Hace exactamente siete meses, el 24 de febrero, el presidente ruso Vladimir Putin ofrecía un mensaje a la nación en el que informaba que había decidido lanzar una “operación militar especial” con la intención de “desmilitarizar y desnazificar Ucrania”.
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Desde entonces, el conflicto ha tenido idas y vueltas, con frustrados intentos de negociación, múltiples reportes sobre masacres, una creciente crisis económica, todo lo cual ha empujado al mundo al más alto punto de tensión bélico desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Minutos después de finalizado el mensaje, se registraron los primeros bombardeos sobre Ucrania. Al mismo tiempo, se reportó el desembarco de tropas rusas en Mariúpol, mientras tanques y otros vehículos militares ingresaban a través del óblast (equivalente a región) de Chernígov, cerca de la triple frontera que comparten Rusia, Ucrania y Bielorrusia.
En Chernígov, a solo una hora del límite con Rusia, se ubica la ciudad de Nóvgorod-Séverski. Y en él se encontraba Bogdán Kaplia, un joven peruano-ucraniano de 18 años que había llegado dos días antes para visitar a su familia.
Una visita familiar
Bogdán nació en Lima en el 2003. De madre ucraniana y padre peruano, cada dos años viajaba a Ucrania para visitar a su familia materna, originaria de Nóvgorod-Séverski.
En agosto del 2021, Bogdán decidió irse a vivir a Ucrania. La seguridad que existía en el país hizo que su madre no dudara de su decisión.
Asentado en Kiev, el joven intentaba visitar tres veces por mes a su familia en Chernígov. Así lo hizo el 22 de febrero de este año, dos días antes del inicio de la invasión.
“Es un pueblo bastante pequeño, tiene menos de diez mil habitantes probablemente. La gente es muy amable, yo hablo ruso y ucraniano desde casa pero claramente el acento es diferente en cada zona y la gente de ahí me ayudó a dominarlo desde la primera vez que fui”, cuenta Bogdán a El Comercio.
El joven recuerda que la relación con la comunidad rusa antes de la invasión era de hermandad, pues incluso se comunicaban en el mismo idioma.
“Esta iba a ser una visita normal, pese a que desde un mes antes ya se hablaba de que la guerra iba a empezar pronto”, recuerda.
La noche del 23 de febrero, Bogdán se fue a dormir sin imaginar que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.
La guerra ha llegado
“Eran las 4 de la mañana (del 24 de febrero) y recuerdo que de repente, no sé por qué, me levanté, vi mi teléfono y estaba reventando de notificaciones. Todos mis amigos y mi mamá me preguntaban si estaba bien. Me metí a ver la noticias y vi todo sobre la guerra, los videos, el discurso de Putin. En ese momento entré en estado de shock, pensé que estaba soñando. Pasé 10 minutos sentado, analizando, pensando que no podía ser posible. Y de repente comenzó a pasar todo, comenzaron a caer las bombas, todo empezó a temblar, me tiré al piso. Estuve 20 minutos en el piso, simplemente escuchando cómo seguía cayendo todo, cuando me levanté vi tanques y tanques pasando (por las calles)”, narra Bogdán.
Los días siguientes estuvieron marcados por el miedo y la incertidumbre. “Había mucho miedo, empezaron a sonar las sirenas constantemente. Era irse a dormir y levantarse escuchando las sirenas. Era pasar hambre, yo y bastante gente del pueblo nos quedamos sin comer por tres días porque no había comida en los supermercados”, señala.
Esos días, Bogdán los pasó junto a su abuela y su prima. La primera, quien había pasado la Segunda Guerra Mundial en ese mismo pueblo, parecía haber desarrollado la capacidad de seguir imperturbable pese al avance del conflicto. Su prima, sin embargo, no lo soportó y terminó yéndose a la ciudad de Úzhgorod para luego partir hacia Turquía.
Bogdán tuvo la oportunidad de regresar al Perú, pero decidió quedarse.
Ganas de luchar
Pese a la insistencia de su madre, quien le exigía que volviera lo más pronto posible a nuestro país, Bogdán no cambió de decisión.
Asegura que más allá del miedo, la guerra había despertado en él un profundo deseo de combatir y defender a su patria.
“Cuando empezó la invasión, los civiles teníamos carteles sobre cómo preparar cocteles molotov. Putin pensó que tomaría Ucrania en tres días porque los ciudadanos lo estarían esperando con rosas, pero lo único que le cayó fueron cocteles molotov”, narra a El Comercio.
El paso siguiente fue enrolarse en las Fuerzas de Defensa Territoriales, civiles organizados voluntariamente para saltar al frente de batalla ante la amenaza invasora. Este fue un concepto que cobró mayor relevancia en la región del Donbás desde el 2014, a raíz de la guerra civil entre ucranianos y grupos rebeldes prorrusos.
“Si ocupaban nuestro pueblo me iban a entrenar una semana e iría al frente de batalla. Felizmente nuestro pueblo nunca fue ocupado”, explica.
Para fines de abril, el Ejército Ruso parecía retroceder y concentrar su ofensiva sobre la disputada región del Donbás. Este intervalo sirvió para que Bogdán regresara a Kiev, donde permaneció por un mes antes de que cediera a la presión de su madre y decidiera volver al Perú.
Antes de eso, sin embargo, quiso despedirse de su abuela en Chernígov.
“Volví al pueblo para despedirme de mi abuela y ese fue el día en el que nos bombardearon”.
“Como un terremoto de magnitud 10”
“Era medianoche, estaba en mi cama y de repente escuché un silbido. Vi la ventana, creí que era el viento. (Pasaron) veinte segundos y el mismo silbido. Pasaron cinco segundos, miré a la ventana, explotó, comenzó a salir fuego, todos los vidrios me cayeron encima. Fue como un terremoto de 10 grados más o menos. Me metí al baño con mi abuela y escuchábamos cómo seguía cayendo todo. Esa hora que duró el bombardeo se sintió como si fuesen años, no sabes en qué momento te puede caer a ti una bomba. A 900 metros de mi casa fue lo más cerca que cayó, en el colegio de mi mamá”, recuerda para este Diario Bogdán, quien asegura que aquellos turbulentos días han mellado su salud mental.
“Los misiles caen así. Hasta ahora incluso me levanto y escucho sirenas que no hay, duermo, sueño con eso. La salud mental te la destruye por completo”, reconoce.
Bogdán regreso al Perú en junio de este año sin renunciar al deseo de volver.
“En marzo del 2023 van a llamar (al servicio militar), si me llaman debo servir porque es mi deber legal. Si tú quieres libertad tienes que luchar por ella. Así como me inscribí en Defensa Territorial, si me llamaban tenía que ir. Yo simplemente quiero estar ahí porque la guerra te hacer ver cosas y te despierta un sentimiento patriótico increíble. Todos los días extraño mi casa (en Ucrania), por más que haya sirenas o haya gente que la esté pasando mal, todos los que nos hemos ido queremos volver y todos los que están ahí no se quieren ir a ningún lado”, afirma.
Aunque lejos de las sirenas y los bombarderos, durante estos meses en el Perú Bogdán ha buscado la forma de seguir aportando en la defensa de Ucrania.
“Lo que he estado intentando hacer es ir a universidades, hablar del tema. Todos los sábados estamos haciendo una protesta pacífica en el Parque Kennedy, de Miraflores. Hablamos, hay canciones, hay bastantes ucranianos que ya viven acá. Le dije a mi mamá que vendría para que la gente sepa, al menos con eso puedo hacer más que esconderme. Quiero que la gente sepa lo que estamos pasando que es un infierno”, señala.
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