Atenas. El izquierdista Alexis Tsipras y el conservador Kyriakos Mitsotakis, que se enfrentan en las elecciones generales del próximo siete de julio, representan dos modelos antagónicos de la política, cuya característica común es la ambición de cambiar la imagen de Grecia.
Tsipras, partidario del Estado protector, pone en el corazón de su campaña electoral la defensa de los derechos laborales, se enorgullece de haber reducido el desempleo y haber protegido a los ciudadanos de ingresos bajos y promete un crecimiento cuyo dividendo será repartido entre todos.
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Mitsotakis, un adepto de la libertad absoluta de la mano privada, ha colocado a las empresas y a la clase media, la más castigada por la elevada presión fiscal de los últimos años, en el centro de su programa político.
Por eso promete una bajada inmediata de los impuestos y una reducción del gasto público a través de una mayor cooperación del Estado con el sector privado y la reducción del número de funcionarios.
El primer ministro lo acusa de tener la intención de repetir los despidos masivos de empleados públicos, que marcaron su mandato como ministro de Reforma Administrativa en el gobierno de Andonis Samarás, algo que Mitsotakis niega.
Por el contrario, asegura que una vez en el gobierno contratará más personal en la salud y la educación, los dos sectores donde se produjeron la mayor cantidad de despidos en aquel periodo.
El presidente de Nueva Democracia se ha forjado una imagen de líder "que modernizará el país" y lo hará competitivo en el siglo XXI.
Tsipras, por su parte, ha experimentado en los últimos años una profunda metamorfosis: de "enfant terrible" pasó a cultivar una imagen de líder responsable y pragmático, a nivel nacional y europeo.
Los tres años de su mandato bajo la línea del programa de ayuda se caracterizaron por una continua búsqueda de equilibrio entre los objetivos impuestos por los acreedores, que cumplió a rajatabla, y sus promesas electorales, lo que le llevó a aprobar puntualmente medidas a favor de los ingresos más bajos.
En lugar de reunirse con los líderes de la izquierda europea, participa en los encuentros del Partido Socialista Europeo.
La determinación con la cual aplicó el rescate y solucionó el contencioso en torno al nombre de Macedonia, le valieron los elogios de varios líderes europeos, incluso de los que en 2015 lo calificaban de aventurero peligroso. Además fue nominado para el Premio Nobel de la Paz junto a su homólogo macedonio, Zoran Zaev.
El líder de Nueva Democracia se opuso con firmeza a ese acuerdo aunque, después de que lo aprobara el Parlamento, se comprometió a respetarlo.
Tsipras, nacido en 1974, poco después de la caída de la dictadura de los coroneles, en el seno de una familia de clase media, se convirtió a sus 40 años en el primer ministro más joven del país.
Aunque todos en su familia eran simpatizantes de la izquierda, ninguno había estado afiliado a un partido político, algo poco común en un país donde pertenecer a una estirpe de políticos es factor determinante para una carrera exitosa.
Tsipras es el único primer ministro desde 1974 que se escolarizó en un colegio público y uno de los pocos políticos griegos que no estudió en el extranjero: cursó la carrera de ingeniería civil y obtuvo su máster de urbanismo en la Universidad Técnica de Atenas.
La trayectoria de Mitsotakis es completamente diferente: proviene, en cuarta generación, de una dinastía de políticos.
Su padre, Konstantinos Mitsotakis, jugó un papel importante en la vida política durante casi 30 años, y fue primer ministro entre 1990 y 1993. Su hermana mayor, Dora Bakoyanni, fue la primera mujer que llegó a la alcaldía de Atenas, y ministra de Exteriores en los años 2000. Su sobrino, Kostas Bakoyannis, es el nuevo edil de la capital.
Se escolarizó en el prestigioso colegio privado ateniense American College of Athens, al igual que las mayoría de los políticos y empresarios griegos, y continuó sus estudios en Estados Unidos, en las universidades de Harvard y Stanford (MBA).
Tsipras y Mitsotakis tienen en común que se convirtieron en los líderes más jóvenes de sus formaciones respectivas y de que ambos las sacaron de crisis profundas.
El primer ministro fue elegido presidente de "Syriza" a sus 34 años, lo sacó de una crisis existencial, logró convertirlo en la principal fuerza de la oposición y, después, en la más votada.
Mitsotakis fue elegido presidente de Nueva Democracia a sus 48 años, tras dos derrotas serias en las elecciones generales de enero y de septiembre del año anterior. Luego lo condujo a una aplastante victoria en las elecciones europeas y locales de mayo y todas las encuestas lo señalan como seguro vencedor en los comicios del domingo.
Fuente: EFE