Esperan en silencio su turno, con mirada tímida, para recibir el paquete de comida que la asociación Pane Quotidiano de Milán (norte de Italia) distribuye. Desde el primer brote del virus de coronavirus en febrero de 2020, la cola de “nuevos pobres” no cesa de aumentar y ahora ya llega a varios cientos de metros.
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“Me da vergüenza venir aquí, pero si no vengo no tengo suficiente para comer”, confesó Giovanni Altieri, de 60 años, con cabello ralo y barba gris mientras hace fila.
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Todos los días recoge su pequeño paquete después de que perdió su trabajo como portero de una discoteca, cerrada por la pandemia.
Extraña su trabajo: “Me gustaba el contacto con la gente, tenía un buen salario, pero ahora estoy deprimido, no tengo ingresos y vivo de mis ahorros”, contó.
Unas 3.500 personas frecuentan cada día los dos puntos de distribución de Pane Quotidiano, que recibe los excedentes de alimentos de numerosas empresas, así como donaciones anónimas de los ciudadanos.
La asociación tuvo que cerrar sus puertas el año pasado durante el severo confinamiento de marzo y abril: “Era la primera vez en 123 años de historia, ¡Habíamos resistido incluso a las dos guerras!”, asegura el vicepresidente Luigi Rossi.
Con el rostro oculto
En la cola, algunos esconden el rostro con la bufanda o con la bolsa de plástico, por temor a ser reconocidos.
Mucha gente se va con varios paquetes, uno para cada miembro de la familia. En el interior, leche, yogur, queso, galletas, azúcar, atún, kiwi, tiramisú y pan.
Se trata de escenas poco usuales en las calles de la próspera Milán, la capital de Lombardía, una de las regiones más ricas de Europa.
La pandemia aumentó la pobreza en Italia con un millón de personas más por debajo del nivel de ingresos, la mayoría en el norte industrializado, con 720.000 personas, algo que nunca se había visto en esas regiones.
El número de personas pobres en Italia suma hoy en día 5,6 millones, un récord en 15 años, según el Instituto Nacional de Estadística.
Aún si la tasa de pobreza sigue siendo más alta en el sur, con el 11,1% de la población frente al 9,4% en el norte, la brecha se está reduciendo.
“Las colas de gente siguen aumentando con el covid, resaltan los jóvenes y los trabajadores informales, que no gozan de prestaciones sociales”, subraya uno de los voluntarios de Pane Quotidiano, Claudio Falavigna, de 68 años.
“Ahora vienen miembros de la clase media, del mundo del entretenimiento y organizadores de eventos”, dice.
Los reconocemos porque “se siguen vistiendo bien, son elegantes, es una cuestión de dignidad”, explica.
Lombardía, epicentro mundial en febrero de 2020 de la pandemia que se ha cobrado la vida de 100.000 personas en Italia, genera el 22% del producto interior bruto de la península.
Antes de la epidemia, en 2019, la región, sede de importantes grupos industriales, tenía una renta per cápita de 39.700 euros (47.200 dólares), muy por encima de la media europea.
‘Conmoción pandémica’
¿Qué ha pasado desde entonces? “El impacto de la pandemia ha reducido a cero los ingresos de varias categorías de trabajadores, especialmente la de los autónomos, que eran numerosos en las ciudades del norte”, comentó a la AFP David Benassi, profesor de sociología de la Universidad Bicocca de Milán.
Además, la indemnización para los más pobres, introducida por el gobierno en 2019, llega más a los ciudadanos del sur que a los del norte.
“Muchas familias que se empobrecieron en 2020 no reúnen las condiciones por ingresos y bienes para poder beneficiarse de ella”, explicó Benassi.
Las mujeres y los jóvenes, que con frecuencia tenían trabajos precarios, han sido los más afectados .
“Las mujeres han pagado un precio muy alto por la crisis, al igual que las familias con hijos menores”, señala Mario Calderini, profesor de innovación social del Politécnico de Milán.
“Por el COVID-19 se ha cerrado todo, no encuentro trabajo”, lamenta Amina Amale, de 52 años, empleada doméstica, mientras se lleva su paquete de comida.
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