el interior cuando estén en pequeños grupos con otras personas vacunadas.
El presidente Joe Biden, que fijó el 4 de julio como fecha límite para que el 70% de los adultos estadounidenses recibieran al menos una dosis, dijo el jueves en una reunión con gobernadores que “pronto” llegarían nuevas flexibilizaciones.
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Por ahora, alrededor del 59% de los adultos han recibido al menos una dosis, y el país registra unos 38.000 nuevos casos de covid-19 cada día, es decir, 11 casos por cada 100.000 personas, una tasa que sigue disminuyendo.
El consenso entre los expertos es que, a la luz de estos datos alentadores, puede que pronto sea posible suprimir las mascarillas en la mayoría de los lugares públicos.
“Los que ya están totalmente vacunados pueden llevar una mascarilla en señal de solidaridad o de forma simbólica, pero no beneficia a nadie más”, dice Vinay Prasad, epidemiólogo de la Universidad de California en San Francisco (UCSF).
Para ellos, “hay una probabilidad increíblemente baja de que una infección pueda ser detectada por una prueba de PCR, y mucho menos transmitida a alguien”, añade.
0,009%
Al principio, las autoridades sanitarias se mostraron cautelosas sobre la capacidad de las vacunas para detener la transmisión, ya que los ensayos clínicos sólo habían demostrado su eficacia contra los casos con síntomas, sin descartar la posibilidad de infecciones sin manifestaciones de la enfermedad (fiebre, etc.).
Pero los datos del mundo real han demostrado que, como muchos inmunólogos predijeron, las vacunas también son muy eficaces contra los casos asintomáticos, dice Monica Gandhi, profesora de enfermedades infecciosas de la UCSF.
Un estudio entre trabajadores sanitarios en Gran Bretaña mostró una reducción del 86% de los casos asintomáticos tras dos dosis de la vacuna de Pfizer. Y un gran estudio entre la población israelí mostró un 94% de efectividad.
Según los datos de los CDC a finales de abril, unas 9.000 de los 95 millones de personas vacunadas fueron infectadas por el virus, es decir, el 0,009%. Las tasas de hospitalización y muerte fueron del 0,0009% y del 0,0001%, respectivamente.
E incluso cuando se produce un caso en una persona vacunada, la investigación israelí muestra que la carga viral en la nariz es muy baja, demasiado baja para infectar a otra persona.
“La mascarilla es una herramienta, y las vacunas son la solución”, dice Monica Gandhi, que ha escrito numerosas publicaciones sobre la importancia de la mascarilla durante la pandemia, y fue una de las primeras en promover su uso universal en Estados Unidos.
“Una herramienta deja de ser útil una vez que se tiene la solución, así que cuando lleguemos a un determinado nivel de vacunación, no será necesaria”, afirma.
Reglas del juego
Otra buena razón para flexibilizar estas restricciones es motivar a las personas reticentes a recibir la vacuna, dice Angela Rasmussen, de la Organización de Vacunas y Enfermedades Infecciosas de Canadá.
Esto se está convirtiendo en un problema crítico en Estados Unidos, donde la tasa de vacunación diaria ha disminuido desde el máximo alcanzado en abril, y la oferta está superando a la demanda.
Pero será importante establecer niveles numéricos claros, “porque uno de los mayores problemas de comunicación durante la pandemia fue la percepción pública de que las reglas del juego establecidas por las autoridades sanitarias cambiaban con el tiempo”, asegura Rasmussen.
Su recomendación es levantar la exigencia de llevar mascarilla en el interior de las viviendas en las zonas donde se registren menos de dos casos por cada 100.000 personas al día, y donde el 70% de la población esté vacunada.
Pero ella y otros expertos creen que las mascarillas seguirán siendo una elección personal, y que seguirá siendo inteligente usarlas para las personas mayores que también tienen factores de riesgo.
Amesh Adalja, que trabaja en las medidas contra la pandemia en el Centro Johns Hopkins, dice que es posible que el uso de la mascarilla se convierta en algo estacional. “Estados Unidos se va a convertir en una sociedad con muchas más mascarillas, especialmente durante la temporada de gripe, en espacios cerrados y en el transporte”, predice.
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