Oleksiy Goncharenko está furioso con los rusos. Este legislador ucraniano no solo fue objeto de intentos de asesinato por cuestionar los designios del Kremlin. También vio con sus propios ojos la anexión rusa de Crimea en 2014, y ahora está inmerso en esa bruma colectiva que tiñe todo de negro, que es la guerra en su país.
Médico y político, fue concejal en la ciudad de Odessa y desde 2014 es diputado en el Parlamento nacional. A nivel internacional, es el actual vicepresidente de la Comisión de Migración, Refugiados y Desplazados de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (PACE).
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Nadie hubiera imaginado, cuando fue designado en enero pasado como número dos de la comisión de refugiados, que sería su propio país el que pronto encabezaría esas multitudes sin tierra y sin rumbo. Millones de compatriotas fueron forzados a dejar sus hogares, corridos por los tanques, misiles, aviones y tropas invasoras que aplastaban lo que cruzaba su camino, y lo demás también.
“Estoy absolutamente furioso con ellos”, dijo en una charla por teléfono con LA NACION. Este legislador de 41 años es una especie de vocero itinerante ante medios y dirigentes extranjeros y un activo militante en las redes sociales, que no se cansa de explicar que una victoria de Putin en esta guerra, una claudicación ante sus ambiciones, será una derrota no solo de Ucrania, sino del mundo libre. Dejarlo salirse con la suya, asegura, es darle patente de corso para sus pillajes y extorsiones.
Goncharenko es uno de los millones de ucranianos de habla rusa que Putin prometió liberar de las garras de los “nazis” en el poder en Ucrania. Con una orientación política y general hacia Europa, admiraba al mismo tiempo la cultura rusa. Asegura conocer mucho mejor a los poetas rusos, Pushkin el primero, que la camarilla nacionalista de los salones del Kremlin, que por lo visto prefieren manuales de guerra.
¿Se siente traicionado por los rusos, por su admirada Rusia, un país que sentía como hermano? “No sé si la palabra traición es la correcta. No me siento traicionado. Me siento absolutamente furioso con ellos, con Putin y su entorno. No es que me deban algo a mí, le deben al mundo entero estar dentro del orden internacional, dentro del derecho internacional, no ser criminales de guerra. Están cometiendo terribles atrocidades de guerra, ese es el problema. Así que no se trata de traición”.
Señales de guerra
Goncharenko viajó a Crimea en 2014 en medio de una crisis inducida desde el Kremlin, y en unos días le tocó ver cómo las tropas rusas ocupaban el aeropuerto. La región fue enseguida anexionada a la Federación Rusa. Miles de kilómetros cuadrados y sus habitantes pasaron de un país al otro, como si fuera un juego de mesa.
Tras ese trago amargo empezó a militar activamente contra el régimen ruso, sus incursiones armadas y su narrativa de propaganda. Lo hizo en Ucrania, como legislador. Y lo hizo en sus discursos en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, donde criticaba a Moscú por las violaciones a los derechos humanos en Crimea y las zonas ocupadas de Donetsk y Lugansk. Su objetivo fue siempre desmontar la narrativa de Moscú sobre sus pretendidas intenciones benefactoras.
Fue así que el Kremlin decidió sacarlo del camino. Primero quisieron matarlo en una disparatada escena de comedia negra: los servicios secretos rusos, o gente en su nómina, les dieron armas y les pagaron a dos tipos del montón prorrusos para que se libraran de este político molesto. Pero la conspiración fue tan chapucera que tuvo un final insólito: los matones improvisados fueron a tomar vodka.
Hubo un segundo intento mejor organizado, con más profesionalismo, tipos duros que habían combatido en Afganistán y que tenían a unas diez personas entre sus blancos, además de la misión de sabotear determinadas instalaciones. Pero esta vez el plan fue desbaratado por los servicios de inteligencia ucranianos. Más adelante los servicios abortaron un nuevo plan en su contra, para lo cual debieron esconderlo en un lugar seguro hasta que dieron con los conspiradores. Faltaban años para la guerra pero ya entonces todo era un juego subterráneo de agentes trabajando a favor o en contra de Ucrania.
