Una joven de 14 años recibe la vacuna contra el coronavirus de Pfizer en Nueva Orleans, Luisiana. Estados Unidos, el 13 de mayo de 2021. (REUTERS/Kathleen Flynn).
Una joven de 14 años recibe la vacuna contra el coronavirus de Pfizer en Nueva Orleans, Luisiana. Estados Unidos, el 13 de mayo de 2021. (REUTERS/Kathleen Flynn).
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Agencia EFE

Me vacunaré porque amo la vida”, dice sin dudar Emma Muñoz-Pogossian. Como ella, millones de adolescentes entre 12 y 15 años sueñan estos días con recuperar cierto sentido de normalidad, aunque los científicos avisan de los efectos a largo plazo que podría haberles dejado la pandemia de .

Muñoz-Pogossian está deseando recibir el esperando pinchazo ahora que las autoridades de han autorizado la vacuna contra el COVID-19 de Pfizer para los menores de entre 12 y 15 años.

Para la joven, de 12 años, la vacunación es la mejor forma de pasar página a un año “horrible” en el que sintió que se le extinguía la energía y su personalidad cambiaba radicalmente.

En esta foto de archivo tomada el 27 de diciembre de 2020, un trabajador médico muestra un frasco con la vacuna Pfizer-BioNTech contra el coronavirus. (THOMAS KIENZLE / AFP).
En esta foto de archivo tomada el 27 de diciembre de 2020, un trabajador médico muestra un frasco con la vacuna Pfizer-BioNTech contra el coronavirus. (THOMAS KIENZLE / AFP).
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“Mi cerebro se apagó por completo”

Antes del coronavirus, yo era muy extrovertida. Me encantaba ver a gente y tenía muy buenas notas en la escuela, pero durante los dos primeros meses de la pandemia fue como que mi cerebro se apagó por completo. Dejé de hablar con mis amigos por internet y mis notas bajaron muchísimo”, cuenta a EFE.

Durante esos primeros meses de pandemia, entre marzo y junio, pasaba la mayor parte del tiempo en la cama. Desde ahí, atendía a sus clases, hacía sus deberes y solo se levantaba para ir a comer.

El punto de inflexión llegó en el día de su cumpleaños, el 10 de junio, cuando por primera vez desde el inicio de la pandemia pudo ver a unos amigos.

Desde entonces y, sobre todo a partir de diciembre, ha ido reencontrándose con más amigos en un gran espacio deportivo al aire libre que está enfrente de su casa en Washington D.C.

Poco a poco, Muñoz-Pogossian fue “recordando” cómo era ella antes de la pandemia y recuperó un poco de energía, aunque no toda.

Siento (reconoce) que el aislamiento, la pandemia... han producido un cambio permanente en mi personalidad, en el que no me siento tan entusiasmada. Por ejemplo, antes habría saltado ante la posibilidad de ir a la tienda a comprar comida porque me encanta la comida, pero ahora es como que dudo, no me apetece ir, aunque al final lo hago”.

La gente camina en la calle sin usar mascarilla en medio de la pandemia de coronavirus en Miami Beach, Florida (Estados Unidos), el 13 de noviembre de 2020. (CHANDAN KHANNA / AFP).
La gente camina en la calle sin usar mascarilla en medio de la pandemia de coronavirus en Miami Beach, Florida (Estados Unidos), el 13 de noviembre de 2020. (CHANDAN KHANNA / AFP).
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Olvidados durante la pandemia

La generación de Muñoz-Pogossian ha sufrido un cierto olvido durante la pandemia, ya que las autoridades sanitarias se concentraron en los efectos del virus en las personas mayores y dieron menos importancia a la salud mental de los adolescentes, reconoció esta semana Grace Lee, una de las científicas de los Centros para la Prevención y Control de Enfermedades (CDC, en inglés).

Creo que lo que han experimentado nuestros hijos va a tener consecuencias a largo plazo, que pueden extenderse a lo largo de generaciones”, indicó la científica, quien advirtió de que todavía se desconoce el impacto que la pandemia tendrá en la salud física y mental, y a nivel educativo en los menores.

Por el momento, apenas hay estudios disponibles y los resultados no son uniformes: Por ejemplo, una encuesta publicada en octubre del año pasado por la plataforma de salud mental Well Beings muestra que casi el 50 % de los adolescentes asegura que su ánimo ha empeorado durante la pandemia y más del 50 % afirma que su vida social se ha deteriorado.

Sin embargo, otro estudio elaborado entre mayo y julio del año pasado por el Instituto de Estudios de Familia, un centro de investigación conservador, apunta que el número de adolescentes que se sentía deprimido o solo bajó respecto a 2018.

Los adolescentes tienen necesidades diferentes que los adultos, están en un proceso clave para definir su identidad y, para algunos, puede resultar especialmente duro perder algunos de los eventos que marcan diferentes etapas de crecimiento, como graduaciones, viajes y fiestas de fin de curso, señala Nilu Rahman, pediatra en el hospital Johns Hopkins en un escrito en la web del centro.

Lilly Gorman, 15, izquierda, Croix Hill, 15 y Ava Kreutziger, 14, levantaron el pulgar después de que los estudiantes de la escuela Isidore Newman recibieron su primera dosis de la vacuna contra el COVID-19 en Nueva Orleans, Luisiana, Estados Unidos, el 13 de mayo de 2021. (REUTERS/Kathleen Flynn).
Lilly Gorman, 15, izquierda, Croix Hill, 15 y Ava Kreutziger, 14, levantaron el pulgar después de que los estudiantes de la escuela Isidore Newman recibieron su primera dosis de la vacuna contra el COVID-19 en Nueva Orleans, Luisiana, Estados Unidos, el 13 de mayo de 2021. (REUTERS/Kathleen Flynn).
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Las dudas de los padres

A pesar de las consecuencias de la pandemia en los adolescentes, algunos padres aún dudan sobre si vacunar a sus hijos.

En California, la familia Hadzibabic Aspiazu ha decidido no inmunizar a sus hijos (Nikolina, de 18 años, y Mateja, de 14), porque les preocupa que la vacuna pueda tener algún efecto adverso, aunque la aprobación para su uso ha llegado después de rigurosas evaluaciones científicas.

Todo esto ha ido muy rápido y prefiero ir con precaución con ellos”, dice a EFE la ecuatoriana María Aspiazu, de 51 años y que tampoco se ha vacunado.

Según datos de los CDC, 17 millones de jóvenes entre 12 y 15 años pueden ya ser inmunizados.

Las dosis están disponibles en 5.600 farmacias de toda la cadena CVS y en varios estados, como Virginia, California y Michigan. El premio es una tirita y la esperanza de crecer en un mundo más amable.

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