El personal sanitario de la región de Lombardía, en el norte de Italia, conoce bien la fiereza con la que golpea la pandemia. La primera ola colapsó trágicamente sus hospitales y obligó a recurrir al ejército para almacenar los ataúdes que se multiplicaban en las calles. Por eso, aunque la segunda ola de coronavirus ha vuelto a activar las alarmas, para muchos profesionales de la salud, la situación está bastante lejos de igualar el escenario vivido en marzo. Pero no por eso es menos preocupante.
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“Lo que estamos viendo ahora es mucho menos trágico. Sí, hay muchísimos contagios, pero la situación no es igual. En la primera ola vi muchos muertos, los fallecidos iban y venían, transferíamos a los pacientes que estaban estables a otros hospitales para atender a los más graves. Esta vez, en cambio, tenemos más de un mes nuevamente orientados a atender pacientes con COVID-19 y hasta ahora no veo morir a nadie, todos se salvan. No es como la primera vez”, dice a El Comercio María Elena Chuquimajo Laupa, enfermera peruana radicada en la localidad de Nova Milanese, en Lombardía.
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María Elena, limeña que lleva 26 de sus 47 años viviendo en Italia, trabaja en terapia intensiva en el Hospital Monza Lombardía. Detalla que el aumento de casos de coronavirus en el centro médico ha crecido más vertiginosamente en las últimas dos semanas, pero que desde mediados de setiembre tienen los cuartos “llenos de casos de COVID-19”.
La peruana explica que lo que más preocupa de la segunda ola es que los asintomáticos puedan contagiar a las personas vulnerables, que son, afirma, los que se encuentran en mayor situación de riesgo por el virus.
“Los asintomáticos tienen que hacer su cuarentena en casa, no deben tener contacto con las personas mayores porque casi todas las personas mayores tienen alguna patología, entonces son ellos los perjudicados, los que están llenando los hospitales. Es ahí cuando se agrava la situación”, cuenta la compatriota que estudió enfermería en Italia y trabaja en el centro médico desde el 2009.
La sala de reanimación general en la que trabaja María Elena tiene 10 camas y todas están ocupadas. “Todos los hospitales de Lombardía están así, pero la situación es la misma en otros lugares como Roma, Nápoles, etc.”, relata.
En Milán, capital de Lombardía y corazón financiero de Italia, será necesario reactivar el hospital que se instaló meses atrás en el edificio del área de ferias y congresos ya que se ha superado el límite de pacientes ingresados por coronavirus en las unidades de cuidados intensivos. “Desde el lunes se abrirá ese lugar y ahora están exigiendo que médicos de todos los hospitales de la región vayan al centro de Milán”, dice la peruana.
Miedo y descontento
María Elena cuenta que aunque en Lombardía existe temor de que se repita la crisis vivida en la primera ola de la pandemia, gran parte de la población se muestra reacia a las nuevas y estrictas medidas adoptadas por el gobierno para contener el aumento de casos.
“Acá hay de todo, hay personas responsables y menos responsables. Lo injusto es que negocios como restaurantes se vean perjudicados. El gobierno ha impuesto que se cierren a las 6 de la tarde, lo que no tiene mucho sentido porque cerrar a esa hora es lo mismo que no abrir”, señala.
La peruana cuenta que gran parte del enojo radica en que los negocios ya se habían adaptado para cumplir los protocolos de distanciamiento y todos los requisitos que las autoridades habían pedido para que puedan abrir.
“No me parece justo que ahora cierren esos negocios porque estamos viviendo una grave crisis económica. A mí me causa mucha pena que las personas no puedan trabajar. Por eso hay tantas protestas. Los comerciantes han invertido dinero en gel, distanciamiento, amueblamiento para estar distanciados, todo lo que debe hacerse para prevenir. Pero el gobierno ha decidido cerrar sus negocios”, afirma María Elena.
“La gente sí tiene miedo, pero visto que la situación económica está así necesita trabajar”, agrega la enfermera, que considera que las nuevas medidas no tienen sentido, pues los locales ya se habían ceñido a las normas.
Además, ella no considera que las normas sirvan de mucho, pues en otros espacios de mayor flujo de personas, como el transporte público, las medidas sanitarias no se cumplen como antes.
“Si vas en el metro o en los autobuses verás que está todo lleno. Ya no hay indicaciones de distanciamiento como antes, ahora están todos juntos. Ya sacaron todos los adhesivos que indicaban dónde sentarse. ¿Entonces qué sentido hay? ¿Por qué no se regresa a como era antes aumentando los adhesivos, el distanciamiento, la supervisión? Es contradictorio en algunos casos”, señala.
La enfermera peruana afirma que aunque el trabajo del personal sanitario puede resultar bastante estresante en estas circunstancias, todos están comprometidos con su labor por el tiempo que sea necesario.
“El médico es el médico. Quien elige esta profesión de acudir al enfermo lo hace”, apunta María Elena.
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