Y en todo momento fluían las palabras, los discursos y la propaganda, la cual Goncharenko no se cansa de combatir: conoce la propaganda rusa de la A la Z, o su equivalente en el alfabeto cirílico. “Los dirigentes rusos intentan justificar estas cosas horribles, esta guerra horrible, por cosas como el idioma, como la cultura, y es muy injusto. Es muy injusto que hagan esto, tratando de decir que si hablás ruso sos como su propiedad. Putin habla de Ucrania como un señor feudal habla de su bosque, donde puede cazar zorros. Nosotros somos humanos y somos un país independiente, y ellos no lo respetan en absoluto. Y eso es lo que siento sobre ellos”.
Cómplices
La furia de Goncharenko no se detiene en Putin y sus secuaces que proyectan ataques y conquistas desde el centro del poder junto a la Plaza Roja. “El problema es toda la sociedad rusa, que es imperialista, militarista, que todavía apoya a Putin, millones de personas. No todo el mundo, pero millones de ellos están callados y eso los hace también culpables de lo que está pasando”. Pero diferencia entre quienes viven en Rusia y otros rusos, fuera del país, incluso en Ucrania, que tienen los ojos abiertos a las atrocidades del Kremlin, en muchos casos combatiéndolas activamente.
“Por ejemplo algún ruso que haya nacido en la Argentina y viva en la Argentina... No tiene nada que ver con todo este horror. O hay muchos rusos que viven en Ucrania que están luchando con armas por Ucrania. Son mis hermanos. Son mis compatriotas. Así que eso es también un hecho”, explica.
Goncharenko asegura que lo que pase en los campos de batalla de Ucrania sellará la suerte de Europa y, de manera más general, de las democracias. Porque esta nueva cortina de hierro se irá desplazando en el mapa desde Rusia tanto como se lo permitan las potencias occidentales.
“Estamos muy agradecidos por todo el apoyo que estamos recibiendo, y lo apreciamos mucho. Tenemos algunos problemas con algunos políticos de los países europeos, pero las sociedades nos apoyan absolutamente y es incluso muy conmovedor”, dice el legislador. “Las mujeres y los niños huyeron de la guerra y millones de polacos se acercaron a la frontera y les abrieron las puertas de sus casas a estos absolutos desconocidos. Y no solo polacos, también alemanes, franceses, británicos, españoles, italianos... Este es el punto más fuerte del mundo libre, estos valores”.
Goncharenko no cree que el apoyo a Ucrania haya disminuido en los países democráticos con el paso de los meses. Reconoce, eso sí, que especialmente en Europa hay otras cosas en agenda. “Es normal, su vida continúa, así que la gente está interesada en diferentes cosas, pero no significa que no se preocupen por lo que pasa en Ucrania. Se han acostumbrado un poco, y eso es un problema. Una de las esperanzas de Putin es que en algún momento la gente no se preocupe tanto por lo que está pasando”.
¿Y qué pasa con la estrategia de Putin, que muchos definen como extorsión, de fogonear las crisis alimentaria y energética para socavar el apoyo a Ucrania y alentarla a desistir? ¿Acaso está abriendo grietas dentro del mismo país invadido? La negativa de Goncharenko no se hace esperar. Demora medio segundo en contestar.
“En Ucrania eso no abrió ninguna grieta, porque es un asunto existencial. Para nosotros es ser o no ser. Así que no tenemos vuelta atrás. Esta es nuestra tierra, no tenemos otra”, dice con firmeza. “Y es importante entender que los rusos no solo tratan de tomar el territorio. Están cometiendo un genocidio contra los ucranianos. Si se toma la convención sobre genocidio de la ONU se verá que hay cinco criterios de lo que es genocidio, y Rusia cumple con todos. Empezando por la negación de la existencia de algún grupo. En este caso es la existencia de los ucranianos como una nación. Putin y los dirigentes rusos dicen: No hay ucranianos, son solo rusos, pero unos rusos extraños y tenemos que arreglarlos”.
Goncharenko señala además la quema de libros cada vez que los rusos capturan una ciudad, la deportación de un millón de ucranianos de las tierras conquistadas, miles de crímenes sexuales, asesinatos en masa... Una cosa tiene bien clara: “Mucha gente piensa que el genocidio es matar a todo el mundo. No es cierto. Los rusos cumplen todos los criterios de genocidio en Ucrania. Así que no nos van a chantajear. Lucharemos hasta el final”.
Por Ramiro Pellet Lastra