Cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aceptó su candidatura para ser reelecto, sorprendió a muchos su promesa de lograr una vacuna contra el coronavirus este año.
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De hecho, Trump se refirió al tema en dos ocasiones diferentes durante su esperado discurso ante la Convención Republicana el 27 de agosto.
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“Produciremos una vacuna antes de fin de año, o quizás incluso más pronto”, sostuvo.
Unos minutos después, dijo que bajo la Operación Velocidad Máxima (el programa de EE.UU. para acelerar el desarrollo, fabricación y distribución de las vacunas, llamadoOperation Warp Speeden referencia a la serie de TV Start Trek) había tres vacunas en “etapa final de pruebas”.
“Normalmente serían años, y lo hicimos en pocos meses”, dijo como si ya se hubiese logrado ese objetivo.
“La estamos produciendo con anticipación para que cientos de millones de dosis estén disponibles rápidamente. Tendremos una vacuna segura y eficaz este año y juntos aplastaremos el virus”, continuó.
Coincidencia o no, ese mismo día la administración de Trump envió una carta a los 50 estados del país pidiendo prepararse para distribuir la vacuna a fines de octubre o principios de noviembre.
Todo esto confirmó para muchos la sospechas de que Trump busca presentar una vacuna contra el virus como carta de última hora antes de las elecciones del 3 de noviembre.
“No creo que le moleste salvar muchas vidas si eso ocurre, pero lo está haciendo con fines políticos”, señala Mark Peterson, un profesor de ciencia política experto en temas de salud pública en la Universidad de California, Los Angeles (UCLA).
Trump “está tratando de recuperar su fortuna electoral al hacer que la gente crea algo que no es cierto, o que ciertamente todavía no es cierto y es muy improbable que lo sea”, le dice Peterson a BBC Mundo.
Entonces ¿conseguirá Trump su objetivo?
“Muy improbable”
El covid-19 hizo añicos la estrategia electoral que Trump tenía para lograr su reelección, basada en exhibir una economía pujante con un desempleo mínimo.
En cambio, EE.UU. muestra ahora las peores cifras del virus entre todos los países del mundo, con casi 189.000 muertos y más de 6,2 millones de infectados.
La oposición demócrata acusa directamente al presidente de haber buscado minimizar el peligro de la pandemia en diferentes ocasiones desde comienzos del año.
Millones de personas han perdido su empleo y la economía estadounidense pasa por una recesión histórica.
En este contexto, las encuestas señalan que el candidato presidencial demócrata, Joe Biden, lleva una ventaja de varios puntos sobre Trump a nivel nacional.
Más aún, esa diferencia se mantiene después de las convenciones de ambos partidos el mes pasado, que tradicionalmente provocan variaciones en las intenciones de voto.
Así las cosas, la distribución masiva de una vacuna contra el coronavirus antes de las elecciones quizás daría a Trump parte del impulso que precisa para mejorar sus chances de ser reelecto.
Sin embargo, esa posibilidad ha sido relativizada por los propios expertos de la Casa Blanca.
Es “posible pero muy improbable” que haya una vacuna disponible para fines de octubre en EE.UU., ha advertido el principal asesor científico para el programa de vacunación del gobierno de Trump, Moncef Slaoui.
¿Ciencia o política?
Slaoui explicó que el pedido para que los estados se preparen para distribuir una vacuna a fines de octubre o comienzos de noviembre fue “lo correcto” por si se lograra dar ese paso.
“Existe una probabilidad muy, muy baja de que las pruebas que se están ejecutando mientras hablamos puedan leerse antes de fines de octubre”, remarcó en declaraciones a la radio pública estadounidense NPR el jueves.
El experto confirmó que los dos principales productos candidatos a convertirse en vacunas contra el coronavirus en el país son desarrollados por los laboratorios estadounidenses Pfizer y Moderna.
Y descartó que haya algún tipo de cálculo político entre los científicos que trabajan en el asunto.
“Para nosotros, no tiene absolutamente nada que ver con la política, y muchos de podemos apoyar o no a este gobierno”, dijo.
Slaoui estimó que sí habrá una vacuna disponible antes de fin de año para inmunizar “probablemente a entre 20 y 25 millones de personas” —las de mayor edad o más expuestas al virus— y que para mediados de 2021 habría suficientes dosis para inmunizar a la población de EE.UU.
Las inquietudes sobre un eventual lanzamiento apresurado de la vacuna bajo presión política crecieron no sólo por los dichos de Trump, sino porque se ha abierto la posibilidad de permitir el uso de una fórmula sin acabar el proceso habitual de ensayos clínicas.
Ese escenario fue planteado por Stephen Hahn, jefe de la agencia de medicamentos de EE.UU. (FDA, por sus siglas en inglés), en una entrevista con el diario británico The Financial Times, aunque aseguró que cualquier decisión será científica y no política.
La candidata vicepresidencia demócratata, Kamala Harris, indicó el domingo que desconfiaría de un anuncio de Trump sobre una vacuna segura y, para vacunarse ella misma, preferiría aguardar por una confirmación científica.
Se espera que esta semana Pfizer, Moderna y otras compañías farmacéuticas competidoras emitan un comunicado conjunto en el que se comprometan a aserrarse que una vacuna sea segura antes de pedir que el gobierno la autorice.
Por su lado, Anthony Fauci, el mayor experto en enfermedades infecciosas de EE.UU., sostuvo que los reguladores “son independientes y están muy comprometidos en asegurar que prevalezca la ciencia y no la política” en la distribución de una vacuna.
Peterson, el profesor de UCLA, señala que en la historia se cometieron errores por ejemplo al apurar la distribución de la vacuna contra la polio, que afectaron a decenas de miles de personas, y los expertos hoy tienen esos antecedentes en cuenta.
“No creo que el proceso de aprobación de la vacuna en este país vaya a estar sujeto a presiones puramente políticas”, dice. “Habría enormes consecuencias si esto se hace mal”.
“Quizá un cínico informado podría decir que a Donald Trump no parecen importarle esas cosas”, señala. “Pero a todos los demás sí”.
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