Tanya Büscher dice haberse sentido “un poquito” culpable al reservar su billete de avión para Mallorca (España). Pero, sus remordimientos no resisten a las aguas turquesas del Mediterráneo: “no sabemos lo que nos reserva el futuro, podrían volver a cerrar las fronteras”.
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La joven alemana, de 32 años y con los hombros ligeramente quemados por el sol, viajó de Dortmund a la mayor de las islas Baleares después de que la canciller Angela Merkel, renunciara in extremis a imponer un confinamiento estricto durante la Semana Santa.
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A mitad de marzo, las reservas se dispararon cuando Berlín levantó la obligación de guardar cuarentena al regreso de Baleares, gracias a la escasa incidencia del virus en este archipiélago del Mediterráneo tan apreciado por los alemanes.
De inmediato, el turoperador alemán TUI duplicó la oferta de vuelos a Mallorca, mientras que la aerolínea Lufthansa multiplicó por tres las conexiones entre Palma y Frankfurt.
Una noticia acogida con irritación por muchos españoles residentes en la península ibérica, privados de las Baleares por la prohibición de desplazarse entre regiones durante Pascuas, como medida contra el coronavirus.
Los turistas extranjeros sí pueden venir a las Baleares en avión, con la condición de presentar un test PCR negativo. Los alemanes tienen que realizar otro test antes de volver a casa.
Gel hidroalcohólico a voluntad
Birgit Leeck, de 53 años, acaba de hacerse el test antes de regresar a Hamburgo, después de una semana completa en Mallorca.
“Realmente necesitaba un descanso; llevo mucho tiempo trabajando y es difícil hacerlo desde casa sin ver a nadie”, cuenta a AFP.
Y es que al pisar la arena dorada de la “Playa de Palma”, especialmente frecuentada por el turismo germánico, sintió “la libertad, la felicidad, el sol... ¡fue genial!”, dice extasiada y encogiéndose de hombros ante las críticas.
¿Invasión de turistas en plena pandemia? “¿Pero dónde están? ¿Acaso tú los ves?”, dice mostrando la inmensa playa, donde lejos de las muchedumbres habituales, se ven pocos turistas.
El reciente aumento de las reservas no amenaza ni mucho menos con saturar la gigantesca capacidad hotelera de Mallorca. Solo el 13% de los establecimientos están abiertos, según la federación hotelera local FEHM.
Y si bien es cierto que el número de vuelos diarios en el aeropuerto de Palma se duplicó desde el 26 de marzo en comparación con las semanas anteriores, éste sigue siendo entre un 60 y un 80% inferior al tráfico de 2019 en la misma época, según datos del gestor aeroportuario español AENA.
En el hotel Acapulco Playa, sobre la costa, sólo el 10% de las habitaciones están ocupadas, frente al 90% en una Semana Santa normal, explica Fernando González, director comercial de la cadena hotelera Gruphotel, una de las principales de las Baleares, que de momento sólo abrió cinco de sus 36 establecimientos.
En un archipiélago altamente dependiente del turismo, donde el PIB local cayó un 24% en 2020, los esfuerzos son ingentes para recibir en condiciones seguras a los visitantes: gel hidroalcohólico a voluntad en los hoteles, toma de temperatura a la entrada de los restaurantes...
Los bares y restaurantes cierran a las cinco de la tarde, lo que garantiza noches tranquilas, mientras en Madrid (con bares abiertos hasta las once de la noche sigue la polémica por las fiestas ilegales en apartamentos y los excesos de algunos turistas en las calles.
Un desahogo para la economía
“Es vital, no hay otra solución que intentar retomar, de una manera segura por supuesto, de una manera controlada, un cierto mínimo de actividad turística”, afirma Fernando González, y asegura que sus clientes, de entre 40 y 50 años por lo general, vienen “a relajarse, a pasear por el paseo marítimo, leer un libro”.
Para Cristian Lafourcade, mesero de 49 años en el bar Sur Krone, la llegada de alemanes (el 95% de su clientela) ha sido “un desahogo total”. Su local, con menús típicamente alemanes, es una de las pocas terrazas abiertas frente a la playa, donde abundan las tiendas y restaurantes cerrados.
Los turistas alemanes entrevistados por AFP dicen sentirse todos “más seguros” en Mallorca que en su país, donde no son raras las aglomeraciones en las calles y los comercios.
“Si seguimos las normas, todo va bien. Nos hemos hecho el test para no traer el virus, y aquí mantenemos las distancias”, explica Charline Osmi, de 27 años, que vino de Hanóver con su novio Omar El Khawaga, “deprimido” por las restricciones contra el coronavirus.
La pareja no dijo a sus amigos que se iba a Mallorca, para evitar comentarios desagradables, y mientras tanto aprovecha a fondo los días de sol.
“Hay que aprender a convivir con el virus”, dice.
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