Además de dirigir las salas de cuidados intensivos, emergencias, geriatría y enfermedades infecciosas de siete hospitales en el norte de París, el médico peruano Enrique Casalino tiene una labor que resulta crucial en momentos en que una segunda ola de coronavirus afecta con fuerza a Europa: motivar a los equipos de salud y dar sentido a su trabajo en la pandemia.
“Hay fatiga y pérdida de motivación porque la primera experiencia con el COVID-19 fue sumamente difícil y la perspectiva de tener una segunda ola similar es algo que preocupa mucho al personal de salud”, dice a El Comercio el galeno nacional, que es director médico del Grupo Hospitalario Universitario Paris Nord Université –APHP, una de las instituciones sanitarias más importantes de Europa.
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Casalino nació en Lima 59 años atrás, pero se mudó a París hace 35, poco después de terminar de estudiar Medicina en la Universidad Nacional Federico Villarreal. Se casó y tuvo hijos en Francia, pero sus padres y hermanos viven en el Perú, por lo que siempre ha estado presto a contribuir con nuestro país.
El médico, especialista en cuidados intensivos, enfermedades infecciosas y en emergencias, ha viajado dos veces al Perú en las últimas semanas. Es uno de los expertos que trabaja en el proyecto que los gobiernos del Perú y Francia llevan adelante para la construcción del nuevo Hospital Sergio E. Bernales de Collique, Lima, y el mejoramiento y culminación del Hospital Antonio Lorena, del Cusco.
El Comercio conversó con Casalino sobre el estado actual de la pandemia en el Viejo Continente, de las nuevas medidas restrictivas y de cómo ese continente está adoptando una nueva estrategia frente al virus que, en palabras del experto, se asemeja más a la del Perú. “Estamos yendo hacia un modelo que apuesta por mantener la epidemia a un nivel intermedio, menos intenso que en la primera ola, que permite que el sistema de salud continúe respondiendo, pero que, en contrapartida, dura más tiempo”.
—¿Cómo va evolucionando la segunda ola de coronavirus en Europa?
La situación se pone mucho más tensa en París estos días, en muchas ciudades de Europa hay una reactivación del número de casos. La intensidad de esta ola es mucho menos importante que en la primera que tuvimos en Francia, pero el sistema hospitalario se pone en dificultad porque tenemos que seguir tratando a los pacientes en general y además a los pacientes que tienen COVID-19.
Durante el momento más difícil de la primera ola, la gente, por miedo, dejó de ir al sistema de salud. Eso hizo que la necesidad de atención disminuyera y los pacientes que tenían COVID-19 pudieran ocupar esos cupos. Hay que considerar que un paciente con COVID-19 consume mucho más personal de salud que un paciente que no tiene el virus, entonces en esa primera ola pudimos sacrificar algunas estructuras del hospital y poner a ese personal en las unidades que tenían pacientes con COVID-19. Esta vez no tenemos el mismo fenómeno. La epidemia es menos fuerte, pero, en contraparte, seguramente va a ser mucho más larga.
—Precisamente, el martes las autoridades sanitarias dijeron que el 60% de las camas UCI de París ya están ocupadas…
Claro, están ocupadas por pacientes con COVID-19, pero el otro 40% están ocupadas por los pacientes habituales, lo que quiere decir que ahora podría haber pacientes que necesitan camas en UCI y que no podrán tener una.
—¿Es esta una situación de colapso? ¿Cómo lo definiría usted?
No es un colapso porque el sistema de salud en Europa, y en Francia en particular, tiene muchísimos recursos y seguramente vamos a estar movilizándolos. Yo soy director médico de los hospitales universitarios de París, me ocupo de los cuidados intensivos, de las emergencias, la geriatría, las enfermedades infecciosas y tenemos una capacidad de movilización que nos va a permitir seguir distribuyendo recursos, programar pacientes, reorientar a nuestros efectivos. Vamos a seguir atendiendo a los pacientes. No vamos a colapsar como pudo pasar en el Perú. Son situaciones que no se pueden comparar.
—¿Qué es lo más preocupante de la situación actual en Francia?
Yo pienso que el mensaje que tenemos de la pandemia en Europa es que rompimos la primera ola con un sistema de confinamiento sumamente severo. Entonces hemos tenido una ola muy fuerte, pero que finalmente ha durado poco tiempo. El problema es que el costo económico y societal ha sido sumamente fuerte. Hoy en día estamos entrando a un modelo diferente, ya el objetivo no es erradicar la pandemia. Estamos entrando a un modelo que se acerca un poco al del Perú, donde la meta en un comienzo fue erradicar la pandemia y rápidamente la realidad social obligó a dejar que la economía siga funcionando. Entonces, la pandemia en el Perú ha sido finalmente de seis meses.
En Europa, en cambio, hemos tenido un mes, dos meses y medio de pandemia y el pico ha sido finalmente corto. Ahora estamos entrando a un modelo que se parece más al del Perú, es decir, vamos a tener una pandemia menos intensa que va a durar varios meses, seguramente hasta el final del invierno en Europa. Vamos a tener muchísimos casos, muchísimos muertos, pero que se van a distribuir durante meses. Entonces el sistema de salud no va a colapsar. Y si hubiera que protegerlo puntualmente en alguna ciudad habrá confinamientos locales. Estamos yendo a un modelo que apuesta por mantener la epidemia a un nivel intermedio, que permite que el sistema de salud continúe respondiendo, pero que, en contrapartida, dura meses, en lugar de solo durar de seis u ocho semanas como duró en Europa la primera ola.
