El último viernes la central nuclear de Zaporizhzhia, Ucrania, sufrió un ataque. No fue, sin embargo, la primera vez que se atentó en contra de la seguridad de la región al apuntar a la estación que, en su tipo, es la más grande de Europa. Con seis reactores de 950MW (solo tres operativos) y la capacidad de suministrar energía a cerca de cuatro millones de casas, el peligro es latente.
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En los albores de la guerra entre Moscú y Kiev, el 4 marzo, el Kremlin autorizó el fuego de artillería en contra de la central. En consecuencia, se produjo un incendio que los rusos lograron amainar hasta tomar el control de las instalaciones. Por esos días, los liderados por el presidente Vladimir Putin también se hicieron con la planta de Chernóbil. De allí que el último ataque genere suspicacias: si antes no tuvieron reparos en disparar a pesar del tremendo peligro, ¿podría tratarse de un autogolpe?
Para Rubens de S. Duarte, especialista en seguridad y coordinador del World Political Analysis Laboratory, lo primero a tener en cuenta es la importancia de la central de Zaporizhzhia, también llamada Zaporiyia. “Es un establecimiento estratégico. Hoy en día se necesita mucha energía para alimentar todo, desde hacer funcionar los canales de comunicación hasta calentar los hogares, así que al controlarla se tiene más poder sobre el enemigo”. En ese sentido, arriesgar la posición no parece lógico.
En todo caso, para Ucrania, la situación es clara. Su presidente, Volodymyr Zelensky, acusó: “Los ocupantes han creado otra situación extremadamente arriesgada para toda Europa: han golpeado dos veces la central nuclear. Cualquier bombardeo de este lugar es un crimen flagrante, un acto de terror [...]. Rusia debe asumir la responsabilidad por el hecho mismo de crear una amenaza para una central nuclear”.
Por su parte, Rafael Mariano Grossi, jefe del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de la ONU, evitó nombrar culpables. Él dijo estar “extremadamente preocupado” porque, además, algunas partes de la infraestructura quedaron “seriamente dañadas” tras el último ataque. Según la autoridad, existe un “riesgo muy real de un desastre nuclear” que podría superar el territorio ucraniano.
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Duarte coincide: “Hay peligro de que se genere una ‘bomba sucia’, que significa que las consecuencias, incluida la radioactividad, se podrían esparcir libremente por años debido al viento, la lluvia, la nieve y otros factores que no se pueden controlar. En ese sentido, puede dañar tanto el territorio ruso como el de otros países. Es impredecible”.
Y agrega: “Sin embargo, es poco probable que suceda porque las instalaciones están hechas para resistir cierto nivel de daños. ¿Es un riesgo? Claro que sí, pero recordemos que Rusia ya aplicó esta misma estrategia y fue exitosa. En todo caso, queda claro que nadie quiere que se suceda un desastre nuclear”.
Desde el mismo OIEA llegan más dudas. Se recuerda que el mismo Grossi alertó que la central opera “completamente fuera de control” y que la operadora de la planta alertó “un riesgo de fugas radioactivas” por lo que se vieron forados a cerrar una “unidad de energía”.
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Idas y vueltas
Rusia niega las acusaciones y, por el contrario, señala a Ucrania de atacar la central nuclear de Zaporizhzhia. En palabras de su Ministerio de Defensa: “Afortunadamente, los proyectiles ucranianos no alcanzaron la instalación de petróleo y combustible y la planta de oxígeno cercana, evitando así un incendio mayor y un posible accidente de radiación”.
¿Se puede confiar en su versión? La interpretación de Antony Blinken, secretario de Estado de Estados Unidos, complejiza la situación. Él sostiene que el Kremlin aprovecha el control de la planta -que todavía es operada por ucranianos- para atacar al enemigo. Ello se suma a lo recogido por la BBC: los rusos habrían lanzado “cohetes desde los alrededores de la planta”. Tendría sentido: se trata de una posición privilegiada porque es improbable que las fuerzas ucranianas respondan y se arriesguen a “golpear un reactor nuclear o desechos altamente radiactivos”. “Esto lleva el concepto de usar un escudo humano a un nivel totalmente distinto y horrendo”, agregó Blinken.
Moscú se mantiene firme e incluso ha pedido a las autoridades de la OIEA que visiten la central, una forma de demostrar “quién es en realidad el protector del reactor nuclear y quien lo ataca”.
La agresión contra la planta se sucede cuando la administración que Rusia impuso en la región anunció que ya se prepara para organizar el referéndum de adhesión al Kremlin. Según Evgueni Balitski, dirigente prorruso de Zaporizhzhia, este se podría desarrollar “en la primera mitad de setiembre”. De sucederse, futuras negociaciones de paz se verían afectadas porque desde Kiev ya se advirtió que, de darse estas consultas, se “cerrará toda posibilidad de negociaciones”.