Tiene un mal incurable y decidió hacer una fiesta de despedida
Tiene un mal incurable y decidió hacer una fiesta de despedida

Tiene 14 años y una enfermedad incurable en los músculos que le causa dolor a toda hora, todos los días. Se trata de Jerika Bole, una adolescente de, quien sufre de atrofia muscular tipo 2. Tras varios años batallando contra este mal, tomó una decisión bastante difícil.

Bolen, que vive en Wisconsin, determinó que este fuese su último verano. Tras el último tratamiento, se dio cuenta de que el dolor ya era demasiado y se preparó para que este fuese su última temporada. Quiere que la desconecten a finales de agosto.

Su familia se enteró que Jerika estaba enferma cuando ella tenía solo 8 meses. Y desde entonces, la chica lucha. Fue operada más de 30 veces y pasa 12 horas por día enganchada a una especie de ventilador, siempre bajo el cuidado de enfermeras.

Ahora, la única fuerza que le queda la utiliza para mover como puede su silla y el mouse de la computadora para jugar The Sims, un videojuego que simula la vida real. Dice que esa es la forma en la que logra imaginarse lo que hubiera sido su vida, según una nota del diario británico Daily Mail.

Jerika tomó la decisión después de la última cirugía, cuando se puso a pensar si hacía todo el tratamiento por ella misma o por su familia. La respuesta no tardó en llegar: era por su familia.

Entonces todo cambió.

Tomó la decisión de terminar con su vida al final de este verano boreal y desde entonces su madre solo piensa en una cosa: conseguir que sean los mejores días para su hija.

Por eso, está preparando una "prom" (baile de graduación) para Jerika, lo que ahora se conoce como "el último baile", una fiesta junto a sus amigos que tendrá lugar el 22 de julio. Toda la comunidad de su barrio en Wisconsin, Estados Unidos, va a asistir para disfrutar de buena música y comida.

Jerika ya decidió cuál sera su look: vestirá un vestido combinado en azul y verde. "No tengo por qué pensar en nada malo en ese instante", aseguró.

Los medicos aseguran que es imposible determiner cuántos días vivirá sin la ayuda del ventilador. Pero ella está convencida de que es lo major que le puede pasar: "No quiero vivir con este dolor terrible". "Aún me sigo preguntando por qué Dios me eligió para que tuviera esta enfermedad y no puedo encontrar la razón. Quizás sea porque soy fuerte", dijo Jerika.

La Nación, Argentina/GDA

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