—¿Cómo evalúa la actitud de la ciudadanía en Francia hacia las medidas restrictivitas y sanitarias?
En Europa hay una cultura muy política en que las libertades individuales son sumamente importantes, la cultura política de la población en general es mucho más fuerte que en otros lugares. Los valores del respeto de la dignidad de la persona, la libertad de la persona, el libre arbitrio de la persona son cosas muy importantes, no es como en el Perú que estamos acostumbrados al toque de queda, a la suspensión de las libertades individuales. Allá no hay esa cultura, en Europa desde la guerra no ha habido nunca más un fenómeno así. Entonces a la población le cuesta trabajo aceptar que le impongan una serie de restricciones, incluso de seguridad ante el riesgo de atentados o cosas así.
El 70% de la población está de acuerdo con las restricciones sanitarias, pero hay un 30% que no lo está, que rechaza algunas de esas medidas. Por ejemplo, es inimaginable que en Europa se diga que la gente de más de 65 años no tiene derecho a ir a restaurantes. Durante mi estadía en Lima no pude invitar a mi papá al restaurante. Cuando hubo esta idea en Europa hace unos meses, inmediatamente los especialistas constitucionalistas salieron a explicar que eso no era aceptable. Por eso es que hay una cierta contestación ciudadana, aunque la mayoría de personas dice que hay que hacer todo lo que sea necesario para proteger a la población.
—¿Considera usted, como han dicho otros expertos, que se ha bajado un poco la guardia ante el virus?
Se bajó un poco la guardia durante el verano principalmente por cuestiones de lenguaje. Cuando terminó el confinamiento se habló de desconfinamiento, como si fuese el final de un proceso. No debería haberse utilizado ese término, debería haberse dicho “levantamos el confinamiento, pero quedan una serie de restricciones, como usar mascarilla, tener cuidado”.
Entonces llegó el verano y en verano la gente en Europa sale obligatoriamente de vacaciones, todo el mundo se moviliza, la gente va y viene. Y ha habido un relajamiento de la prevención, que es lo que estamos pagando ahora.
—Las últimas medidas adoptadas por las autoridades de París incluyen el toque de queda que, como mencionó antes, no es habitual para los ciudadanos. ¿Qué efecto tendrá esto en la pandemia y en la respuesta de la gente?
Actualmente, todas las grandes ciudades en Francia están en alerta roja intensa, o sea en el nivel previo a la crisis sanitaria mayor, que es el nivel negro. Esto quiere decir que se ha impuesto el toque de queda porque en la mayor parte de las grandes ciudades hay una circulación del virus mucho más importante.
El toque de queda es algo que la cultura francesa no ha conocido desde la segunda guerra mundial (1939-1945), entonces mucha gente está un poco perdida y hay una gran inquietud. Los psiquiatras hablan de un síndrome de estrés, de ansiedad, de perturbación psicológica porque hay muchos que no han conocido una situación de inestabilidad como esta desde la época de la guerra. Hay una tensión importante y eso ha hecho también que la población ahora haya tomado conciencia de la importancia de tener cuidado, de restringirse.
—Se suma a ello las dificultades económicas que viene trayendo la pandemia...
Hay una crisis económica también que agrava la situación porque, como en Lima, allá hay restaurantes y centros comerciales cerrados. Los hoteles en París están cerrados. En Francia cada año hay aproximadamente 80 millones de turistas y este verano casi no ha habido turistas, muchos de los franceses se fueron de vacaciones dentro del país, pero la situación económica de esta actividad turística es catastrófica.
—¿Cree que estas nuevas medidas, como los toques de queda, podrán contener el virus?
Yo formo parte de la célula de crisis de París y lo último que se ha dicho es que se espera que el sistema de toque de queda disminuya la circulación del virus. Por el momento nadie tiene las ganas de tomar una decisión política de volver a hacer un confinamiento general estricto porque económica y políticamente sería difícil, pero si hubiese que hacerlo lo vamos a saber dentro de dos o cuatro semanas, si es que realmente no hubiese una mejoría con las medidas que se han tomado ahora.
Cuando se toma la medida del toque de queda es porque se piensa que la mayor parte de la transmisión viral se hace en los sitios de convivencia social, como los bares, los restaurantes, las reuniones de los jóvenes. Y se piensa también que la casa es el lugar donde se trasmite más el virus, probablemente porque cuando llegamos a casa nuestros hijos han ido al colegio, nosotros hemos ido a trabajar y el virus circula mucho. Entonces el toque de queda busca atacar eso, si no fuese suficiente habría que ir hasta el ‘lockdown’, hacia el confinamiento, para evitar la circulación del virus, pero las consecuencias políticas y económicas serían muy importantes, por eso si se hace se realizará no al nivel del país, si no en algunas ciudades para disminuir la transmisión del virus.
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