Grecia: el drama de 11 mil sirios que buscan cruzar a Europa

Enferma, embarazada de dos meses y viviendo durante semanas en una tienda en la frontera de Grecia con Macedonia. Arriesgó las vidas de sus dos pequeños hijos para huir de Siria y cruzar el mar Egeo desde Turquía. Y se esperaba mucho más. Ella es uno de los rostros de la en Europa.

"No esperábamos vivir así aquí. Ojalá nos hubiéramos quedado en Siria, no tendríamos este tipo de vida. Lloramos día y noche, lloramos incluso cuando estamos comiendo. Es una vergüenza vivir de esta forma. Escúchennos. Déjennos cruzar", señala Yihan, refugiada siria de Kobane.

"¡Abran la frontera!", grita la multitud. Más de 11.000 migrantes y refugiados están todavía atrapados aquí en Idomeni, al norte de Grecia, y muchos de ellos se niegan a moverse, con la esperanza de que se reabra la frontera. 

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Algunas familias se reunieron junto a ella con sus pertenencias después de que se extendieran rumores de que se permitiría el paso. La protesta que siguió fue muy pacífica, pero la desesperación es patente.

"Tengo 72 años, mi esposa está muerta, soy un viejo, no tengo nada en Siria, ni casa ni dinero ni trabajo, nada con qué vivir. La única esperanza es Europa", cuenta a AFP Mohamed Alí Mustafá, otro refugiado sirio de Kobane. 

Unas 1.500 personas han tomado autobuses para ir a otros campamentos en los últimos días, según las autoridades griegas, que han prometido mejores condiciones. Pero la mayoría prefiere estar cerca de la frontera, por temor a que, si se van a otro lugar, el mundo se olvidará de ellos.

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Los griegos han sufrido su propia y gigantesca crisis financiera, y los campesinos locales dicen que, aunque les dan pena los refugiados, ellos también están luchando por sobrevivir. Sus campos han sido pisoteados y los cultivos han quedado arruinados.

"Es un gran problema, un gran problema. Y si esto dura mucho, que el cielo nos ayude. Ellos se quedarán aquí y nosotros nos tendremos que ir", Yorgos Karulias, agricultor de Idomeni.

El futuro quizá es incierto, pero ahora la vida aquí ha retomado sus rutinas. Hay largas colas para recibir alimentos. La gente ha montado sus propios puestos comerciales, barberías incluidas. Las fronteras pueden estar cerradas, pero la crisis de los refugiados en Europa todavía no ha llegado a su fin.

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