No hay suficientes médicos ni suficientes camas. En los Balcanes, los frágiles servicios de salud están al borde del precipicio con el aumento exponencial de casos de coronavirus, lo que recuerda a muchos el caos de las guerras de los años 1990.
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La temida pesadilla, el desmoronamiento sanitario, empieza a hacerse realidad en una región pobre que inicialmente había contenido la pandemia a golpe de medidas coercitivas.
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En Bosnia, un médico cuenta a la AFP, bajo anonimato, que hace malabares para atender a muchos pacientes cuya vida pende de un hilo.
“La situación me recuerda a la guerra y puede empeorar en invierno. Podemos hacer el trabajo de tres personas pero no de cinco”.
La segunda ola es mucho peor que la de primavera y ha puesto al desnudo los fallos de sistemas sanitarios que sufren un déficit de recursos y de médicos o enfermeras que se fueron a Europa occidental.
En los Balcanes occidentales hay una emigración masiva, en particular jóvenes bien formados que escapan al desempleo, la corrupción y los salarios de miseria.
Desde el inicio de la crisis en marzo se han contabilizado cerca de 10.000 fallecidos, de ellos casi la mitad en el último mes.
“No hay sitio”
Bosnia, Macedonia del Norte o Montenegro tienen una de las tasas de letalidad más altas de Europa, según un recuento de la AFP.
Atados de pies y manos por los problemas económicos, los gobiernos se han resistido a reintroducir medidas drásticas, optando a menudo por limitar los horarios de apertura de restaurantes y bares.
Antes de la pandemia, los Balcanes tenían una densidad de médicos entre las más bajas de Europa, según la Organización Mundial de la Salud.
Actualmente, los efectivos médicos se han reducido por los contagios.
En Serbia, unos 2.000 han tenido que aislarse pese a que los hospitales están abarrotados.
“Nunca había vivido nada así en toda mi carrera”, dijo el viernes en la televisión N1, con voz temblorosa, Rade Panic, presidente de un sindicato de médicos serbio.
“No había sitio para los pacientes considerados como jóvenes médicamente, y no tenía a donde trasladarlos”, aseguró este anestesista que trabaja en la “zona roja” de un hospital de covid-19.
“Contactos”
Belgrado no tiene camas disponibles y las autoridades se apuran para acabar dos hospitales nuevos.
Kosovo, donde la falta de médicos ya obligaba antes de la crisis a los habitantes a ir a los países vecinos, contempla transformar antiguos hoteles en hospitales improvisados.
Al entrenador deportivo Veprim Morina, de 33 años, le rechazaron en un hospital de Pristina tras haber contraído el virus.
El médico “me dijo que tomara los medicamentos en mi casa”, dice a la AFP.
Logró encontrar una enfermera a domicilio, como lo hacen todos los que no tienen recursos. Para lograr una cama en el hospital, hay que tener “contactos” y “mucha suerte”.
En la vecina Albania, al menos 300 pacientes con recursos han tomado vuelos medicalizados para el extranjero, en particular a Turquía, en unas estancias sanitarias que cuestan decenas de miles de euros.
El gobierno de Macedonia del Norte ha empezado a requisicionar los hospitales privados ya que los públicos están desbordados.
“Es cada vez más duro”, declaró el ministro de Salud Venko Filipce la semana pasada.
Ayuda familiar
En las clínicas de Skopje, las familias de los pacientes les llevan la comida y a veces hasta los medicamentos.
“Una catástrofe. Una desorganización. Nadie responde al teléfono durante horas”, cuenta un hombre que trata de obtener información de un familiar. El personal médico “lucha pero no puede con todo”.
En la clínica de infectología de Pristina, totalmente desbordada, las familias también ayudan. “Quizá no es lo ideal debido al riesgo pero el gran número de pacientes y el pequeño número de médicos hace que las familias tengan que quedarse (con los pacientes)”, dice Jehona Zhitia, que se ocupa de su marido enfermo.
Los médicos croatas también han alertado de la falta de personal y medios en una carta firmada por seis organizaciones profesionales. Más de 2.100 enfermos están hospitalizados y el sistema “colapsará” si el número llega los 3.000, advierten.
Las autoridades de la región están atrapadas entre la emergencia sanitaria y la necesidad de proteger economías frágiles.
“Somos demasiado pobres para repetir dos veces la totalidad” de las restricciones, dice el economista croata Ljubo Jurcic.
En Bosnia, casi todos los comercios, cines o gimnasios siguen abiertos ya que el país no puede financiar las ayudas a las empresas o a los empleados.
A Jasmina Smajic, jefa del equipo sanitario que se ocupa de los casos más difíciles en el hospital de Tuzla, le gustaría que se impusieran más medidas ya que teme “consecuencias catastróficas”.
Tiene todas sus esperanzas puestas en las vacunas “si (estas) están accesibles en no mucho tiempo”.
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