Miembros de la Guardia Nacional se paran frente al Capitolio de EE. UU. En Washington, DC. (Foto: Eric Lee/Bloomberg).
Miembros de la Guardia Nacional se paran frente al Capitolio de EE. UU. En Washington, DC. (Foto: Eric Lee/Bloomberg).
/ Eric Lee
Agencia AFP

Juraron servir y proteger, pero a una semana de que extremistas asaltaran el Capitolio, los policías y militares de todo investigan reportes que indican que algunos integrantes de sus propias filas fueron parte de los incidentes.

Desde Ashli Babbitt, veterana de la Fuerza Aérea, que murió de un disparo cuando intentaba forzar su ingreso a la Cámara de Representantes, hasta reservistas retirados de la misma Fuerza Aérea, oficiales del Ejército y policías desde Seattle hasta Nueva York; han surgido informes de que policías fuera de servicio y exmilitares participaron en los disturbios.

Y estos informes no hicieron más que arrojar luz sobre una amenaza sobre la cual varios expertos han advertido en vano desde hace tiempo: el extremismo y los supremacistas blancos entre las fuerzas de seguridad.

“Hemos descuidado esta amenaza durante diez años. La ignoramos, la minimizamos, optamos por no verla. Este gobierno de hecho ha mimado a estas personas, los llamó especiales”, dijo Daryl Johnson, exlíder de un equipo antiterrorismo doméstico en el Departamento de Seguridad Interior y analista de inteligencia entre 2004 y 2010.

Christian Picciolini, un exsupremacista blanco que ahora trabaja para reducir el radicalismo de extremistas en Proyecto los Radicales Libres, dijo que no le sorprendió que algunos policías y militares retirados fueran parte de la turba que buscó revertir el resultado electoral el 6 de enero.

“Desde hace tiempo que los supremacistas se esfuerzan por reclutar e infiltrar entre los policías, los militares y los socorristas”, dijo.

Las sospechas se extienden hasta la propia policía del Capitolio, la agencia que se encarga de la seguridad del edificio.

Varios agentes fueron suspendidos y alrededor de una docena son investigados luego de reportes de que se tomaron “selfies” con la multitud y de que aparecen en videos dándole vía libre a los asaltantes.

El FBI publicó en 2006 un reporte sobre la infiltración de grupos supremacistas blancos entre los agentes de la ley y en 2009, el Departamento de Seguridad Interior emitió una advertencia -escrita por Johnson- sobre la infiltración entre los militares.

En ambos casos cayeron en oídos sordos.

“En 2006 no había pasado mucho tiempo desde el 11 de septiembre de 2001 y nadie se quería enfocar en terrorismo doméstico”, dijo la profesora asociada de Derecho de la Universidad de Georgetown, Vida Johnson.

Sobre la advertencia de 2009, “el nuevo gobierno de Barack Obama no tenía el capital político para hacerle frente, en particular con un presidente negro”, explicó.

“Así que acá estamos once años más tarde, sin haber tomado medida alguna”. afirmó

Cuestión de hombres blancos

El problema ya existía bastante antes de que Donald Trump anunciara su campaña presidencial en 2015.

Pero, aseguran los expertos, desde entonces le ha brindado una plataforma a los puntos de vista extremistas y se puede encontrar una línea recta entre su retórica y el asalto al Capitolio.

“Es directamente responsable por ello. Invitó a todos al Capitolio... y la campaña ‘Detener el Robo’ (para revertir el resultado de la elección presidencial de noviembre) ha sido una campaña de desinformación intencional que busca enfurecer a la personas”, dijo Lecia Brooks, el Centro Legal para la Pobreza Sureña, que sigue las actividades de los grupos extremistas.

El principal apoyo de Trump está entre los hombres blancos, señaló Vida Johnson, el mismo grupo demográfico que domina entre la policía, lo que significa que “no es una sorpresa” de que ambos grupos se superpongan.

Cuando fueron confrontados con este problema en el pasado, algunos departamentos de policía apelaron al mismo argumento de Trump: la libertad de expresión.

Daryl Johnson recordó cuando contactó a un departamento de policía en 2017 luego de que su investigación revelara que más de 100 agentes se identificaban en las redes sociales como Guardianes del Juramento, un grupo de extrema derecha y antigobierno conocido por reclutar a militares y policías.

Le respondieron que esas publicaciones estaban en el marco de la Primera Enmienda (sobre libertad de expresión), pese a su advertencia de que seguramente su lealtad era primeramente para con los Guardianes del Juramento y luego la policía.

Otros expertos también rechazaron el argumento.

“Si uno acepta ese trabajo para proteger a los ciudadanos, incluso si es seguidor de Trump, su trabajo es proteger a todos los ciudadanos”, dijo Heather Taylor, una exdetective en St. Louis y portavoz del grupo Sociedad Ética de Policía.

Oportunidad de radicalización

Con el problema finalmente en primera plana, los expertos llamaron a renovar esfuerzos para hacerle frente.

Taylor responsabilizó a los sindicatos policiales, que algunos creen protegen a los malos agentes.

Siguen “dividiendo entre la policía y la comunidad”, dijo, y pidió a los departamentos una política de  tolerancia cero a las publicaciones racistas en las redes sociales, y que los agentes acusados sean puestos en licencia sin goce de sueldo en tanto son investigados.

Vida Johnson también señaló a los sindicatos policiales, que según cree ocultan información sobre problemas disciplinarios y pidió una mejor revisión de los antecedentes de los agentes.

Daryl Johnson, por su parte, teme que el asalto al Capitolio sea solamente el inicio de un período oscuro.

“Lo que ocurrió en el Capitolio es una oportunidad de radicalización y reclutamiento para estos grupos”, dijo. “Creen que hicieron algo justo y bueno. Piensan que son patriotas”.

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